martes, 5 de octubre de 2010

Libertad condicional

Apenas algo de orden en los papeles puede hacer maravillas, yo sé por qué se lo digo.

Una mañana entre carpetas polvorientas, libros que esperan su segunda oportunidad, viejos escritos (que mira uno ya piadosamente...)

¡Y no va uno y, a la vuelta de un libro caído detrás de unos estantes abarrotados, se encuentra de manos a boca con jirones de su vida pasada, disfrazada de disco de música de Éire, saliendo al galope al aire de la mañana y tendiéndole a uno los brazos; como si a la vida de uno metamorfoseada en disco de música de Éire, que se angostaba en unas mazmorras de papel polvorosas y oscuras, condenada a prisión perpetua, de pronto y sin decir agua va le abren los grilletes y le dicen que se ganó una libertad condicional…!

Algunas de estas músicas, que hoy encontré para mi gozo, me acompañaron mucho tiempo. A estas tres, como a las otras del volumen, las creía perdidas. Llegan en buena hora, como la libertad condicional para el condenado.

Aquí dejo, condicionalmente libres, a Paul Brady cantando Arthur McBride y a Davy Spillane y Donal Lunny haciendo, respectivamente, Midnight Walker y Declan.







No sé si el amable lector llegará a entender mi alegría.


Yo, sí.