sábado, 23 de marzo de 2013

Calipso y Odiseo

ἔνθ' ἄλλοι μὲν πάντες, ὅσοι φύγον αἰπὺν ὄλεθρον,
οἴκοι ἔσαν, πόλεμόν τε πεφευγότες ἠδὲ θάλασσαν·
τὸν δ' οἶον, νόστου κεχρημένον ἠδὲ γυναικός,
νύμφη πότνι' ἔρυκε Καλυψώ, δῖα θεάων,
ἐν σπέεσι γλαφυροῖσι, λιλαιομένη πόσιν εἶναι.

Ὀδύσσεια, I, 11-15


Amaba amar el mar amargo,
y el cielo sobre el mar libre de cielo,
la imposible aventura.

Amaba el viento,
el canto de las aves volanderas,
la danza de los gráciles delfines,
la proa tajadora,
el mástil desafiante,
y las velas henchidas de distancia y destino.

Por la tarde sin nubes,
por la mañana suave que le canta en susurros
de una brisa sin origen ni fin,
camina los senderos de esta isla escondida,
trajina los jardines de Ogigia, soledad apartada
del mundo de los dioses y el tiempo de los hombres.

Odiseo, el insomne,
soberano de ardides y de arrojos,
ya pronto será Nadie en brazos de Calipso,
la que esconde y oculta.

Esponsales de olvidos infelices y gratos,
soledad de Calipso y Odiseo.

Y él que amaba del mar amar ese regusto sin confines...,
salado como el llanto
que le hiere la voz y la mirada fiera ahora,
si pronto será Nadie en brazos de Calipso.

Y serás inmortal,
dice la Ninfa bella,
y en mis brazos serás Nadie por siempre,
solo a mi lado,
aquí,
entre peñascos dulces y bosques de ternuras,
oculto de los dioses,
ya lejos de los hombres,
en medio de este mar que te aparta
y te oculta,
solo,
solo en el mar adentro,
solo a mi lado,
aquí,
solo, sin nombre.


Ignorante del ruego tronante de los dioses,
ciego al designio arcano
y a la piedad divina que ya revuelve el cielo,
que trama su ventura
y crece como espuma en la tormenta,
Odiseo, en la playa de Ogigia, la escondida,
suspira y se lamenta en sollozos amargos por su dicha agridulce.