miércoles, 5 de noviembre de 2008

Calor

No sé cómo serán los escritores de bitácoras del Sahara o los del terrible Territorio Norte australiano. No sé cómo se las arreglarán para siquiera mirar y ver -ni qué decir de pensar y escribir- a 50º mínimo a la sombra, si en las pampas con 38º6 de térmica uno no tiene ganas de casi nada...

Qué remedio. Mientras amaina el sopor, imaginemos.

Como si dijera, estar uno a media tarde en un café de Tánger (¿qué habrá ido a hacer a Tánger el sujeto?), semioscuro el salón, y el sujeto envasado en un algo ajado palmbeach, camisa de hilo y corbata al tono, medias claras y zapatos enarenados, de color indefinido, tal vez fueran marrones.

Y allí está el tipo, supongamos, bien al fondo del salón a donde no llega la claridad de la puerta, tomando algún beverage medioriental que puede muy bien tener menta o anís en semilla mezclado con té y algún fermento fresco. Un ventilador gira cansinamente apenas moviendo el aire. Unos árabes de chilaba cuchichean -son los únicos, además del sujeto- en una mesa sobre la pared de la que cuelga un tapiz antiguo y un espejo inmenso. El lugar fue lujoso en los '40. Ahora, lo atiende un alejandrino de edad indefinida, que dicen escapó de un cargo por homicido en Mesina. Otros dicen que no es alejandrino sino etíope y que no fue una muerte sino una deuda de honor: se escapó de una mujer a la que estaba prometido por arreglos de familia. Quién sabe.

Sobre la mesa del sujeto -además del vaso que repone el alejandrino cuando, vigilante desde atrás de la barra, advierte que el líquido se fue- hay una novela de Evelyn Waugh, un tomo de versos de un poeta egipcio (de padre turco y madre finlandesa, en realidad) y papeles en blanco para notas. Y un cenicero de hotel.

Pero el sujeto lee ahora otra cosa. Es un libro de tapas negras que tiene en las manos y que compró hace un par de años en una venta de usados en Trípoli: The Complete Father Brown. El libro estuvo con él desde entonces y recién esta semana se dejó leer.

Es una sensación extraña leer bajo ese sol y envuelto en esa bruma caliente norafricana, la descripción frescamente vegetal con la que empieza uno de los cuentos: The Sign of the Broken Sword.

Pero esa complacencia con imaginaciones de lugares lejanos, frondosos y frescos desaparece pronto. Los bosques son peligrosos. Algunos, al menos.
The small man nodded, and after a short silence said: “Where does a wise man hide a leaf?”

And the other answered: “In the forest.”
El astuto Padre Brown va armando su caso lentamente, claro. Ni siquiera es mayéutico, aunque sí es programático. Mueve un peón, diríamos. Nada más. Una salida clásica, pero inquietante.

El cuento es apasionante, como suelen ser estas historias de misterios y crímenes peores que los de sangre. Ya el sujeto se acomoda en la típica Thonet, despeñándose por el relato, yendo de vuelta en vuelta por el camino ambiguo y luminoso de los hechos. Pero "In the forest" está allí como un faro a sus espaldas, oscureciendo con su linterna potente la luz de los hechos que tiene adelante y que le importan menos que el sentido del bosque.

El alejandrino, discretamente, ya retiró dos veces el vaso y la segunda vez se llevó el cenicero y trajo uno más cabedor.

In the forest.

El cuento avanza. La conversación en el relato se ha puesto animada y aguda. Flambeau y el sacerdote juegan al gato y al ratón, hay otro contertulio además.

Hasta que la madera vuelve al paisaje y las hojas y los bosques devuelven al lector a la parte que no puede olvidar. Aunque ahora el remate a la parte vegetal del asunto es un mazazo.
They were soon in the most secret entrails of the wood, and felt close about them foliage that they could not see, when the priest said again:

“Where does a wise man hide a leaf? In the forest. But what does he do if there is no forest?”

“Well, well,” cried Flambeau irritably, “what does he do?”

“He grows a forest to hide it in,” said the priest in an obscure voice. “A fearful sin.”
El sujeto se despierta de pronto. Ya no está en Tánger, adonde nunca estuvo. De vuelta en casa.

En realidad, no ha podido dormir mucho anoche con el calor. Hacía unos 25º a las 2 de la mañana. Se despertó a las 5 y tomó mate hasta el amanecer, un poco se metió con algunas plantas del jardín, vigiló unos malvones, había que carpir unos trasplantes que peligran.

Dejó que hubiera plena luz para irse a leer diarios y vocinglerías del día. Apenas se podía escribir -en días así, sólo si acaso se puede muy temprano o muy tarde- y no había mucha materia, si vamos a ver. Bastante previsible todo. Incluso esta luna de miel hasta que vuelva el subibaja de dineros y quebrantos globales, que ya vuelve, ya...

Como pudo, el sujeto leyó y oyó atentamente el primer discurso del neopresidente y se acordó más de una vez de que un estadounidense puede ser chino, negro o gay. Lo que no puede dejar de ser es estadounidense y que como tal se comporta, siempre. Y le pareció que eso era lo que decía el discurso, no una sino varias veces. Y le pareció que cuando dijo lo que dijo -Para lelos (I y II)-, era esto mismo lo que estaba diciendo:
It's the answer spoken by young and old, rich and poor, Democrat and Republican, black, white, Hispanic, Asian, Native American, gay, straight, disable and not disable -- Americans who sent a message to the world that we have never been just a collection of individuals or a collection of red states and blue states; we are and always will be the United Sates of America.
Y lo que sigue (y lo que se sigue de ello, si el tipo que lee no entiende tan mal lo que lee...)

(Sí, sí: hay traducción... No es muy famosa, alcanza nada más.)

Pero, y ya que estaba curioseando, el sujeto se dio una vuelta por los States y se dio cuenta de que en el barullo los tipos habían votado otras 150 y pico de cosas; y así fue que recayó en Colorado y vio que entre otras allí habían votado una cosa extrañísima (la enmienda 48): la definición de persona. Se enteró entonces de que era una jugada, aparentemente, de los grupos pro life, para que se hicieran imposibles los abortos en ese estado, razón por la cual empujaron esa enmienda para que la constitución del lugar definiera a la persona como existente e inviolable desde la fecundación, como lo habían hecho en otras partes. Y perdieron: 3 a 1. Pero eso no es tanto como haber deliberado sobre asuntos cuyo principio de producción no está en nuestro poder, que son los asuntos que dice el bueno de Aristóteles (está en Arte de la Retórica, libro I, capítulo IV) sobre los que es posible deliberar. ¿Para cuándo la votación sobre si el mundo existe o no?

A esa altura, al sujeto ya le hacía gracia casi todo. Incluso que CFK le haya mandado un saludo a Obama desde la localidad de Moreno.

Pero, un momento...

¿Y la imaginación del Tánger tórrido y lo del bosque y la hoja y la hoja y el bosque?

Ah, eso...

No, no tiene mucho que ver con el neomundo esperanzado.

Eso apareció por otras cosas que uno lee.


Pero el calor de las pampas sigue y está fallando la tormenta del cielo que prometieron.

Mejor me vuelvo a Tánger. Y después vuelvo.