lunes, 7 de enero de 2013

Laguna

Fue hoy y por un incidente casual. Y ahora siento cuánto se me ha hecho honda la casualidad.

Andaba por la bitácora inmóvil (nunca está del todo desatendida...) y fui a caer a una de las páginas de fines de 2009; diciembre, más preciso.

Y allí estaban.

Y no los reconocí: es decir, de pronto reconocí que no los reconocía.

Solos, los cuatro. Hermanos huérfanos, y abandonados, que esperan un tren que ya pasó en una estación vacía, en medio de la nada, sin cómo volver ni irse.

Sentí una pena enorme. Y vergüenza, mucha.

Cuatro poemas.

El año pasado, con un cuidado que creí irreprochable y hasta obsesivo, llegué a editar los versos que había en ens. Después, como se sabe, los publicó benevolentemente Vórtice. Ya lo dije. Lo mencioné hace pocos días aquí mismo, presentando otros libros de versos que llegaron a la etapa de un borrador decente y que tienen versos que también estaban allá.

Pero.

Cuatro poemas faltaron en aquella cuenta de 138, más dos, que le dio título al libro primero.

Estoy aturdido y no sé qué decir, ni qué disculpas pedir.

Sé que ahora vendrá la vela de revisar línea por línea toda la bitácora aquella, y que será con temblor y temor de encontrar más abandonados, como bastardos.

Mientras, esta laguna (¿imperdonable?, se me hace que sí, malhaya..., y por bastante tiempo, al menos...) exige justicia.

Y desagravio.

Por eso mismo, aquí están ellos.

El miércoles 2 de diciembre de 2009, apareció este romance:
La luz de esta luna llena

Aceite gris está el cielo;
bonita la luna llena
que con su tiza ha trazado
rondas de alegre tristeza
por el cielo gris de aceite,
espeso de luz. La pena
de ver que pasa la luna
llena, sola, suave y queda,
tirita lágrimas dulces,
pero no porque le duela
el aceite gris del cielo
ni la traza que la esfera
deja sutil en el aire
cuando va al oeste. Sueña,
la pena que llora alegre,
con esa luz de belleza
que una mano azul y mansa
parece que retuviera
para que los ojos giman
felices de ver la plena
plenitud de luz luciente
que, como la luna, es llena
y le da luz a las cosas
aunque sólo se las presta,
para que vean las cosas
esos ojos que las vean.
Manantiales de silencio
del cielo abajo ya ruedan;
vienen celestes de luna,
y hacen noche en las veredas
que las manos de los hombres
trazan cada vez que rezan.
Silencios que suenan voces.
Voces de luz tenue y quieta
que en estallidos de luna
son música, son la fiesta,
son corazones de noche
que sin embargo alborean
transidos de paz y luna
y son flor de una verbena
que en una danza de gloria
ya sube desde la tierra
para brindar en el aire
con un amor que se empeña.
Camina el hombre en lo oscuro
de la noche de esta tierra.
Sabe que un sol que no ha visto
ha vuelto a la luna bella
en el aceite del cielo
que está cubriendo sus huellas.
Por eso no teme y anda.
Por eso, aunque teme, arriesga.
Por eso, aunque sufre, ríe.
Por eso, aunque duele, espera.
Mira la luna y confía.
Y en la luz que la hermosea
ve una Hermosura que brilla,
ve una Hermosura que llega,
ve una Hermosura que ha hecho
la luz de esta luna llena.
El martes 15, este soneto:
Adviento de Parusía
A F. M. S.


Las olas que no cesan de este mundo,
de este mundo de mar de sal doliente,
rumorean, se agitan. Tu figura
las gobierna. Las ondas y los ayes
se maridan y engendran inquietudes
que andan perplejas por un mar sin puertos.
Esperamos al fin un fin sin límite:
un resplandor que calme, vientos leves,
refrigerios de ti, gracia en el aire,
fulgores amorosos, la justicia,
los ojos del león entrecerrados
viendo pastar en paz a los corderos
y una voz poderosa que proclama
que ya no hay más dolor, ni mar, ni tiempo.
El miércoles 23, esta dedicatoria severa a Messi, el del Barcelona (*):
(De Minaya Alvar Fáñez, a Messi)


(Bastaba con el gol. Con el festejo
no era más gol el gol. Con el decoro
quedaba a salvo el gol, igual. Reflejo
quizá de ser quien se es. La plata, el oro,
no garantizan nada. El señorío
es cosa de señores. La cucarda
habla sólo del pie. Pero el tronío
va más alto que el pie, da a la gallarda
frente del vencedor una corona
que es para pechos nobles: los mejores
no importa de qué oficio, de qué suerte;
que es del templado y justo, como el fuerte
Ruy de Castilla, flor entre las flores,
más alto que Carrión y Barcelona.)
El 31, finalmente, y a la puerta misma del otro año, apareció otro soneto:
Nueva luna llena

Noroestes de luna sueña el cielo
y le sangra una luz en su costado.
Madrugada de insomnio, aroma y vuelo
del corazón en flor, quieto y callado.
Con su frente estrellera sobre el suelo
la niebla penitente ha dibujado,
al este silencioso de ciruelo,
un sol maduro y fresco, ensangrentado.
Y es tan nueva la luna que se ha ido,
tan lúcida amanece en retirada,
tanto incendia la noche en que ha caído,
tan llena y luna es, va tan preñada
del día nuevo como del que ha sido,
que ya no está, pero no falta nada.

En mi ansiedad por reparar en ellos algo de lo que esta laguna pudo haberlos dañado, me fijé por ejemplo en si las lunas llenas de aquel mes de 2009 coincidían con las de diciembre de 2012.

¿Para qué? No lo sé. Pero sí, coincidieron.

Y me quedé más tranquilo.

Tampoco sé por qué.



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(*) Esto, ahora, hay que explicarlo. Era la final del campeonato mundial de clubes que se jugó el 19 de diciembre de 2009 a las 10:00 de la mañana (17, hora nuestra) en el Sheikh Zayed Stadium, en Abu Dhabi. Estudiantes de La Plata vs. Barcelona. En el tiempo reglamentario, el partido terminó empatado. Los goles: Mauro Boselli (Estudiantes) a los 37; a los 89 el empate de Pedro, y ya en tiempo suplementario (a los 109 minutos de juego) el segundo gol del Barcelona, que hizo Lionel Messi. Con eso fue campeón el Barcelona de esa copa ese año. Messi hizo el gol de pecho y lo festejó como si fuera catalán o español.