miércoles, 27 de marzo de 2013

Lo que falta

Pasaron unos años ya desde entonces. En aquellos días, como dije, apareció otra vez entre mis papeles para subvenir trabajos ajenos. Pero lo tenía de mucho antes, de cuando eran mis trabajos propios y no los de la prole. Lo tengo todavía en la cabeza, porque en todo este tiempo le di mil vueltas al asunto, que no es difícil, sino al revés, pero es grave.

La voltereta de Góngora en ese soneto es cosa seria. Por lo que tiene de barroca, en primer lugar, y por lo que significa espiritualmente, en segundo lugar, que es más importante.

Está claro que barrocamente opone y contrasta la Encarnación y la Redención. Pero lo hace mal y hace trampa.

De Dios a hombre hay gran distancia, claro: y es una distancia imposible de salvar para el hombre. Pero allí dice, refiriéndose a Cristo, que hay distancia más inmensa / de Dios a hombre, que de hombre a muerte. Y que por lo mismo la Encarnación aventaja a la Pasión y Muerte, y, parece decir, a la Redención misma, porque queda implicada. 

Problema barroco, ciertamente. Esa separación y consecuente oposición entre ambas es un problema. Y está mal. Además, esa oposición sólo funciona -al menos como gracia poética, digamos- si se la ve así: la Redención como Muerte de Cristo. Y eso es barroco en el sentido que digo, que no es el lírico sino el teológico, porque en Cristo la Redención no es menos que Muerte, pero no es sólo Muerte sino que es más que Muerte: si Cristo no ha resucitado, nuestra fe es vana, dice san Pablo. Y dice bien. Pero si dice bien san Pablo, Góngora dice mal.

Sin la Resurrección, Góngora podría tener razón, acaso y según y conforme.

Con la Resurrección, nones.

No se da cuenta, no lo advierte o no lo tiene en cuenta. O prefiere -barrocamente, digo yo- la escena mera de la Pasión y de la Muerte..., de un hombre, parece decir. Impresionante, carnal, sangrienta, conmovedora. Sí. Pero es la Pasión y la Muerte... de un hombre.

Pero hay un punto axial: la finalidad de la Encarnación tal y como ocurrió y como Dios parece haberlo querido por las razones que parece haber tenido, tal como presumimos contemplando el misterio inabarcable de su Plan y sus designios.

Y más de san Pablo al respecto, en la Carta a los Efesios (1, 3-12):
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bienes espirituales en el cielo,
y nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo,
para que fuéramos santos
e irreprochables en Su presencia, por el amor.
Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos
por medio de Jesucristo,
conforme al beneplácito de Su voluntad,
para alabanza de la gloria de Su gracia,
que nos dio en Su Hijo muy querido.
En Él hemos sido redimidos por su sangre
y hemos recibido el perdón de los pecados,
según la riqueza de Su gracia,
que Dios derramó sobre nosotros,
dándonos toda sabiduría y entendimiento.
Él nos hizo conocer el misterio de Su voluntad,
conforme al designio misericordioso
que estableció de antemano en Cristo,
para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos:
reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra,
bajo un solo jefe, que es Cristo.
En Él hemos sido constituidos herederos,
y destinados de antemano -según el previo designio
del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad-
a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo,
para alabanza de Su gloria.

La Parte III de la Suma Teológica se ocupa de esto mejor que lo que un servidor pueda decir. Hay que leerlo allí para refrescar el punto. Y leer a los Padres.


Lo miro y lo miro más y más me parece que, de entender las cosas así como ingeniosamente las presenta Góngora en verso, se ha entendido defectuosamente el sentido de la Redención, y con eso mismo el entero sentido del cristiansimo.

Hasta aquí llego con el asunto.


Ed auguri di Buona Pasqua a tutti!