sábado, 14 de agosto de 2010

Buzo en voz

Conocí hace poco al periodista y escritor malagueño Manuel Alcántara y eso por una canción que le oí a la catalana Mayte Martín a quien, como a otros catalanes, le gusta hacer flamenco.



El asunto completo, aunque casual, tiene aristas que tal vez habría que comentar, pero al menos una se me quedó en el caletre y no me suelta.

Resulta que la letra es en realidad un poema del malagueño que está en su libro La misma canción, de 1992. Fue a dar a un homenaje que le encargaron a la cantaora para una bienal flamenca de 2008, un espectáculo en el que le pone música a poemas del autor y que se llamó alCantara Manuel (Al Cantar a Manuel, claro...) y que apareció en disco en 2009.
Por la mar chica del puerto

Por la mar chica del puerto
andan buscando los buzos
la llave de mis recuerdos.

(Se le ha borrado a la arena
la huella del pie descalzo
pero le queda la pena.

Y eso no puede borrarlo.)

Por la mar chica del puerto
el agua que era antes clara
se está cansando de serlo.

(A la sombra de una barca
me quiero tumbar un día;
echarme todo a la espalda
y soñar con la alegría.)

Por la mar chica del puerto
el agua se pone triste
con mi naufragio por dentro.

Muy bien.

Ahora, digo yo: “…andan buscando los buzos…”, ¿está bien? Y en particular “buzos”. Aunque, seamos francos, la figura completa desde que la oí me raspa el paladar de un modo y con una molestia tan triste y fastidiosa, que si no la digo me atraganta y la veo en toda cosa y me opaca lo que no debería.

¿Cómo que los "buzos" andan buscando semejante cosa?

Y digo, al fin, y discúlpeme usted, don Manuel: creo que está mal.

Podrá parecer cosa de nada. Lo cierto es que hay detrás de la más mínima voz que se alce, a favor o en contra, riadas de argumentos y elucubraciones.

¿Hay palabras que son y otras que no son? ¿Unas pueden entrar en un poema y otras ni por la puerta pasan?

Habrá quien diga que hay palabras que nacen líricas y que otras o adquieren la ciudadanía o tienen una visa temporaria o viven como ilegales en un poema. Habrá quien diga que cualquier palabra es apta para poemar, diga lo que dijere del modo como lo dijere. Y eso según y conforme, como si se dijera que si el autor se sale con la suya, nadie le pide cuentas de las voces ni tendría por qué. Oportuna, cualquier voz puede decir bellamente, dicen unos. Jamás se hará belleza con una voz que ni siquiera puede dar razón de su propia belleza, dicen otros. Y en fila india las connotaciones y denotaciones y textos, contextos, y los para, hiper e hipotextos, y las construcciones del significado y universales poéticos y otras jergas del gremio.

Es difícil asunto, muy difícil. Atiborrado de matices y de distinciones. A veces, se diría que no se puede establecer el género y la especie de la poesía y que definirla no tiene mucho sentido. Agravaría esto el hecho de que lo que se está poniendo en cuestión aquí es si, de suyo, una palabra califica para entrar en un verso o no.

No quiero ahora ponerme a zanjar el asunto, si acaso pudiera. Simplemente me dejo ir por el tobogán del oído, sin pedirle mucha cuenta acerca de sus fundamentos o de las raíces de dónde le viene al oído su casi certeza.

Lo que sí hay que decir es que el poema del malagueño (y la cancioncilla que le hicieron a su costa, claro...), en su sencillez y tersura, vale una pequeña batallita.

Y, entonces, a riesgo de que la tribuna silbe y profiera pedorretas de reprobación, dejo ahora un dictamen provisional, mientras la cuestión –que no es un remilgo baladí o una tara técnica- lleva con denuedo sus siglos.

"Buzos", no.

Definitivamente, por ahora, no.