martes, 5 de junio de 2012

Exilio

En la página 42 de la edición que hizo el Club de Lectores de Arte y Escolástica, Jacques Maritain dice, hablando en el capítulo V del arte y la belleza:
La belleza pertenece pues al orden trascendental y metafísico. Por eso ella de suyo tiende a transportar el alma más allá de lo creado. Hablando del instinto de lo bello escribe el poeta maldito -a quien el arte moderno le debe el haber retomado conciencia de la cualidad teológica y de la espiritualidad despótica de la belleza- que "es él, este inmortal instinto de lo bello, quien nos hace considerar la tierra y sus espectáculos como un atisbo, como una correspondencia del cielo. La sed insaciable de todo lo que está más allá, y que revela la vida, es la prueba más viviente de nuestra inmortalidad. Es a la vez por la poesía y a través de la poesía, por y a través de la música, cómo el alma entrevé los esplendores situados más allá de la tumba; y cuando un poema exquisito hace asomar las lágrimas a los ojos, esas lágrimas no son la prueba de un exceso de gozo, sino más bien son el testimonio de una melancolía irritada, de una exigencia de los nervios, de una naturaleza exilada en lo imperfecto y que quisiera entrar en posesión inmediata, ya sobre esta misma tierra, de un paraíso revelado".
El poeta maldito cuyo texto cita es, claro, Charles Baudelaire y el texto está en L'Art romantique.

Al final de la cita remite en nota a lo que sigue:
Es un pasaje de su prefacio a la traducción de las Nouvelles Histoires Extraordinaires lo que Baudelaire reproduce aquí, y ese pasaje mismo está inspirado -casi traducido- en un artículo de Poe: The Poetic Principle. He aquí, según una traducción que parece bastante defectuosa, el pasaje de Poe: "Una sed inextinguible nos devora... Esta sed forma parte de la Inmortalidad del hombre. Es a la vez una consecuencia y un signo de su existencia sin término. Es el deseo de la luciérnaga por la estrella. No se limita a la apreciación de las Bellezas que tenemos ante nuestros ojos, sino que es un esfuerzo apasionado por alcanzar la Belleza de lo alto. Inspirados por una presciencia extática de las glorias de más allá del sepulcro, nos torturamos tratando, por medio de mil combinaciones en medio de las cosas y de pensamientos del Tiempo, de alcanzar una porción de esa Belleza cuyos verdaderos elementos sólo pertenecen quizá a la eternidad. Entonces, cuando la Poesía, o la Música, la más embriagadora de las formas poéticas, nos ha arrancado lágrimas, no lloramos, como lo supone el abate Gravina, por exceso de placer, sino a consecuencia  de un pesar positivo, impetuoso, impaciente, motivado por nuestra impotencia de captar actualmente, plenamente en esta  tierra, una vez y para siempre, esos goces divinos y encantadores, de los cuales no alcanzamos a través del poema o a través de la música otra cosa que breves y vagos vislumbres.

"Este esfuerzo supremo por alcanzar la belleza sobrenatural -esfuerzo que procede de almas normalmente constituidas- es quien ha dado al mundo todo lo que éste ha sido alguna vez capaz de comprender y de sentir en mmateria de poesía" (E. A. Poe, Du Principe Poétique, conferencia pronunciada en 1844. Traducción -al francés que cita Maritain- de F. Rabbe).


Es notable que, desde un punto de vista diferente, también un filósofo escriba: "En la apreciación de música y de cuadros alcanzamos un momentáneo y fugaz vislumbre de la naturaleza de esa realidad hacia cuyo conocimiento pleno se encamina el movimiento de la vida. En ese momento, y mientras ese vislumbre dure, percibimos en anticipación y casi como si dijéramos ilícitamente, la naturaleza del fin. Estamos, si puede así expresarse, allá por un momento, algo así como cuando un viajero puede alcanzar una fugaz visión de una comarca lejana desde alguna eminencia del camino, y detiene por un momento su marcha para gozar de esta vista. Y desde que estamos por un momento allá, experimentamos mientras ese momento dura ese sentimiento de liberación de las urgencias y exigencias de la vida que ha sido señalado como una de las características de la experiencia estética" (C. E. M. Joad, A realist Philosophy of life).