martes, 16 de julio de 2013

Todavía

El tiempo, claro.

Es un asunto.

A propósito de lo que venía diciendo, pensaba en todavía.

Como indicador de tiempo es un adverbio interesante. Le pasa a otros adverbios lo que a él, pero éste me interesó ahora porque tiene matices inquietantes.

Su definición académica mira hacia el pasado inequívocamente: "Hasta un momento determinado desde tiempo anterior".


Pero el uso dice otra cosa y toma otros caminos temporales, porque el futuro aparece tanto como el presente cuando lo usamos.

¿En qué momento estamos ubicados cuando usamos todavía? ¿Hacia dónde miramos?


Todavía quedan hojas en los árboles.
Todavía estoy escribiendo.
Todavía no saldremos (o no salimos).

Suele decirse, y con toda razón, que aún y todavía son los adverbios propísimos de la esperanza. Y en cuanto tales parecen mirar hacia el futuro y en cuanto a esto último disiento, al menos en parte.

Si bien es verdad que el objeto esperado no está presente y esperamos que habrá de estarlo -no aún, no todavía-, el adverbio -como la esperanza- no están en función tanto del futuro como del presente. El adverbio y la esperanza alimentan el presente no el futuro. Sostienen ahora. De hecho, en el futuro no habrá esperanza, porque no habrá tiempo, y me refiero a eso que consideramos futuro y que en realidad es la eternidad. Pero incluso en asuntos de este mundo, las expectativas se clausuran ante el objeto esperado. Insisto: la esperanza y el todavía que la signa y la acompaña, son para el presente.

En otra dirección, también es verdad que en cuanto a duración e indicación de un estado o circunstancia, todavía puede en cierto modo equivaler a siempre e incluso a nunca, lo que no extraña porque ambas cosas están en el mismo rango.

Todavía soy esclavo.
Todavía no puedo olvidar.

Y así, todavía puede cargarse de exactamente lo opuesto a la esperanza.

En fin.

No tengo ninguna intención de ahondar en erudiciones al respecto, pero, y más allá de los usos y matices, académicos o corrientes, creo que todavía es adverbio de cuidado.

Aunque se entiende que no es el adverbio el peligroso sino que peligrosos somos nosotros.