miércoles, 27 de agosto de 2008

Nada

Hoy por hoy, es casi un lugar común. Un artificio de mediano prestigio todavía.

El padre de los ejemplos -tal vez no estrictamente respecto de los antecedentes sino por la maestría- es aquel famoso Prólogo de Miguel de Cervantes a la primera parte del Quijote: un prólogo en el que cuenta por qué no le pondrá prólogo a su obra y cómo un amigo trata de asistirlo para que no le falte prólogo al libro, que no llevará prólogo.

Un prólogo que dice por qué y cómo es que no habrá prólogo.

Mientras, Cervantes repasa en la presentación todo lo que hay por allí en materia de presentaciones de libros, con la excusa de no poner nada de ello.

Una lista de que lo que falta. Una lista de lo que no se dirá, diciendo lo que ni siquiera se mencionará.

Chesterton hizo algo parecido alguna vez. Tenía que entregar uno de los artículos semanales que escribía; y como no tenía nada para decir (difícil de creer, pero posible...) y muy poco tiempo para encontrar algo para decir (menos creíble todavía...), contó las tribulaciones del escritor de artículos por entregas semanales al que le vienen a retirar el artículo y nada ha escrito y nada tiene para escribir.

Escribir un artículo sobre el artículo que no se puede escribir, explicando en el artículo por qué no se puede escribir un artículo.

Claro.

El caso es que se me han acumulado tantos asuntos sobre los que querría decir alguna cosa innecesaria y superflua, que ni tiempo tengo ni modo.

Por eso.

Mejor, nada.