viernes, 14 de noviembre de 2008

Calor (VI)

Siempre es raro. Uno podría hablar de los signos de los tiempos. Y podría hablar de los signos del tiempo. No menos rara una cosa que la otra.

Por ejemplo.

Mientras escribo, no tengo nubes en el cielo, atardece (sea cual fuere la hora de la tarde que ahora corresponda), hay una brisa suave que a ojo de buen cubero viene soplando del norte, noreste de a ratos. Apacible, cálido. Dicen que hay unos 29º 8 a esta hora en el aire de la pampa donde estoy.

Dicen eso. Y veo eso.

Pero veo que dicen que, en menos de 8 horas, el viento rotará al cuadrante sur y llegará a velocidades de hasta unos 19 nudos (sopla a unos 4 ó 5 nudos, ahora...), y que la temperatura –por ejemplo, mañana a esta hora–, bajará unos 14 grados.

¿Será?

Tal vez sea.

¿Cómo saberlo?

Claro: mirando pronósticos –algunos bastante técnicos, le anticipo...– y sacando cuentas y cruzando información, guarismos y chamanes.

Aun así y con todo y eso, podría ser que no pasare. No sería la primera vez. Ni sería la última.

Signos del tiempo, sí. Casi parejos con los otros signos –los de los tiempos– en su variabilidad. A simple vista parecería que los signos del tiempo tienen más fundamento, son más seguros, son más ‘científicos’.

Sí. Claro. No creo, vea.

Pronóstico y profecía. Profecía y pronóstico. ¡Fantástica topada harían!
Un poco labrador, del cielo aguarda
y al cielo teme; alguna vez suspira,
pensando en su olivar, y al cielo mira
con ojo inquieto, si la lluvia tarda.
Dice Machado en Del pasado efímero, en sus Campos de Castilla.

Qué aguarda, qué teme del cielo. ¿Qué espera? ¿Lluvia? No sólo lluvia viene del cielo, hay que decirlo. Y a veces parece que tarda lo que viene del cielo, como tarda la lluvia que espera aquel hombre del casino provinciano, con el que se ensaña –no sin razones– el poeta.

Dicen que mañana a esta hora no será el tiempo de ahora. Habrá frío, vientos, dicen que algo de lluvia. Eso es el pronóstico.

¿Y qué más habrá mañana a esta hora en materia de profecía? ¿Lo sé ahora, como creo saber ahora el pronóstico de mañana?

Pues, en parte sí, en parte no. Pero lo que sé de eso, si es verdad que lo sé, lo sé de cierto mucho más que con la casi certeza –casi...– del meteorólogo.

Sí. Es difícil acechar el tiempo y los tiempos, y es difícil también asechar el tiempo y los tiempos.

Mejor es aguaitar el tiempo y aguaitar los tiempos. Tal vez es más, además de mejor.


L.T. me fustigó hoy en un mensaje, por sus propios motivos también hay que decirlo. Por ejemplo, me recordó que no dije que en el Retiro hay negros –como Obama, me dice– que venden bijouterie –como Obama, pienso ahora, aunque él no lo dijo...–, y es verdad.

Ahora digo que es verdad, pero no los había visto antes; es cierto también que no voy mucho a la ciudad.

Tuve que volver al reservorio para un cambio de puntos en los botines futboleros, que se ve que eran enormes. Malhaya: porque para mal de mis pecados recién me dijeron que fallé de nuevo, pero al revés, en la tasa del pie de Gregorio, el batallador, qué lo parió...

El caso es que busqué a los africanos en el Retiro y estaban (hoy se los vio mucho..., se ve) en grupos de a tres o cuatro.

Y, no: no son como Obama, ni lo serán, diría yo. Tintos son. Muy. Angoleños. Me puse a hablar con ellos. Y ya parecen porteños, viera usted... Me paré en uno de los puestos. Miré unas cadenas.
-¿Esto es plata?, inquirí.
-Plata 900, mexicana, dijo el joven de unos 20 años, sabiendo que no era, claro. Porteño, como les dije...
-Ésta es linda, pero es muy corta..., empecé a mercar.
-Hay más largas, déjame que yo te muestro algunas..., ésta..., ésta también puede ser..., o ésta, mejor..., ya me tuteaba el Angoleño de Villa Ortúzar.
-Sí, es que..., es más larga, sí..., pero..., es un poco femenina, ¿sabés?
-Ja, ja..., es ‘maraca’, claro, es verdad..., río el negrísimo angoleño sin inmutarse. Porteño cento per cento, ¿qué les dije?
-Estuvo Portugal en Angola, ¿no?, sugerí para distender el mercadeo.
-Sí, Portugal...
-Pero hace tiempo que no, claro...
-No, claro...
-¿Y ustedes hablan portugués?
-Sí, y otras lenguas. Es como en Paraguay que hay varios idiomas, varias formas de guaraní y castellano..., me aleccionó Angola con humilde solvencia.
-Pero a vos no se te nota el portugués para nada en tu español...
-Tenemos otro ‘accento’, es verdad, porque hablamos más en dialectos nuestros, como en Paraguay..., insistió didáctico.
-Mala suerte, cerré el negocio. Pero paciencia, ya pasaré otra vez y habrá una como la que busco...
-Seguro, dijo Angola cancherísimo. Siempre hay algo para llevar...
Un rato en África estuve. Ya volveré.


Del viajero homónimo, ni noticias por ahora. Se le apilan algunos papeles que debería leer. Pero, hay que dejarlo. Que disfrute, él que puede.

Debe andar con el fraile ése que dice que conoció en el barco, mirando desde Erice la costa de África, también él. Como desde el Retiro yo veo Angola.

Ahora, eso sí: desde el Retiro se verá Angola. Como desde el pronóstico del tiempo se verá el viento sur que soplará mañana a esta hora a 19 nudos.

La profecía de los tiempos, mis estimados, es otra cosa.