domingo, 7 de junio de 2009

Niebla (XI)

Un poco de niebla hubo en estos últimos días. No lo suficiente.

Todavía sigo mirando con cierta perplejidad la cuestión del problema del bien y la grandeza en Galadriel.

Mientras, le entré un poco a Zander (sí, finalmente..., pobre) de tanto en tanto; pero no parece cosa de leer en el tren o en huecos del tiempo. Me decepciona un poco, me entusiasma otro poco. Casi en partes iguales. La tesis, como corresponde a un ruso, se hilvana en volutas, va en idas y vueltas de la obra de Dostoievsky al propio ensayo, espirales que se alejan del asunto y se aproximan al nudo, sístole y diástole de la mirada. Hay que tener un tempo distinto del nuestro para leer estas cosas. Por lo menos eso, aunque se me hace que hay que mirar las cosas de un modo que no es el modo al que uno está habituado.

Pero, en suma, el asunto es básicamente parecido a lo que podía uno fantasear con semejante título: encontrar la raíz de bien de los buenos, pintar el bien de los buenos, es asunto complicado y difícil. Y se le hizo difícil a Dostoievsky, que según Zander, trató de hacerlo en toda su obra, con su Aliosha, con el Idiota, con Raskolnikov y demás.

Es curioso, con todo, que sea así. Pero es así, según parece. Es linda cuestión para ver, para tratar de ver. Aunque no sé si se puede fino alla fine, fino in fondo. Y me parece que no del todo.

El mal es misterioso, claro que sí. ¿Y el bien? Ni les cuento. Y a la hora de la representación -ya dicho tantas veces-, es más fácil naufragar en uno que en el otro, quedarse corto o errar el tiro.

De todos modos, no es ése el problema preciso que me había planteado. No era tanto la representación de Galadriel en cuanto personaje bueno. Me interesó más ver qué quiere decir que Galadriel es buena. Y creo que no es sólo una veleidad iconoclasta o un capricho. Tal vez sea el propio Tolkien el que lo permita. Igual, como fuere, no termino de verlo del todo.

Hubo niebla, sí. Pero no lo bastante.

En el medio, y mirando eso mismo, se cruzó otra cuestión: velar el dolor. Los grandes, los buenos, ¿velan su dolor?

Está claro que no es reversible el asunto, porque se entiende fácil que tanto hay quienes velan su dolor por otras razones -orgullo, por ejemplo-, como hay quienes no lo velan tanto y son buenos y grandes lo mismo. Entonces tal vez habría que acercarse aproximadamente a la cuestión, matizándola. Y el asunto sería si tienden a velar su dolor, siquiera de algún modo. O si al menos en eso hay algún signo de grandeza. Y de bien, incluso.

Algo me parece cierto: conozco algunos que son grandes llorones, pero no recuerdo grandes que sean llorones. Hay tipos que lloran mucho -como David sus pecados, por ejemplo- o que se quejan y putean mucho -Leon Bloy, por ejemplo-, y que tienen grandeza y son buenos, pero no es lo mismo que ser un gran llorón, o un llorón a secas, categoría no tanto glandular como sí espiritual, a como lo veo, al menos. Y eso contando con que las lágrimas del llorón sean genuinas y no una simple y mañosa manipulación.

Tal vez no quiera decir mucho, o debería verlo más despacio. Tiene alguna relación con Galadriel, por cierto; porque fue mirando su caso que se me apareció el punto.

Pero.

Ya está dicho. No hay suficiente niebla para un asunto, menos la hay para dos y aún menos para dos a la vez.

Paciencia y pan criollo.

Otro día.

Sigamos.