El fruto
Se abre el dulzor de un fruto que partí con la mano;
lo deshacen mis dedos, lo recibe mi palma;
alegre va en mi boca, sabe a un sabor arcano
que huele a paraíso. Como en calma.
Y su jugo ha teñido mi piel, que ya envejece,
y lentas se me escurren su piel y las semillas.
Y su carne a mi carne la ha aromado y florece
plácidamente y huele a maravillas.
Hay niebla. Una llovizna lava el fruto jugoso,
-tiene el dolor de un llanto templado, silencioso-
y exhala beatitud, me impregna gloria.
Estoy sentado. Es tarde. Hoy no hay fuego de invierno.
Del fruto que ha pasado, libre, fragante y tierno
me queda el gusto, el gozo. Y la memoria.