jueves, 30 de agosto de 2012

Pueblo y poesía

Algún día, habrá que hablar del pueblo y la poesía.

Otra vez más, digo, porque hay de eso a pasto por todas partes. Volver a verlo, volver a decirlo. No hay forma de esquivar el asunto si se habla de política y del pueblo.

En 1938, Marechal decía (prometo traer pronto esa pieza breve y nutritiva):
¡Y quién sabe acaso si el caos en que vivimos no es obra de poetas que han hecho de la verdad un peligroso juego lírico!
Y creo que así es de cierto.

Por todos los costados del asunto. Por el lado de los que hicieron el juego con las palabras en la poesía y por el lado de los que jugaron con las palabras del pueblo y con la palabra pueblo. Y con la poesía del pueblo.

Ah, esos elitistas populares de la jerga inmunda, de la jerga inmunda socioteopoliticona y de las contraseñas en jerga inmunda para reconocerse -satisfechos de sí mismos- como dizque amigos de los pobres y amigos del pueblo; al lado de esos otros elitistas contra populum de la jerga inmunda, melosa y frívola, que atesoran y embadurnan las palabras porque creen que así se distinguen y los distinguen: refinados como una madama, fieles como prostitutas, virtuosos como Herodes, valientes como Pilatos...

Alto...

En otro momento.

Pero una cosa sí le digo ahora y no me pida que se lo explique, porque es más largo: un día habrá que elegir y para algunos significará ni más ni menos que elegir por qué razón quieren ser perseguidos o muertos.

Y todo por la poesía, aunque no lo crea.

Pero, eso es cosa mía.

Mejor lean a Aragón y lo que dice en Homero y el pueblo o en Cantando me he de morir.