jueves, 13 de junio de 2013

El hueco de la zurda

(Aire de tango)

Los ojos se le fueron deshojando, marchitos,
y un fuego que tenían se apagó lentamente;
la niebla campaneaba los surcos de la frente,
fileteando silencio a versos nunca escritos.

Murmuraba una queja que no se le entendía,
y así, mientras penaba su vino en el estaño,
pasaba por las horas de un día, un mes, un año...
y otro mes, y otro año, como si fuera un día.

Anduvo por las noches amargas de la curda
y se aturdió en zaguanes de la vida fulera.
Pero una madrugada, más limpia que cualquiera,
se le llenó de sueños el hueco de la zurda.

El gaita del boliche, endomingado y triste,
como una comitiva que va a rendir honores,
mes tras mes le llevaba los viernes unas flores
y en la tumba rezaba: "Por todo el bien que hiciste..."

Andá a saber el gaita qué yeite le sabía
para escanciarle un gracias allá en el cementerio.
Nunca nos dijo nada y nos quedó un misterio
más hondo que aquel hueco que nadie conocía.