miércoles, 25 de agosto de 2010

Siembra de faros (I)


1. Faro del Cabo


El hombre que ilumina
esta torre de espuma,
este pastor ya gris de tempestades,
pregón de los naufragios marineros,
mira la estepa en torno.

Los ojos allanados,
como rayos que brotan silenciosos
de ese peñón frío;
más que al mar que vigila,
más que a la soledad sin raíces ni frutos
del mar que guarda,
sus ojos van al sur,
miran al sur del sur de toda cosa.

Él sabe un sur de estepa
tibio como un jardín,
pues tiene un nombre.

Lo ignoran las arenas de una playa sin huellas.

Lo saben los guijarros ateridos,
las gaviotas que duermen sueños de hielo.

Con el viento a su espalda,
y esa línea de luz que sobre el mar ya viene,
mira la estepa al sur,
no al mar sin nombre,
mira al sur que es el puerto en medio de la estepa,
mira un nombre en el sur.

Descansan los espejos,
que en noches y tormentas
son luz de un hombre apenas para ese mar vacío.

Y amanecen al día fuegos de inmensidades,
farallones se encienden
en esa vastedad en ascuas de un cielo sobre tierra,
fuegos limpios y frescos
como es el sur al sur, en medio de la estepa.

Como una antorcha nueva,
luz de este día.

O una flor a estrenar
de nombre sin naufragio.



2. Isla del faro


Los ojos del farero ven la noche.

Ven el viento en la isla
y ven la soledad
que el viento arrastra de una costa al confín.

Los ojos del farero abrazan las rompientes
y acarician el agua,
para que no se dañe
en los muelles de piedras como agujas.

Junto a su ventana,
una flor lo oye andar
sonando las maderas de sus pasos sobre maderas,
y ríe de placer cuando el aroma bulle,
antes del alba,
cuando los tiznes gimen
sobre una salamandra tinta y obesa.

La flor de la ventana mira al este y sonríe;
ve, lejos, unas velas.

Sonríe y se sonroja: se goza con la luz.

Vendrá la noche, afuera, en ese mundo.

Y dormirá la flor en su parcela exigua,
en su arena clara.

El farero verá sus párpados sin sombra
cubriendo con pudor su aroma frágil.

Ella es la flor.

No hay más.

Ella es la vida en torno,
toda la vida en torno,
en las leguas y leguas
que el mar devora y lanza
sobre sí;
en el cielo sin aves.

Ella es la flor de la isla del faro.

Y él es el farero.

Del faro.

De la flor.