martes, 23 de abril de 2013

¿Dónde está Dios?




Suelo hacerlo, a veces: abrir al azar el Libro de las Oraciones del padre Castellani y ver qué me salta a la vista.

Esta vez me tocó una especie de soneto; y especie digo porque cuando Castellani escribe -en particular- sonetos, pasa a veces -muchas veces- que parece olvidarse de su propósito formal, olvidarse de que lo que va decir lo pensó soneto, con las reglas correspondiente de ese ropaje lírico, y le sale cualquier otra cosa.

Hay quienes artificiosamente suelen tirar tanto de la cuerda que parecen decir -y dicen, y dicen, sí...- que Castellani tiene permiso para llamar soneto a cualquier cosa. Creo que es una idolatría como otras, y de las tantas que suele haber cuando se trata de personajes a los que se les tiene respeto y afecto, justificados o no.

A veces se me hace que los que han amnistiado a Castellani de esa forma en todo, lo que quieren en realidad es ese permiso para ellos mismos. Quiero decir que el razonamiento que me suena a los oídos es, como si dijera: Castellani es admirable en todo y sus defectos y tropiezos son geniales porque es un genio y no están mal porque son suyos y él es admirable en todo... y así siguiendo hasta que, y cela casi va sans dire, suena por fin el: yo admiro e imito a Castellani y mis defectos y tropiezos no son tales porque son como los suyos y él es admirable en todo y es genial...

En lo que a lírica se refiere, personalmente, y pese al dictamen inapelable del ilustre tucumano, soy de los que defienden a Castellani cuando hace versos y hasta poesía. No tanto que suponga que se puede escribir mala lírica porque a Castellani le salían mal los versos muchas veces y escribía versos lo mismo y como él es admirable en todo y es genial, etc...

Hay que ser medio pavo, creo, para empecinarse en sostener que aunque le salgan mal, le salen bien.

Otra harina es que, pisoteando formas que no son meros formulismos, igual dice cosas que vale la pena que sean dichas. Y otra cosa más todavía -ah, el secundum quid...- es que la misma dicción líricamente renga resulte en ocasiones de alguna manera una forma admisible y hasta eficaz, en su misma renguera, para decir de ese modo eso que se está diciendo. Rasgo de estilo, fuerte personalidad intelectual que a veces avasalla formas y genera nuevas, nuevos moldes, nuevos odres, etc., etc...

Sí.

Pero cuando se trata de calibrar la unidad misma de una obra, sería ciego y necio apartar con la mano la cuestión lírica, y hasta formalmente lírica, con el único propósito de que ni una mácula de desdoro roce a la vaca sagrada. Una verdadera tontera.

Cualquiera que entienda mínimamente algo de poesía, me parece, no tiene por qué retorcerse de ese modo para apreciar la potencia de lo dicho en última instancia, pese al traqueteo chirriante de la primera instancia, que son las leyes no superfluas de lo lírico.

De Chesterton se ha dicho alguna vez, tan descuidado como era en su arreglo personal y su vestimenta, que no era tan grave que tuviera los pelos desordenados en la cabeza, si lo que estaba dentro de la cabeza estaba ordenado. Ahora: decir que estaba bien peinado nada más que porque era Chesterton, es una penosa muestra de adoración a un fetiche.

El caso, al fin, es que me encontré con esto:
¿Dónde está Dios?

"-Por áhi".


¿Dónde está Dios? Por ái. Está en los justos
y está en los pecadores
en los templos vetustos
y en la efímera pompa de unas flores.

Para que no lo adores
semanalmente sólo, a plazos justos
está en la noche insomne de disgustos
y en la aurora de férvidos colores.

Escondido en el fondo de tu fuerte
paciencia o tozudez y en esa frágil
tenue esperanza de vencer la muerte

y en esa atada inteligencia ágil
reina cautiva que conoce cierto
que hay una puerta y -no sé dónde- un Puerto.

Está en la página 315 de la segunda edición que publicó Dictio en 1978. El poema corresponde a la Parte Sexta que se titula Manresa. Como se sabe, el Libro tiene como eje los años que van desde 1946 hasta 1950 y que en buena parte coinciden con la dura estadía de Castellani en aquella casa jesuita española. En la edición primera, el Libro mencionaba los años de 1947 a 1949.

Pero ahora lo curioso para mí es que el soneto está fechado el 4 de noviembre de 1942. En algunas de las otras partes del Libro, hay versos de fechas anteriores a ese período que dije. Pero en esta sexta parte es el único de los 90 que hay allí que tiene una fecha que no corresponde al período 1947 a 1950, que son los años que fechan las otras composiciones de esta sección.

Raro. ¿Qué hace uno de 1942 mezclado, solo, allí? ¿Será de esa fecha?

No tengo la edición de 1951 ni otra edición a mano para cotejar ese asunto. Será otro día.

Me queda la duda también acerca de la puntuación original del texto.

Creo que en este cuarteto falta una coma, por ejemplo, al final del segundo verso:
¿Dónde está Dios? Por ái. Está en los justos
y está en los pecadores (¿,?)
en los templos vetustos
y en la efímera pompa de unas flores.
Como tal vez también al final del segundo verso en este otro que sigue, con lo que cambiaría en algo el sentido, incluso:
Para que no lo adores
semanalmente sólo, a plazos justos (¿,?)
está en la noche insomne de digustos
y en la aurora de férvido colores.
O como al final del primer verso de este terceto magnífico:
y en esa atada inteligencia ágil (¿,?)
reina cautiva que conoce cierto
que hay una puerta y -no sé dónde- un Puerto.
Visto así, pienso, y sin saber si la puntuación es de Castellani o de la edición, ¿habrá sido un traspié del copista ese 1942?

En otro orden, están esos tres heptasílabos de los dos primeros cuartetos, que se me hace que son difícilmente justificables si de soneto estamos hablando, más allá de que, bien medidos, aportan sonoridad y una cadencia sincopada, hasta cierto punto acorde con el asunto del que trata el poema. Permítaseme, por favor, una mención especial para el crescendo en polísíndeton de los dos tercetos: envidiable.

Pero al fin, claro, y al principio y en el medio, está lo que dice.

Y lo que dice es de una fuerza, de una contundencia y de una hondura que no admiten observación alguna, a mi entender. 

La carga existencial del poema es tan densa y tan precisa como lo es su doctrina, y tanto que creo que se podría dar un curso entero de varias disciplinas filosóficas y teológicas con este sólo poema como texto, mascullándolo indefinidamente, sin merma de sabor.

Y no me parece exagerado tenerlo para oración, hasta eso...

Y más todavía en tiempos como los que andan corriendo.






Listo.

Era eso, nomás.