lunes, 4 de agosto de 2008

Miscelánea de días (I)

Algunos apuntes, por ahora, que no hay tiempo para mucho más que para misceláneas en estos días.

Me llamó la atención un fragmento de la carta de san Pablo a los Romanos (8, 35 37-39), que se leyó ayer domingo. Para algunas ediciones, está en un llamado Himno del o al amor de Dios, que es el final de ese capítulo octavo de la carta.
¿Qué diremos después de todo esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?
¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién se atreverá a condenarlos? ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?
¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada?
Como dice la Escritura: Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte; se nos considera como a ovejas destinadas al matadero. (Del Salmo 44, 23)
Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó.
Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales,
ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.

¿Qué podrá separarnos del amor de Dios, del amor de Cristo?, se pregunta con insistencia, con vehemencia san Pablo. Y la pregunta -que es inquietante ya de por sí- me fue más curiosa todavía por la forma urgida, apasionada. Y más todavía por ese fragmento que decía al principio, del versículo 38.

Por cierto que se da cuenta uno de que las enumeraciones que hay allí no son exhaustivas, sino programáticas, como si dijéramos, clases más bien y no cosas una por una.

Y dice san Pablo:
...ni lo presente ni lo futuro...
Pero en este caso en particular, ¿y lo pasado? ¿Por qué enumerar dos tiempos de tres posibles? Hay muchas cosas que no podrán apartarnos del amor de Dios, y de todo género de asuntos, y están aludidas.

Pero, si nombro tiempos del tiempo, ¿por qué presente y futuro y no el pasado?

¿Es que podría el pasado apartarme del amor de Dios? ¿O no hay que considerar en esto lo pasado, pues no significa? ¿O es una forma de decirlo? Será, si es eso, pero para uno que lee así nomás es una forma curiosa de decirlo y llama la atención.

¿Significa algo más esta mención de lo presente (neque instantia) y lo venidero (neque futura)? ¿Significa algo que no mencionara el pasado?

Dice santo Tomás comentando este pasaje:
Deinde posuit etiam creaturas sensibiles, quarum duplicem diversitatem ponit. Primo quidem secundum tempus, quo diversificantur secundum praesens et futurum. Unde dicit neque instantia, id est praesentia sive dolorem sive delectationem inferant (II Cor. IV, 18): non contemplantibus nobis ea quae videntur. Addit autem neque futura, quorum nec timor, nec desiderium potest nos separare a Christo. Unde dicebat (Act. c. XXI, 13): ego non solum alligari, sed et mori in Ierusalem paratus sum propter nomen domini Iesu. (Super Epistolam B. Pauli ad Romanos, Caput VIII, Lect. VII)
Habría que verlo.

Si la potencia de las cosas presentes con los dolores y amores que suscitan, si la expectativa de lo que vendrá con los temores o deseos que mueven en nosotros no podrían apartarnos del amor de Dios, ¿no hay dolor y amores, temores y deseos en lo pasado, de lo pasado, que pese a su potencia no podrán tampoco ellos apartarnos del amor de Dios?

Habría que verlo.