domingo, 6 de junio de 2010

La tarde, el desierto y el pan

El pasaje que se lee hoy, en la Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, es del evangelio de san Lucas (9, 11-17) y se refiere a la primera multiplicación de los panes. Y que son dos queda claro porque, tanto san Mateo como san Marcos, dejan asentado el reto que los apóstoles reciben de Jesús, después de la segunda ‘multipanificación’, dijera Castellani (en este caso, con dudosamente bella voz…)

Todo el asunto tiene su importancia, claro.

Pasó que, tras esa segunda, y atosigados por los fariseos y saduceos que, para tentar a Jesús, lo persiguen pidiéndole una señal (también ellos se llevan una amonestación dura, ahora por andar detrás de espectacularidades, lo que recuerda las tres tentaciones, en las que también rondaban pan, milagros y poder…), Él y los apóstoles se retiran a una barca y los discípulos olvidan en el apuro las 7 espuertas o cestas con los pedazos de pan sobrantes; así, al sentir hambre en medio del lago-mar, se dan cuenta de que sólo tienen un pan a bordo.

En san Marcos (8, 15-21) dice:
Se habían olvidado de tomar panes, y no llevaban consigo en la barca más que un pan.

El les hacía esta advertencia: “Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.”

Ellos hablaban entre sí que no tenían panes.

Dándose cuenta, les dice: “¿Por qué estáis hablando de que no tenéis panes? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí los cinco panes para los 5.000? ¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis?”
“Doce”, le dicen.
“Y cuando partí los siete entre los 4.000, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogisteis?”
Le dicen: “Siete.”
Y continuó: “¿Aún no entendéis?”
Y en san Mateo (16, 6-12) dice:
Los discípulos, al pasar a la otra orilla, se habían olvidado de tomar panes.

Jesús les dijo: “Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos.”

Ellos hablaban entre sí diciendo: “Es que no hemos traído panes.”

Mas Jesús, dándose cuenta, dijo: “Hombres de poca fe, ¿por qué estáis hablando entre vosotros de que no tenéis panes? ¿Aún no comprendéis, ni os acordáis de los cinco panes de los 5.000 hombres, y cuántos canastos recogisteis? ¿Ni de los siete panes de los 4.000, y cuántas espuertas recogisteis? ¿Cómo no entendéis que no me refería a los panes? Guardaos, sí, de la levadura de los fariseos y saduceos.”
Entonces comprendieron que no había querido decir que se guardasen de la levadura de los panes, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos.
No entender, se entiende, es parte casi substancial del papel habitual que los hombres jugamos en esta historia. Y sin tanto casi. Y no sólo por el misterio de la Eucaristía y los tipos de ella que disemina en estos episodios el propio Jesús.

San Lucas, por su parte, no refiere la segunda, sino sólo la primera multiplicación, que es precisamente el texto de hoy. Sin embargo, sí anota una parte de la segunda, aquella en la que Jesús dice cuál es la tal levadura (12, 1-3), que, asociada intencionalmente como está en el pasaje tanto a la tarde, como al desierto y por supuesto al pan, no deja de ser impresionante:
Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados.
La primera multiplicación de los panes, por otra parte, la traen los cuatro evangelistas con matices importantes y significativos, aunque, como dicen los Padres en sus comentarios, no hay que desperdiciar nada ni elegir entre uno y otro, así sin más, por mero gusto o afinidad más o menos frívola, o por el solo hecho de que uno diga lo que otro calla.


Pues, bien. El caso es que tres cosas me distrajeron hoy de la prédica del buen cura.

La tarde y el desierto, por una parte. El humor extraño de Jesús, por otra.

Ya en casa, viendo este último asunto no sólo en san Lucas, me distraje un poco con la cuestión de los doscientos denarios.

Y un poco bastante, verá usted, porque ahora ya es noche cerrada.

Afuera, seguro.

Entonces, mejor seguimos mañana.

Con más luz.

En el cielo, al menos.