Nápoles es tan antigua. Tantas cosas son napolitanas. Desde la Sibila de Cumas (había nacido en Grecia, en realidad, aunque eligió la costa de la Campania para vivir) hasta san Genaro o la camorra.
Casi todo el mundo sabe, por otra parte, lo que se dice de la porteña milanesa a la napolitana: plato inexistente en cualquier carta itálica, elaborado con ingenio digno de napolitanos, aunque nacido a orillas del coliseo del box, en Buenos Aires.
Creo, sin embargo, que lo que más me gusta de la dizque más antigua colonia griega en Europa, es la música que hacen. Y aquí mismo es donde los tanófobos deben cambiar presto de ocupación y rumbear para otra bitácora.
Dos ejemplos, cada uno con su miga.
Pongamos por caso la canción de guerra de los Sanfedisti. Un ejército de campesinos pobres antirrepublicanos de los tiempos de la invasión de los revolucionarios franceses y Napoleón a Italia. Parecido a La Vendée, con sus más y sus menos. Nacidos en el sur con epicentro en el reino de Nápoles, claro. Comandados por un cardenal de familia noble y calabrés, todavía hoy discutido con pasión como el mismo movimiento, combatieron en casi toda Italia contra los franceses y sus aliados locales entre 1799 y 1806, aunque después siguieron contra la masonería y los carbonarios, unos 30 años más adelante. Nápoles, dicen, era también el foco de irradiación de la masonería en Italia. Se los llamaba sanfedisti, con el apócope de Esercito della Santa Fede in Nostro Signore Gesù Cristo. La historia de estos hombres es poco conocida por aquí, aunque merecen algo de atención, en varios sentidos: historia magistra vitae, dijera Marco Tulio. Combatían tanto por la fe católica y el papa, como por la restitución del reino borbón. Todo contra los giacubbini, como los llaman. Cosas de Nápoles, vea usted. Curioso y entreverado.
Doscientos años pasaron, y algunas cosas pasaron, otras siguen pasando y otras no han pasado aún…
Vayamos un poco más atrás. Época de oro de los Habsburgo, por el siglo XVI, con un consecuente despliegue de artes en Nápoles, que, hay que decirlo, podía sacar arte de lugares que los Habsburgo, con todo y su grandeza, no vieron nacer porque no habían nacido a la vida civil cuando los napolitanos ya sabían tocar la guitarra o gobernar imperios. El caso es que, entre otras cosas, se impuso por entonces una moda de canzone villanesca alla napolitana, con versiones para todos los gustos, incluso gustos más zafios, que no es el caso que aquí traigo, no vaya a pensar mal…
(Encontré dos versiones de esto y pongo ambas, pues, además de otras diferencias que tienen su gracia, en una se canta una estrofa más que en la otra. Los versos son de Juan de Colonia y dicen que del 1537. El enamorado se queja –inútilmente, diría yo, según se deja ver- porque la dama ya no se interesa por él y tiene con quien jugar sus juegos… El estribillo repite algo así como: Alma mía, que este no es modo de contentar a este corazón tan dedicado…, que si no fuera galante sería irónico, o quizá sea ambas cosas.)
De las dos canciones, el Canto dei Sanfedisti y ésta última, tan diversas, me llama la atención la sutil y tan napolitana comisura entre la alegría y el dolor, entre el coraje y la fiesta. Tomarse las tristezas del amor y la furia de la guerra con cierta alegría, les parecerá a los más ceñudos falta de seriedad. Podría ser, aunque no me parece
Claro que entiendo de todos modos.
Es verdad: no todos son napolitanos.
Y no todos son tan antiguos.