martes, 15 de septiembre de 2009

La espada y la luz

Uno de los textos que se leen hoy es el del evangelio de san Lucas (2, 33-35), y que sólo allí está:
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: “Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel y será signo de contradicción; y a ti misma una espada te atravesará el corazón para que se manifiesten los pensamientos íntimos de muchos”.
La Vulgata dice:
Et benedixit illis Symeon et dixit ad Mariam matrem eius: Ecce positus est hic in ruinam et resurrectionem multorum in Israhel et in signum cui contradicetur; et tuam ipsius animam pertransiet gladius ut revelentur ex multis cordibus cogitationes.
Otra versión del texto de san Jerónimo dice pertransibit. No le hace.

Lo que creo que hay que mirar con algo de atención es el versículo 35 y en él, más exactamente, aquello de que la espada de dolor que atravesará el corazón de la Virgen de los Dolores (hoy es su fiesta), lo hace también para que se manifiesten, queden a la luz, se revelen las intenciones, los pensamientos de muchos corazones.

No es causa de la manifestación la espada porque atraviese el corazón de María. La manifestación -en particular, un momento específico de esa manifestación- es lo que hará que su corazón sea atravesado por una espada. Y esa manifestación será la luz que ilumine lo recóndito.

En la Catena Aurea, por raro que parezca, aunque es frecuente que ocurra, san Beda, san Ambrosio, san Agustín, san Gregorio Niceno y Orígenes no se ponen de acuerdo del todo sobre esta cuestión y sus exégesis sobre este asunto son en realidad como conjeturales.

La de Orígenes, entretanto, disuena del resto, porque entiende el asunto en sentido auspicioso, positivo diríamos livianamente:
Había en los hombres pensamientos malos, que fueron revelados para que los destruyera el que murió por nosotros. Puesto que es imposible destruirlos durante el tiempo que permanecen ocultos, por lo que, si nosotros pecamos, debemos decir: "no he ocultado mi maldad" (Salmo 31, 5). Si manifestamos nuestros pecados, no solamente a Dios, sino a aquellos que pueden curar las heridas de nuestras almas, se borrarán nuestros pecados.
Es muy apretado el lenguaje profético del anciano Simeón. Creo que se entiende que la espada que atravesará el corazón de María es algo que le ocurrirá a su Hijo, no su Hijo sin más. Aunque el Hijo y su Pasión y Muerte, son espada a la vez.

Martirio del corazón, llama san Roberto Belarmino a esa espada de dolor, siguiendo a san Buenaventura y dice con él que es mayor ese martirio que el del cuerpo, asociando incluso esa espada al dolor de Jesús en Getsemaní.

El asunto es que lo que le ocurrirá al Hijo –que será esa espada para el corazón de la Virgen– será a la vez -y ahora sí también el Hijo mismo- luz que iluminará y dejará manifiesta la intimidad de nuestro corazón. Algunos asocian este pasaje de san Lucas con aquellas palabras que Jesús le dirigió a Nicodemo, según cuenta san Juan en el capítulo 3 (14-21) de su evangelio:

De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.

Porque Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.

Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.

En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.

Esa serpiente de la que habla san Juan, es la de Moisés en el desierto (Números 21, 4-9), que precisamente se recordó ayer, porque era la fiesta de la Exaltación de la Cruz. De modo que, la Exaltación que será espada, la exaltación de la cruz de quien es espada de luz a su vez, nos queda junto a la fiesta de su Madre de Dolores, cuyo corazón será traspasado por la espada, que traspasando ilumina.

Y parece que se ve claro que una serpiente que no es una serpiente y cura de las serpientes que matan, es un signo de Cristo.

Esa serpiente que no es serpiente y sirve de signo de contradicción para muchos, esa serpiente, es aquella que elevada, cura. Pero, ella misma, cuando es elevada, traspasa el corazón de la Virgen. Y cuando elevada traspasa el corazón de María, ilumina de oro todo y tanto que los corazones de muchos (y los de todos, diría yo, si esto no va a causar problemas a -y con...- los traductores...) quedan a su luz del todo traspasados e iluminados por la espada que es el Verbo.

Muy bien.

Pero me parece que, de un modo que impresiona, sigue resonando en el pasaje la concisión de Simeón: una espada te atravesará el corazón para que queden a la luz los pensamientos de muchos.

Ya está dicho: Esa espada es el Verbo. Aquella que dice san Pablo (Efesios 6, 17) que
es la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.
Aquella misma Palabra, que es espada y luz, y que aparece en la carta a los Hebreos (4, 12-13)
En efecto, viva es la Palabra de Dios y eficaz, y más penetrante que cualquier espada de doble filo, y penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y los tuétanos, y escruta los deseos y los pensamientos del corazón.

No hay para Ella criatura invisible; todo queda desnudo y al descubierto a los ojos de Aquel al que rendiremos cuentas.

(Vivus est enim Dei sermo et efficax et penetrabilior omni gladio ancipiti et pertingens usque ad divisionem animae ac spiritus, compagum quoque et medullarum, et discretor cogitationum et intentionum cordis; et non est creatura invisibilis in conspectu eius, omnia autem nuda et aperta sunt oculis eius, ad quem nobis sermo.)
Simeón, dice Ana Catalina (que no explica esta profecía, sólo relata), está feliz desde que un ángel le anuncia que, a la mañana siguiente, el primer niño en entrar al templo será el Mesías y él lo verá, como pidió a Dios. Y muere feliz, inmediatamente después de haberlo viso y profetizado sobre Él y su Madre, palabras tan graves.

Y es así. Porque si bien la noticia es buena, no por eso deja de ser grave.

Tal vez, la nota de tragedia que la profecía incluye, es parte de la siempre paradojal gravedad feliz que anuncia el cristianismo. Una gravedad siempre mal entendida, me parece. Tanto por los que acentúan el dolor de la espada hasta ignorar la luz, como por los que acentúan el brillo de la luz hasta ignorar que con la espada hay algún dolor.

Y allí Simeón dice las dos cosas. Y por algo lo dice. Y por algo lo dice con semejante felicidad y éxtasis.