martes, 26 de febrero de 2013

Pedro, el sueño y la Iglesia

Por alguna razón que no sé bien cuál es, oyendo la Transfiguración de Jesús en el Monte Tabor el domingo pasado, mi cabeza fue en una dirección que creo afín a ese asunto, pero no me pregunten ahora cómo fue que llegué a esa idea.

El caso es que, distrayéndome del sermón, creí entender que hay dos pasajes que me parece pueden ser vistos en paralelo y sacar de esa visión algún provecho. Y creo que hoy mismo tiene algún valor ver así esos pasajes que digo por su posible carácter simbólico, carácter del que me hago mayor e irresponsablemente responsable, porque, a pesar de que los comentaristas refieren muchas cosas acerca de ellos en ese sentido y como suelen, no es justo ni prudente endilgarles a ellos lo que puede ser un disparate, por biensonante que el disparate fuere.

Vayamos a las cosas.

Hay, como digo, dos pasajes en los Evangelios en los que el sueño hace de mediador simbólico entre Pedro y la Iglesia, o entre Pedro y su Cabeza, es decir Cristo mismo.

No hago una exégesis que no tengo cómo solventar. Ni siquiera un comentario. Simplemente quiero apuntar los pasajes y sus elementos visibles y sacar de ello si se puede alguna conjetura, ni digo conclusión acaso. Si a alguno en el mientras tanto y lo piensa se le ocurre alguna cosa mejor, mejor así.

Por ahora, en esta primera mirada creo que conviene dejar puestos los textos y rumiar sobre ellos.

Unos meses antes de la muerte de Juan el Bautista, estando Jesús en Galilea, "expulsando demonios y predicando", enseñó al borde del lago de Genesaret. Allí dijo las parábolas del Reino y se juntó una gran multitud. Al tiempo, Jesús les dijo a sus discípulos que se subieran a las barcas y se alejaran, lagomar adentro, para descansar.

Así relatan los sinópticos lo que pasó.
De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido.
Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!»
Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza.
Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?»
(Mt. 8, 24-27)

En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca.
Él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»

Él, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza.
Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?»
Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?» (Mc. 4, 37-41)

Sucedió que cierto día subió a una barca con sus discípulos, y les dijo: «Pasemos a la otra orilla del lago.» Y se hicieron a la mar.
Mientras ellos navegaban, se durmió. Se abatió sobre el lago una borrasca; se inundaba la barca y estaban en peligro.
Entonces, acercándose, le despertaron, diciendo: «¡Maestro, Maestro, que perecemos!» Él, habiéndose despertado, increpó al viento y al oleaje, que amainaron, y sobrevino la bonanza.
Entonces les dijo: «¿Dónde está vuestra fe?» Ellos, llenos de temor, se decían entre sí maravillados: «Pues ¿quién es éste, que impera a los vientos y al agua, y le obedecen?» 
(Lc. 8, 22-25)


Es uno de los episodios a los que me refiero. El otro, es la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní adonde, apártandose con los mismos que estuvieron con Él en el Tabor -Pedro, Santiago y Juan-, Jesús prepara su Pasión.

Bastante más que como lectura complementaria, creo que no habría que entrar a ese breve pasaje, me parece, sin leer antes los capítulos desde el 14 al 17 inclusive en san Juan. Es el llamado Sermón de la despedida en el que, al final y en la llamada Oración sacerdotal, Jesús reza especialmente por Sí mismo, sus discípulos y la Iglesia.

Ahora bien, en Getsemaní el sueño, Pedro (no sólo Pedro, pero me interesa particularmente él ahora) y Cristo vuelven a estar juntos otra vez.

Se me hace notable que esos tres elementos estén allí puestos en otro orden, porque, como se sabe, son los discípulos ahora los que duermen y la angustia, digamos así, es de quien está en vela, esto es, Jesús mismo. En el pasaje anterior, como se ha visto, Jesús duerme y la angustia es de sus discípulos, entre los que, no hace falta presumir con demasiada perspicacia aunque no se lo menciona, se encuentra Pedro también, porque -me parece nítido- donde está la barca, está Pedro. Y viceversa, diría sin temor ni temeridad.

El relato de la agonía de Jesús, que Juan el amado no trae y refiere apenas con una frase, lo dicen así los sinópticos.
Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.
Entonces les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.»
Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de Mí esta copa, pero no sea como Yo quiero, sino como quieras Tú.»
Viene entonces donde los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo?
Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.»
Y alejándose de nuevo, por segunda vez oró así: «Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que Yo la beba, hágase Tu voluntad.»
Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados.
Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.
Viene entonces donde los discípulos y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Mirad, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores.
¡Levantaos!, ¡vámonos! Mirad que el que me va a entregar está cerca.»
(Mt. 26, 36-46)

Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración.»
Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia.
Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad.»
Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora.
Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para Ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras Tú.»
Viene entonces y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón, ¿duermes?, ¿ni una hora has podido velar?
Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.»
Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras.
Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados; ellos no sabían qué contestarle.
Viene por tercera vez y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levantaos! ¡vámonos! Mirad, el que me va a entregar está cerca.»
(Mc. 14, 32-42)

Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y los discípulos le siguieron.
Llegado al lugar les dijo: «Pedid que no caigáis en tentación.»
Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya.»
Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba.
Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra.
Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos por la tristeza; y les dijo: «¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación.»
(Lc. 22, 39-46)


La barca, la noche, el sueño de Uno y de los otros, la angustia de los discípulos mientras Él duerme y la agonía de Jesús mientras ellos duermen. Esos son básicamente los elementos, a los que se agregarían detalles importantes allí presentes, como se ve amplificado si uno mira los textos y sus interpretaciones.

Por eso mismo, creo, y mientras maduran estas cosas, se puede seguir con mucho más provecho estos textos y los respectivos comentarios a estos pasajes recogidos en la Catena Aurea.

Y dejo entonces que por el momento maduren estas cosas, no sólo porque no tengo más remedio ahora porque otras cosas llaman y hay que atenderlas, sino porque en estos tiempos parece que la cuestión del sueño, Pedro y la Iglesia, con Jesús en el medio, adentro y por encima de todo ello, es urgente.

De modo que, siendo urgente como es, hay que mirar el asunto despacio y lo mejor que se pueda.


lunes, 4 de febrero de 2013

Defensor fidei



¿Quién sabe qué hay detrás y adentro de las explosiones en la embajada de Israel y de la AMIA?

No sé quién sepa de cierto todo.

Yo no sé nada de nada. Ni siquiera puedo saber qué hay de verdad y qué no lo es en todo lo que dicen.

Eso no empece. Uno puede mirar lo mismo eso mismo y ver lo que ve de lo que ve.

En los últimos días, por ejemplo, leí dos o tres notas de Sergio Szpolski en Tiempo argentino, diario de su propiedad como una otra veintena de medios de toda suerte, todos oportunamente propagandistas pedisecuos del gobierno, hay que decirlo.

Me enteré, a propósito de la curiosidad que me despertaron sus razonamientos, que Szpolski, entre otras cosas (empresario de varias cosas y graduado en sociología), es rabino. No sé en cuál de las líneas del rabinato, pero se dice que lo es y nadie lo ha desmentido.

Con el telón de fondo de la agitación de los tejes y manejes con Irán, a propósito de la investigación sobre la AMIA, Szpolski terció en lo que parece más bien una discusión interior entre los judíos de aquí y de Israel; a la vez, en su papel de promotor no designado del kirchnerismo, algunas flores a Cristina le regaló, bien que en piruetas retóricas que se las cree su madre, me parece, y no mucha gente más. Milicias y militantes, agradecidos, se entiende. Y probablemente retribuyentes, claro...

El caso es que hay dos notas últimas en las que ciertos párrafos y expresiones referidas a los judíos, a su fe y a Israel me llamaron la atención.

(Y no: de ninguna manera, mi estimado compañero: busque usted lo que le digo, si pone cara de que le interesa..., que se encuentra fácil, no sea vago, qué tanto...)

En una nota de hoy, Celebrar la memoria, dice:
Abraham Joshua Heschel, uno de los pensadores judíos contemporáneos más relevantes, escribió en su libro La Tierra es del Señor que para la tradición judía no existen los espacios sagrados sino los tiempos sagrados.

Heschel sostiene que son los momentos y no los lugares los que dejan su impresión digital en la memoria colectiva.

Desde esta óptica, lo ocurrido en la ex ESMA no debe ser comparado con lo que se podría o no hacer en Auschwitz, sino con lo que la Teología Judía plantea con respecto a cómo evocar los tiempos de tragedia y desgracia.

Sin duda para la tradición de Israel, el día más trágico de la memoria colectiva es el noveno día del mes de Av, día que conmemora la destrucción del Templo de Jerusalén y el inicio del exilio que duró casi 2000 años.

Los rabinos talmúdicos convirtieron ese día en un día de luto marcado por el ayuno, reflexión y oración.

Sin embargo dejaron en claro que ese mismo día se convertiría en día de Júbilo y alegría cuando el exilio llegara a su fin y el Tiempo Mesiánico trajera la paz y la concordia al mundo.

El mensaje es claro: el día de luto más sagrado se convertiría en un día de júbilo y regocijo cuando las causas que le dieron origen fueran derrotadas.

La religión cívica de los argentinos debe tomar este concepto para sí misma y permitirse, más allá del horror y la angustia, reconvertir en esperanza lo que fue sinónimo de tragedia.

Los responsables de la noche más triste que vivimos los argentinos fueron derrotados, no sólo por la construcción de una democracia que respeta irrestrictamente los Derechos Humanos sino que están siendo juzgados y en muchas casos ya purgan condenas extraordinarias.

Transformar los lugares de la destrucción en cobijo de la celebración no es sino seguir el mandato de la vida misma.

Pero para quienes no les alcanza con esta interpretación que viene de lo más profundo de la tradición Judeocristiana permítanme recordarles que el Edificio de la AMIA, donde hoy se celebra la vida en todas sus formas, fue reconstruido en el mismo lugar donde 85 argentinos perdieron la vida en un brutal atentado terrorista.

En ese mismo lugar donde el odio sembró el horror, hoy los chicos hacen sentir sus risas.

Sería bueno que algunos dejaran de mencionar Auschwitz cada vez que el oportunismo político se los demande. Con Auschwitz no.

En otra de hoy también, La AMIA e Israel, dice:
Esperé una semana para escribir estas líneas pues primero quise expresar mi opinión sobre el Memorándum de la causa AMIA (lo hice el viernes pasado en este diario*). Por un lado, además, me pareció prudente no aumentar la artificial amplificación que los medios hegemónicos le dieron al entredicho entre las cancillerías de la Argentina y de Israel; y por el otro, me embargó la curiosidad por saber cuánto había cambiado la Comunidad Judía en la que me eduqué desde muy joven.

De lo primero, es decir, de poner en su justo término las discrepancias surgidas entre los dos países por el Memorándum sobre la causa AMIA firmado con Irán, se ocuparon los canales diplomáticos de ambas naciones, quienes, en cada uno de sus comunicados, ratificaron la condición de naciones amigas como definición estratégica de sus políticas de relaciones exteriores.

De lo segundo se ocupó la actual conducción de la AMIA.

En efecto, su discurso y los ideales que conlleva cambiaron. Ya no son lo que mis maestros en el Instituto Rambam –que dependía de la AMIA– me enseñaron con fervor.

La visión de Israel como la realización concreta del derecho del pueblo judío a una vida nacional que sea el centro de su desarrollo como pueblo ya no es más un axioma que la dirigencia se vea obligada a defender ante la más mínima duda.

Por ello, más allá de las consideraciones acerca de cómo reaccionaron los dirigentes de la AMIA frente al Memorándum, es gravísimo que no hayan contestado la frase del canciller cuando se refirió a que, como en el atentado contra la sede de la comunidad judía no habían muerto ciudadanos israelíes, ese no era un tema por el que Israel debiera interesarse.

Todo lo que le ocurra al pueblo judío en el Estado de Israel o en las comunidades alrededor del mundo es una preocupación del Estado Judío.

Esa regla básica fue olvidada por los dirigentes de la AMIA y no merecieron ni media letra en la serie de comunicados que emitieron.

Israel, centro nacional del pueblo judío, está ligado espiritual, religiosa y emocionalmente a las comunidades judías donde quiera que estén. Sin que eso signifique una merma en la soberanía de los países en los que esas comunidades se encuentren, ni en la participación ciudadana que los judíos en esas naciones deben llevar adelante como cualquiera de sus compatriotas.

Israel está atenta a lo que le ocurre a los judíos, pues su misma creación es la concreción del milenario sueño del pueblo judío de Israel arevim ze la ze, cuya traducción literal es que cada judío está entrelazado con el otro. Israel como Estado Judío no es ajeno a ese precepto.

Esa omisión vergonzante que una Comunidad segura de su lealtad al país del que forma parte –en este caso la República Argentina– no puede permitirse, es un daño colateral enorme en este episodio.

Afirmar el vínculo de la Comunidad Judía con Israel, y más en la actual situación geopolítica mundial, es algo que la dirigencia de la AMIA debió hacer y no hizo.

Quizá fue un olvido, quizá un cambio radical en el modo de entender la historia del pueblo judío.


Si usted, cumpa, me dice que estas dos notas son notas políticas, yo le voy a decir que de ninguna manera lo son y que absolutamente sí lo son. Y no se ponga nervioso, porque solamente un pavote hace política -de cualquier tipo...- sin que eso implique al mismo tiempo religiosidad.

Que el de Szpolski sea un ejemplo absolutamente brutal de intromisión teológica en asuntos civiles y militares, no quiere decir que no haya intromisión teológica en todos (sí, en todos...) los asuntos políticos, económicos, militares o culturales. A ver si se entera de una vez.

De todos modos, lea bien, hágame la caridad, y piense muy bien lo que se dice allí, porque el asunto tiene harta miga, y le garanto que no saldrá defraudado. Y después hablamos.

Mucho de lo que se dice en estas notas es muy interesante y quién lo dice no deja de tener lo suyo.

Porque es verdad que, si uno tuviera alma de botón, haría que chorreara aquí el cursus honorum del señor Szpolski, porque créame que este muchacho, que todavía no cumple 50 años, ha tenido una vida agitada asaz. Y todo tan público que ni hay que ponerse a buscarlo. Y mejor no me haga trabajar de más a mí y ocúpese usted.

Nos vemos en la próxima.


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* Se refiere a Una indagatoria a cambio de un camello, que publicó el viernes 1 de febrero y que básicamente fue un elogio de Cristina y su estrategia iraní, aunque parece hablarle a más de un interlocutor, tanto de cara a la interna judía, como a los críticos de la acción del gobierno en este asunto:
Prefiero una presidenta honesta que sabe que a esta altura el ritual de reclamar cada año en la ONU la saca del embrollo político pero no le hace Justicia a las víctimas.

La hipocresía de una letanía perpetua que conduce al estancamiento de la causa, puede ser una opción para la vieja política, más acostumbrada a gobernar para las coyunturas que para la historia. Prefiero una presidenta que se arriesga a la crítica y explora otra posibilidad para que la causa avance.

Él sabrá. Yo no.