Hay modos y modos del coraje.
Está el coraje de los que gritan y patotean cuando van ganando, pobre gente aunque peligrosa. Está el de los que gritan y patotean porque no tienen coraje. Está el de los que no gritan ni patotean, pero hablan con voz meliflua, madura y moderna y mandan a otros a gritar y patotear, gente peligrosa, aunque unos pobres tipos. Están los que gritan y patotean porque saben que a nadie le va a importar que ellos griten. Y así. La lista es variada.
Y están los otros. Poquitos son. Muy.
En San Martín: un pronunciamiento formidable, Aragón se ríe con bronca de los que prefieren un San Martín maleable y maleado. Si no veo mal, se ve allí además que para ser revisionista hay que tener coraje, no ir ganando y fundar un instituto revisionista.
En los Idus de mayo, Aragón muestra que tenía razón. Y mucha. No sólo respecto de lo que pasaba en 1978, para lo cual había que tener cojones, sino para lo que pasó antes -¿terminó de pasar...?, porque hasta en eso tuvo razón.