sábado, 22 de junio de 2013

Pinos de mar


Son pinos de este mar.

Robustos y olorosos en el aire y la arena.

Ya a las costas pinares de este mundo de mar
llega este viento recio, noble.


Queda en vela, conmigo, entre ráfagas duras,
en estas noches claras que me hienden felices,
como agujas de pino turgentes de resinas
que silban en las ramas de este mar aromado.


Voy al rumor alegre de unas playas vacías
y veo un día y otro un sol sereno y alto
que anda por este cielo del sur,
en medio de los fríos que fracasan su furia
y van hacia una primavera perentoria
que me espera.

Y espero.

Celebro el sol y el aire que me han llamado joven
después de tanto tiempo.
Y bendigo este fuego en estos fuegos
que queman las maderas de pinos y perfuman
el mundo de estos bosques sin frontera ni alivio.

Ellos me dicen que estos médanos,

que estas arenas nítidas
que guardan sus milenios sin hablar de estos días,
crecen sonriendo
mientras camino entre bosques de mar,
al paso de otros pasos que me siguen y sigo
y al terrible esplendor de estas mañanas.

Digo que es una belleza nueva,
quieta y antigua,
que se mece en los pinos de mar y que enamora,
y que se alza como una voz más pura
que todas las que he oído
y que canta en mis ojos
y en la piel de mis años.