miércoles, 25 de mayo de 2011

Palabras para mayo

Para cuando se cumplieron los 150 años de la Revolución de Mayo, como es sabido, Borges escribió una Oda.

En 1966, escribió otra, para los otros 150 años, esta vez los de la declaración de la independencia. Se publicó aquí hace un tiempo, y disculpe las remembranzas.

Faltaba la de Mayo, que corresponde hoy y que dejo ahora, desnuda a sus ojos.

Hablando de Lugones, el año pasado, traje un texto del propio Borges referido al poeta.

En su libro sobre Lugones, Castellani dice cosas parecidas, pero más hondas, más del corazón, del alma de Lugones, de la persona, no del personaje, me parece; y las dice antes, hasta donde sé. Con todo, creo que la diferencia está en que Castellani fue casi amigo de Lugones. Y lo quería y respetaba.

Pienso también que lo que allí dice Borges de Lugones se le aplica bastante exactamente a él mismo. Especialmente para cuando Borges habla de la patria.

Oda

El claro azar o las secretas leyes
que rigen este sueño, mi destino,
quieren, oh necesaria y dulce patria
que no sin gloria y sin oprobio abarcas
ciento cincuenta laboriosos años,
que yo, la gota, hable contigo, el río,
que yo el instante, hable contigo, el tiempo,
y que el íntimo diálogo recurra,
como es de uso, a los ritos y a la sombra
que aman los dioses y al pudor del verso.

Patria yo te he sentido en los ruinosos
ocasos de los vastos arrabales
y en esa flor de cardo que el pampero
trae al zaguán y en la paciente lluvia
y en las lentas costumbres de los astros
y en la mano que templa una guitarra
y en la gravitación de la llanura
que desde lejos nuestra sangre siente
como el britano el mar y en los piadosos
símbolos y jarrones de una bóveda
y en el rendido amor de los jazmines
y en la plata de un marco y en el suave
roce de la caoba silenciosa
y en sabores de carnes y de frutas
y en la bandera casi azul y blanca
de un cuartel y en historias desganadas
de cuchillo y de esquina y en las tardes
iguales que se apagan y nos dejan
y en la vaga memoria complacida
de patios con esclavos que llevaban
el nombre de sus amos y en las pobres
hojas de aquellos libros para ciegos
que el fuego disperso y en la caída
de las épicas lluvias de setiembre
que nadie olvidará, pero estas cosas
son apenas tus modos y tus símbolos.

Eres más que tu largo territorio
y que los días de tu largo tiempo,
eres más que la suma inconcebible
de tus generaciones. No sabemos
cómo eres para Dios en el viviente
seno de los eternos arquetipos,
pero por ese rostro vislumbrado
vivimos y morimos y anhelamos,
oh inseparable y misteriosa patria.
Lleva el sello de Borges. Y lleva el sello de un gesto borgiano. Es, como diría Castellani de Lugones, no el Borges que ama a la patria, sino el Borges que se oye hablar de su amor a la patria y cuenta que la ama, en los términos peculiares en los que Borges amó las cosas y ciertas cosas que para él eran la patria.

Son muchos los buenos versos. Tantos como los versos borgianos que tiene esta Oda, también con el afán predicador de Georgie por proclamar que no es verdad que haya algo detrás de la apariencia evanescente o formidable de las cosas. Lo hace con una elegancia notable, es verdad, pero me da que no alcanza: no digo que no amara a la patria; lo que digo es que no sé qué es el amor para Borges.

A mi paladar, la primera y la última estrofa –bien que algo retóricas- son buena poesía.


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(Disculpe, amigo, la impaciencia de esta entrada que tal vez debería ser más precisa y ajustada. Pero el asunto es que estoy, ahora, en un lugar del suelo patrio en el que el agua hierve sin avisar ni burbujear: y de ese modo no se le puede rendir el homenaje debido a la bebida gaucha.. Así que, mi estimado, -y como hace ya media hora que me viene burlando, la muy mandinga- lo dejo con los versos y me voy a ver si acierto el cuándo del agua para el mate..: ¡Viva la Patria…!)