lunes, 30 de noviembre de 2009

La vida bona

Parece cosa de lo más averiguada que la danza conocida por chacona va de América a España y de allí a Italia, principalmente, aunque hay ejemplos famosos lejos del Mediterráneo, como Bach, por caso.

De América dicen que salió y más específicamente dicen algunos que de algún sitio entre el Golfo de México y el Caribe. Otros, en cambio, parece que con fundamento se la endilgan al Perú. Y más exactamente dicen que, aunque indiana por el origen territorial, era más bien cosa de negros y mulatos. Cosa lasciva dicen que era este baile, que parece que se danzaba meneando no solamente las tabas. Algunos la llamaban directamente la mulata indiana, fíjese usted lo que le digo.

Supongo que así sería. No encuentro -porque no tengo a mano- ninguna chacona entre la música vieja del virreinato, pero sería cosa de ver de qué trata tanto asunto. Sí he visto que algunos han estudiado la quisicosa. Allí están para testificar Lope de Vega o Cervantes, Quevedo y hasta el adusto don Luis de Góngora, a quien le atribuyen estos versetes intitulados La chacona a las sonajas:
¡Oh qué bien que baila Gil,
Con las mozas de Barajas,
La chacona a las sonajas,
Y el villano al tamboril!
Fue a Madrid por san Miguel
Y el demonio se soltó,
Que chaconera volvió,
Si iba villano él.
Salgan cuatrocientas mil
Que con todas se hará rajas.
La chacona a las sonajas
Y el villano al tamboril.
Un olmo, que el son agudo
En medio el ejido oyó,
Con las hojas le bailó,
Ya que con el pie no pudo.
Con airecillo sutil
Las altas movió a las bajas.
La chacona a las sonajas
Y el villano al tamboril
Baile tan extraordinario
Nadie le ha visto de balde;
Varas le costó al Alcalde
Y bodigos al Vicario;
El capón del Alguacil
Ha gastado sus alhajas.
La chacona a las sonajas
Y el villano al tamboril.
"...con estas acciones gesticulares y movimientos lascivos de las chaconas, en tanta ofensa de la virtud de la castidad y el decoro, so silencio de las damas", dice Lope en La Dorotea y, anotando una edición de La gatomaquia lopesca, dice la argentina Celina Sabor de Cortazar de la chacona que menta el Fénix: baile popular de carácter desenfadado, como la zarabanda, el polvillo y el zambapalo. Se acompañaba con castañetas, sonajas y panderos, y con meneos indecentes. La letra, también picaresca, terminaba en estrofas con un estribillo que generalmente era: "El baile de la chacona/ encierra la vida bona". Era baile de gente baja, negros y mulatos, pero poco a poco fue ganando las clases principales. Moralistas y gobernantes clamaban contra esta danza (como Los gatos canos del v. 208) por su carácter lascivo y provocador.

Ahora bien.

Difícil imaginar el motivo de tanto denuesto y alboroto si uno se pone a oír a Maurizio Cazzati, a Tarquinio Merula, a Antonio Bertali, o a Andrea Falconieri (o Falconiero), todos los cuatro italianos y de entre los siglos XVI y XVII, cada uno con su respectiva ciaccona.









(Hace un tiempo, hasta un servidor le hizo los honores a la afamada chacona, cuando di con una pieza de Telemann y sobre ella hice un intento de compás, no con notas, sino con palabras, aunque tratando de seguir la melodía del alemán, pieza que dejo ahora asentada para mejor entendimiento de los presentes.)



Curioso asunto; sí, señor.

Me pregunto, entonces, cuánto tendría de vituperable aquello que tan grandes hombres reprobaban. No lo dudo, ni lo niego. No lo sé, simplemente. Pero me pregunto también cómo ocurrió que se tomara en cuenta a la danza mulata con semejante prontuario y de dónde les vinieron las ganas para hacer de ella lo que resultó siendo. ¿Será que una cosa y la otra, aunque de nombre igual, fueron cosas muy distintas y una chacona no tiene ni rastros de la otra?

Me pregunto igual cómo habrán hecho para tomar materia tan vilipendiada y dizque innoble y hacer una obra tan barroca como creo que bella. Qué habrán visto detrás de los tales meneos y cómo los habrán sorteado para llegar a algo evidentemente menos carnal, y por cierto más estilizado (no quiero decir, a propósito, refinado…), algo que se me hace más representativo del espíritu encarnado que de la carne sola.

Y me pregunto más cosas acerca de qué es lo que hace que eso sea posible. Porque no fue aquella transmigración de la chacona la única ocasión que hubo de hacer un buen cocido, aunque lo calentara uno con boñigas. Y me pregunto si volvería a ser posible, hoy por ejemplo, tomar una lambada o una cumbia villera y hacer de eso música de concierto. Y me pregunto, en caso de que no fuera ya posible, por qué no lo sería. Y me pregunto si…: ¡pero basta, hombre!

No se puede oír música con tanta pregunta. No se puede pensar con tanta pregunta.

No se puede vivir con tanta pregunta.