sábado, 6 de octubre de 2012

Trasluz

Leo estas dos notas que dejo más abajo y me doy cuenta de que hay algo que bien puede agradécersele a Aragón: el trasluz.

Ver a través de los relatos. Poder ver. Dejar ver. Sin que el hecho se violente, sin que se manipule la realidad para dar la versión que se acomoda a la versión y no a la realidad.

No hace falta dedicarse a la historia para eso. Por cierto que muchas veces hay un intento deliberado no por reescribir la historia (personal, de la patria, del cosmos...) -que eso, si me pregunta, es hasta casi pueril y medio pavo-, sino por rehacer la realidad, la historia, presente y futuro incluidos (personal, de la patria, del cosmos...)

Ahora que lo pienso, en realidad conozco alguna gente que puede hacer eso espontáneamente, le sale así, pobre. Y así lo hace casi todo el tiempo en toda suerte de cosas. No sé si es gente mala, creo que no. No perversa, al menos. Aunque me parece que no es buena gente del todo. Y me parece que no está bien ni de la cabeza ni del cuore. Porque de hecho hay que tener la cabeza y el cuore más o menos bien puestos, en su quicio, para la terrible ascesis de ver y asentir: las cosas son lo que son.

En fin.

No me haga caso. Ya hablaremos otro día de estas cosas.

Ahora, vea si es cierto lo que digo, por lo pronto, en Veinticinco años después y en El color del cristal con que se mira.


Buenas noches. Y que descanse.