miércoles, 1 de septiembre de 2010

Mathoms

Cuando a una historia se le puede entrar por varios lados, el escribiente se complace. Es simpático ese mareo al ver que tantas cosas pueden hacer siquiera una constelación extravagante. En la cabeza de uno, al menos, ¿quién sabe?

Por ejemplo.

Hace unos años, en Jalisco, un médico buenazo y muy curioso, que cursaba la filosofía del lenguaje que le daba, me trajo de regalo al final de una clase un disco que había grabado para mí: Cansiones, de Joan Manuel Serrat. Y me pregunto ahora qué habré dicho –Dios no me lo tenga en cuenta...- que lo haya movido a eso, y no que no se lo agradezca. Aunque tal vez fuera pura amistad y benevolencia del buen hombre.

Una canción de aquel disco, fue mencionada aquí hace unos años, por muy otras cuestiones, claro.

Me acordé de ella esta mañana, cuando me calentaba las manos con un cigarro, mientras el viento y la garúa cortaban la piel, contenta de tan fría.

Como ya aprendí, y nunca más me fío de mis años, fui a ver adónde era que estaba, ya resignado a estar seguro de que no había puesto la música. Hice bien: no estaba, claro. Y tenía dos versiones para poner…

Aquella del Serrat de Jalisco.



Y otra del Dúo Coplanacu, que no desmerece en absoluto.



(Conviene que sepa el lector interesado y coleccionista que guardo copia de la versión original del chileno Víctor Jara. Y que está a su disposición…)

Y en eso estaba, a las corridas por las cansadas páginas de esta bitácora, y con el pie casi en un estribo sureño, que me dejará enterrado en la nieve de la tierra sin monasterios por unos días.

Fue entonces cuando un buen amigo, atrevido y mal pensado, asomando apenas su pluma por una ventana, me acusó, con unos simpáticos versetes, de que la salutación a septiembre era un subterfugio que escondía, según él, la intragable vanidad de colar entre los trinos de zorzales y los brotes de tilo, una mención críptica de mi cumpleaños, que a él, cómo no, se le hacía transparente.

Un canalla, sin duda. ¿Quién quiere amigos así?

¿Septiembre no se basta solo? ¿No ha hecho mérito bastante? ¿Necesita semejante alusión, dizque oblicua mención? ¿Es su culpa, al fin de cuentas, y tiene que cargar con eso? ¿O es que septiembre y un servidor son sinónimos ineludibles?

No. Y no. Y ya hace no quiero decir cuántos años que no.

Septiembre es septiembre.

Y listo.

No me molestó, claro.

Si todavía todo alrededor del mundo tengo a la garúa que sigue navegando a los bandazos por el viento de septiembre, fiesta del aire... ¿Qué más se puede pedir?

Pero.

Yendo de los zorzales a Jalisco, lluvia en los ojos y cigarrito en mano, y riéndome del botarate de mi buen compagno, me acordé.

Sí: en aquel disco médico, Serrat canta una canción en guaraní (y sí..., casi como Discépolo haciendo teología...)

A mi gusto, diga lo que quiera, creo que logra una versión como para regalo, realmente.

Cosa que, además, viene muy bien, por cierto.

Porque, como hacen bien los hobbits, debe uno tener a mano algunos mathoms para regalar a la amable y sufrida platea, cuando le llegue a uno su cumpleaños, lo que puede ocurrir en cualquier momento, como todo el mundo sabe, septiembre más o menos.

Por lo que, entonces, allí les va.



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Che pykasumi (Mi pequeña torcaz)
Che pykasumi reveve vaekué chehegui rehóvo
oúva ne ange cada pyhare che kéra jopy;
rohayhúgui ai ajepy'apÿva che ne ra'arôvo,
michínte jepépa ndaivevuivéi che mba'embyasy.

Ne añaitégui ndénte aikóva ko'âicha aikove asy
jaikóma rire ku juayhu porâme oñondivete;
resê reveve che rejarei, che motyre'y,
aico cikorey ndavy'amivéi upete güive.