viernes, 17 de octubre de 2008

Saquen una hoja

Por una parte está Daniel Filmus, que cuando era ministro de educación lanzó un Plan Nacional de Lectura en el 2003. Dijo entonces que 'el verbo leer no acepta imperativo, igual que el verbo amar, si los chicos sienten la lectura como una obligación no van a leer...'

Está bueno. Con eso sólo ya se podría iniciar una serie Filmus (I, II, III...)

Pero, por otra parte, está san Augustín, que cuenta en el capítulo 8 de sus Confesiones que su conversión terminó de cuajar cuando oyó una voz de niño o niña que jugando cantaba la frase Tolle, lege; tolle, lege. Miró a su alrededor y lo único que vio fue un texto de la epístola de san Pablo a los Romanos que estaba leyendo su amigo Alipio. Tolle, lege, por cierto, está en imperativo y, claro, traducido significa: Toma, lee...

¿Y?

Y todo eso apareció a propósito de unas declaraciones airadas del arzobispo de La Plata sobre otra fase más de los planes de lectura que se vienen impulsando desde el ministerio de educación.

En la misma noticia, me detengo en la respuesta del ministro:
Sobre los cuestionamientos que Aguer realizó hacia el programa educativo, Tedesco opinó: "No creo que sea un reacción de la Iglesia como institución. Él tiene derecho a opinar y me parece bien que discutamos. No es un plan que se decidió en un escritorio por un ministro, las cosas no se hacen a titulo personal. Está bien que se discuta, pero no hay que perder de vista el objetivo central, que es promover el mejoramiento de la capacidad lectora de nuestros alumnos".

Las mayores críticas del arzobispo platense estaban relacionadas con el séptimo punto de las sugerencias que recibieron los maestros: "Los textos no deben tener moralejas ni contenidos religiosos".
En cuanto me pongo a ver la cuestión, aparece un galimatías de planes que, como digo, empiezan en 2003.

Hay al menos tres cosas distintas. Un Plan Nacional de Lectura (con sus respectivos aspectos teóricos y programas de lecturas), una Campaña Nacional de Lectura y un Plan Lectura, que fue lanzado en mayo de 2008 y que es el que movió la ira de Aguer, más específicamente por una recomendación al parecer contenida en la pragmática para maestros: "Según señala la cartilla, que se envió a todos los colegios, los textos elegidos no deben tener moralejas ni contenidos religiosos, teniendo en cuenta el carácter laico de la educación..."

Con todo lo cual, me puse a mirar un poco los antecedentes de la cuestión, no sin advertir de paso que todo el equipo del Plan Nacional de Lectura renunció a principios de este año , vaya a saber uno por cuál interna, lo que viene a ponerle un condimento misterioso al asunto, que lamentablemente tendré que dejar para los polícías de la cultura y sus catálogos de comisaría.

Entonces, como siempre, primero hay que mirar y después ver. De modo que, primero leo todo lo que encontré sobre 'lectura' y después veo.

¿Cómo dice? ¿Que para qué? ¿Que no se va a tomar el trabajo de seguir todos esos papeluchos? Me parece bien: entonces, córrase y no moleste.

¿Que sería mejor ocuparse del 17 de octubre y de McCain & Obama? ¿O que mejor todavía habría que ocuparse de la volatilidad de los mercados y del jinete negro de la carestía y el hambre o del jinete bayo de las pestes y la muerte?

Puede ser, mire. No sé. Otro día, en todo caso. Además, ya sabemos que para decir de qué hay que hablar y de qué no, tenemos policía temática también, ¿no?

Ahora me estoy ocupando de esto, que puede dar un fruto magro, aunque algo de miga tiene.

Y, después de todo, en medio de la maroma global, Benedicto también se está ocupando de la Palabra por estas horas.