miércoles, 18 de agosto de 2010

Che si può fare, non plangete...

Encontré una cantidad de mujeres compositoras en el siglo XVII. Jamás me había topado con ninguna. Sorpresa para mí. Le pregunto a mis amigos melómanos profesionales y casi ninguno me sabe decir mucho de ellas y algunos saben de veras mucho de esas cosas.

Que sí, que sabían que había, que a algunas las conocen, que a ésta sí, a esa otra no…, fijáte que nunca la había oído…

A la veneciana Barbara Strozzi, por ejemplo, con su aria para una sola voz Che si può fare, que traigo en una versión conmovedora de la joven soprano mendocina Mariana Flores.



O a esta difícilmente rastreable monja benedictina de Milán, Rosa Giacinta Badalla, que compuso este motete Non plangete, y que vivió en un convento en el que parece que había más de una mónaca con estas virtudes.


ver

Non plangete
Non plangete, no, no,
antiqui patres
in umbra taciturna
in cella nocturna
limbi oscuri, gaudete,
non plangete, no, no.

O veridice prophete
vaticinia beata
iam ex radice Jesse
nata est virga,
Beatissima Virgo
quae germinabit
Nazarenum florem,
et producet salvatorem.

Cara dies fortunata,
me rapite coeli aeterni;
iam sunt clausae portae inferni,
sum contenta, sum beata.

In glorioso estasi protanto contenta
elevature anima mea
pro Maria nascente
cum tanto gaudio exultat meum cor.

Non plus me tentate, no, no, no,
mundanae sirene;
iam vestrae catenae nunc sunt conquassatae.
Non plus me tentate, no, no, no.
Alleluia. Alleluia!

Por suerte, y gracias a los trabajos, apenas me junté muy al pasar con los diarios, ya tarde en el día.

Mejor, mire.

Venía de unas clases matutinas en unos colegios religiosos de una zona monona del norte conurbano. Y mejor no le cuento los asuntos que vieron la luz esta mañana. Tampoco le voy a decir palabra de las palabras que oí de 50 buenas personitas de entre 15 y 17 años hablando sobre el cielo, la razón, la muerte, la libertad humana, el orden del universo, el dolor humano, la belleza, las artes, las ciencias, la moda, la misa del domingo, la cultura, el cristianismo, la comida. Y decenas de asuntos más. Y, no, fíjese: de familia, sexo y aborto ni se habló. De todo lo demás, sí. Y no pienso decirle absolutamente nada de lo que oí. Y créame que le hago precio…

Leo ahora medio a las apuradas que los obispos argentinos están preocupados por una cosa que llaman el alejamiento de la sociedad. Y leo que lo dicen por la ley reciente. Y que lo dicen por las leyes futuras. Y que los nuevos lenguajes de la sociedad y que los jóvenes y cosas así.

Estoy cansado, muchas horas de clase en el día. Muchas clases de horas en el día.

Así, al pie de la vaca, se me ocurre pedirles prestadas las palabras a estas compositoras barrocas: Che si può fare. Non plangete…

También se me ocurre decirles a los obispos preocupados algunas otras cosas, si me pongo a pensar en lo que piensan y sienten al menos esas 50 gentes de esta mañana, alumnos y alumnas de dos colegios religiosos.

Pero ya es medio tarde para andar hablando con obispos argentinos preocupados.

En más de un sentido.

Che si può fare.