miércoles, 31 de diciembre de 2014

Inocentes


Trajo una lluvia fresca la mañana
y es el llanto de un día de Inocentes
que libra a unos jazmines penitentes,
florecidos de cielo en mi ventana.
Son coronas de luz, gloria temprana,
que a la tierra fecundan: son vertientes
de aquella sangre de los Inocentes
que por mi bien hace milenios mana.
Mientras la lluvia finamente llora
ese dolor feliz y esos martirios,
un misterio florece en lo profundo.
Jazmines tiernos andan como cirios
que aquella sangre enciende a toda hora
y que iluminan el dolor del mundo.




lunes, 22 de diciembre de 2014

El Dios en la caverna


Unas páginas de El hombre eterno, de G. K. Chesterton.  

El Dios en la caverna. Es el capítulo 1 de la segunda parte.



Y es el caso en estos días que las cuatro palabras son importantes: hombre, eterno, Dios y caverna.









domingo, 14 de diciembre de 2014

Sorete


La historia es conflicto. La historia, en la Biblia, surge de la desobediencia, del pecado. Desobedecer a Dios es poner la responsabilidad de hacer la historia en los hombres. Aunque asimismo la historia los hace a ellos. Porque –vaya si lo sabemos– la historia también la hacen los otros. Y acaso, como hoy, ya no la haga nadie pues nadie puede controlarla. De aquí los aromas apocalípticos que recorren el planeta. Nunca, antes, estuvieron tan presentes. Nunca, antes, tantos locos –desde los halcones del complejo-militar industrial norteamericano hasta los fundamentalistas del Islam, o los imprevisibles de Rusia, Pakistán, India o la derecha israelí– estuvieron en posesión y poseídos por tan destructivos elementos diseñados para la hecatombe, la devastación, por la técnica de modernidad informática.


Es un texto de José Pablo Feinmann y más precisamente el final de su nota de contratapa en Página 12 de este domingo, que lleva el mentiroso título de Reflexiones sobre la historia.

Mentiroso, digo, porque en realidad el artículo está movido por un hecho personal: un tipo en la calle -así lo cuenta por allí perdido, para disimular- se le acercó y le preguntó si él era Feinmann; cuando el interpelado dijo que sí, el tipo le dijo: "Usted... es un sorete kirchnerista". Se dio media vuelta y se fue.

Feinmann, entiendo que herido profundamente en su vanidad sin fondo, elabora estas reflexiones (subterfugios, diría) y va del revisionismo histórico a Heidegger, de sus autocitas librescas hasta sus autocitas mediáticas, escribe libros de innecesarios y gruesos volúmenes, da reportajes, se justifica, da rodeos, busca en los arcones de sus lecturas para exhibir lo que le sirva para atenuar la redondez del apelativo sorete kirchnerista, donde kirchnerista es tan necesariamente evitable como sorete, a su gusto. Aunque lo de sorete sea ilevantable a los ojos de su furia narcisista.

Pero, ahora a mi gusto, lo cierto es que el innominado (y en la nota escarnecido y humillado viandante) apeló a una definición académica, ética, teológica, y escatológica. Y artística, en el mejor sentido de la palabra.

Y así lo definió: "usted... es un sorete kirchnerista"

Dice también Feinmann, con espuma en las comisuras:
Pero me resultaba arduo comprender qué concepto político encerraba la fórmula: sorete kirchnerista. ¿Por qué le resultaba tan sencillo definirme como kirchnerista? ¿Me había leído? No lo imaginaba leyendo alguno de esos libros gordos que, más de uno, tanto me reprocha. ¿Por qué algo tan complejo para mí era tan fácil para él? Había dicho: usted es. Nunca, he dedicado mi vida a la filosofía y la literatura (y pienso seguir haciéndolo largamente), me resultó sencillo el problema del ser. Y, en general, no me gusta ser algo sino estar abierto a mis infinitas posibilidades y ser lo que vaya eligiendo ser. Una roca es. Una montaña es. El universo (que, aunque esté en expansión, no lo sabe) es. Acaso esa buena persona me había hecho un favor. Por fin sabía qué era. Un sorete. Pero no cualquier sorete, sino uno kirchnerista.

*   *   *

Una sola nota le haría al esfuerzo artístico del anónimo definidor. Y de paso al definido.

Lo de kirchnerista puede ser circunstancialmente necesario. Pero es nada más que una marca de época. Un indicador de que alguien es de un tiempo determinado.

Un sorete de esta hora, de estos días, digamos.

Pero con lo de sorete alcanza, entiendo yo.

Porque sorete no está asociado a kirchnerista necesariamente. Es anterior, es contemporáneo y es posterior.

No es una categoría cerrada.

Y hay algo más. Está el verbo por excelencia: "usted...es...", y no indica nada esencial. No podría. Nada es por naturaleza completamente un sorete, en términos ónticos es así.

Hay algo de devenir, hay un in fieri, hay un llegar a ser.

De modo que el definidor anónimo dijo, en realidad: "usted... ha llegado a ser un sorete kirchnerista."

Y tampoco allí lo de kirchnerista es algo más que un accidente, por gordo y denso que sea el accidente.


*   *   *


Tal vez a estas horas, imagino con algo de mala leche, Feinmann estará leyendo su propia nota, y releyéndola satisfecho de haber puesto las cosas en sus sitio y haber aplastado al gusano que se le atrevió y de paso haber bajado línea para asuntos variados y de paso haber mostrado, en 360 grados, su enjundia y erudición y por qué no hasta su grandeza magnánima: cuando un reptil se arrastra, el águila está volando en alturas inalcanzables para los reptantes...


*   *   *


En fin.

Lo dicho: un sorete.




miércoles, 10 de diciembre de 2014

A Garcilaso, en la torre de Muey


Don Carlos no ha dormido, cavilando,
y un sueño de bombardas, catapultas,
y de torres de asalto, lo desvela.

Don Garcilaso de la Vega mira,
a su lado, con ojos de leopardo,
un valle quieto, un alba que amanece
sobre Provenza trovadora en llamas.

Galatea se fue, Elisa ha muerto.

Una niebla de amor anda en el campo
subiendo de los claros, frescos ríos,
y acechando las armas y la piedra
de la Torre de Muey, tan defendida.

Don Carlos tiene a Muey sobre la mesa,
como una torre más. Y traza planes
y mueve, sobre arena, sus ejércitos.
Y quiere la victoria que lo esquiva.

Y Garcilaso mira los collados.

Ve pastores amantes, doloridos,
callando desventuras y ternezas
mientras vagan su sombra por la aurora,
ausentes sus pastoras de su lado.

Los pastores dejaron sus morrales
y sus cayados. Buscan armaduras
y espadas, picas, lanzas, sus escudos,
olvidados del canto y de pacer.

Galatea se fue. Elisa ha muerto.

Y rompe un vendaval: Es Garcilaso.
Brillan las armas. Él, asalta mudo,
fiero en la mano, el corazón transido,
trepando al cielo gris de las almenas
que, como amada, esperan al amado.

Como una amada, Muey se le ha rendido.
Como un amado, Garcilaso ha muerto.
Con el acero le entregó su sangre.
Como una amada, Muey la ha recibido.

Galatea no está. Elisa ha muerto.

Lo Muey ya cae. Y Garcilaso sueña
que en la tercera rueda, mano a mano,
otros valles floridos y sombríos
le muestran a la amada para siempre
ante sus ojos fieros de leopardo
que ahora la ven, sin miedo de perderla.





lunes, 8 de diciembre de 2014

Tandil


Yo vi tu nombre en flor entre retamas
y fue el nombre de un mundo inaugurado.
Y fue un día feliz, serrano, quieto,
que sembraste en mis huesos y en mis ojos.
El aire, que me aroma la memoria,
se parece en lo suave a serranías
que laten en tu nombre y en la altura,
un silencio de piedra tersa y clara.
Voy cada noche por la yerbabuena
que tus lomas exhalan mientras duermes
y en vigilia te miro y te cortejo.
Y ya sin tiempo entonces soy tu nombre,
con una antigüedad que está en mi sangre
y quedará mientras tu nombre exista.




domingo, 7 de diciembre de 2014

Florencia del poeta


Volver a Florencia.

Decirlo es una cosa y lograrlo es otra.

Dante, por ejemplo, es un buen ejemplo.

Jamás volvió y pocas cosas quiso tanto como volver y ser recibido por ella como el poeta de Florencia.

¿Dante, el de Florencia? ¿La Florencia de Dante?

Tal vez, cierta justicia inmanente y poética hizo que Florencia fuera notable por Dante, al final, y no Dante por haber sido de Florencia, como él mismo anheló toda su vida.


*   *   *


Hace unos meses, un grupo entusiasta pidió la exposición de un trabajo sobre la Commedia de Dante Alighieri, asunto que excede a un servidor en cualquier caso.

En cualquier caso, también, el resultado queda aquí para quien sea gustoso de leerlo.











Danza tu voz


Y vi nacer tu voz y te veía
como un ave de luz bajo la sombra
de la noche, que en vilo nos tenía.

Y vi nacer tu voz y vi que había,
en el ángel lucido que te nombra,
manantiales de amor y mi alegría.

Danza tu voz ahora y la mañana,
en arabescos tibios y sutiles,
se mece en tu donaire de pavana.

Danza tu voz y una dulzura arcana
en acordes soleados y gentiles,
me deja tu perfume de manzana.





sábado, 6 de diciembre de 2014

Infidelidad (II): el esclavo se escapó




La historia de una infidelidad, a veces, tiene que ser dicha con cuidado. Hay que darse cuenta de que no siempre es sencillo entender las razones por las cuales se llega a ella.

Nomás hablar de este asunto en una entrada anterior y nuevas cosas aparecen como a propósito para poder decir algo más al respecto.

Esta vez pasa en el sur de la Francia. Saintes, más precisamente, donde aparecen más esqueletos misteriosos en una necrópolis asociada a un anfiteatro en el que se medían gladiadores con otros tales o con bestias.

Ahora el asunto es que encontraron en estos meses unos esqueletos engrillados que parecen son del sigo I ó II de la era cristiana; lo que es un decir, porque en esos siglos Roma no tenía intenciones de ser cristiana en modo alguno y más bien al contrario.

Los científicos podrían haber sacado algunas conclusiones interesantes a propósito de los cadáveres de gladiadores, criminales o esclavos -más probable, lo primero y después lo tercero-, uncidos con argollas de hierro en sus cuellos, tobillos o muñecas y con algunas heridas en sus huesos como de dentelladas animales.

Por ahora y para el gran público, la cuestión es solamente que el martirio (dicen con entendible liviandad) de estos pobres hombres se extendió por 2.000 años, hasta ahora en que fueron rescatados, donde rescate significa vaya a saberse qué, aunque se entiende que habrán querido decir que, como estuvieron todavía engrillados estos dos mil años, su liberación llegó cuando llegaron los arqueólogos a descubrir su estado, y de ese modo fueron liberados con retroactividad. Creo que, en el mejor de los casos, serán trasladados con cuidado a un museo y serán exhibidos con sus grilletes y todo.

Podrá parecer que voy a forzar el argumento. Pero tal vez podrían haberse preguntado estos arqueólogos por qué ya no es tan fácil que encuentren lo mismo de la misma manera en la Francia de Clodoveo y de allí en más.

Pero creo que a los científicos tales esa pregunta no se les ocurriría.

También ellos son hijos de algunas infidelidades y su condición -tan involuntaria como voluntaria- les impide ver en primer lugar que el cristianismo hizo a Europa y que los esclavos y los gladiadores fueron rescatados de distintos modos y bastante antes de que los arqueólogos los descubrieran hace un año.

Lo que pasó con Francia después de Clodoveo y san Remigio, ya es otra historia. Repleta, eso sí, de más y más infidelidades.

Infidelidades que trajeron algunas esclavitudes mayormente incruentas, aunque no solamente.

También grilletes, aunque no siempre de hierro y hoy por hoy casi nunca de hierro, lo cual ha poblado de esclavos vivos el orbe, eso sí, aparentemente libres.

Y tan libres que solamente reconocen la esclavitud cuando la ven en los trozos de hierro que adornan un esqueleto de 2.000 años.






viernes, 5 de diciembre de 2014

Tu voz de cielo


El cielo de una voz hace que el cielo
vuelva a ser aire azul enamorado
y deja el tiempo todo sin pasado
y sin futuro, en un presente en vuelo.
El cielo de una voz que te ha cantado
una vez y otra vez el ritornello
del beso y de la flor y del pañuelo,
hace del aire un cielo perfumado.
Eso puede una voz. Eso nos hace
cuando a su luz el aire se enternece
y el cielo es como un niño cuando nace.
Eso hace una voz, nos estremece.
Nos libra de la noche y amanece
mientras la voz de cielo nos abrace.




El sol y el ángel


Miraba el sol al ángel que lucía
como un rayo de plata enamorado
del aire, que de amor se le rendía.

Y el sol de fuego, en fuego ya abrasado,
vio que su ardor apenas parecía
un silencio de luz desalentado.



jueves, 4 de diciembre de 2014

Infidelidad



Una historia de infidelidad traerá siempre consigo algún escándalo. Es inevitable. Por conmovedora que sea la historia, y no sólo para los amantes.

No hay modo de hablar del asunto sin que haya alguna o mucha indignación y es razonable que sea así. Algo de lo que está en juego lo justifica. Como es verdad que la curiosidad se acicatea con los secretos que acompañan a las infidelidades. Como es cierto que no se sacan ventajas las infidelidades de los varones y de las mujeres.

Hay infidelidades, es verdad, que significan más que otras. Pero no hay modo de escudarse en eso para que unas u otras se beneficien con la irrelevancia o con la importancia.

Hay infidelidades memorables, también es verdad. Y hay nombres de toda suerte en todo ámbito  implicados en el asunto milenario de la infidelidad.


*   *   *


Una noticia de ayer que viene de Inglaterra nos habla de dos infidelidades. Una grave y otra no tanto. De la grave no se habla, de la no tan grave, sí.

Se dice que unos restos encontrados al excavar en un estacionamiento en el centro de Leicester y que se suponía podían ser los del shakespereanamente terrible Ricardo III (1452-1485), son efectivamente los suyos de él.

Con más de 10 heridas espantosas, dicen, Ricardo murió en la batalla de Bosworth, la que libró contra Enrique, y en la que la dinastía de las dos rosas perdió la corona a manos de los Tudor.

Dice al pasar la noticia que tras la muerte, Ricardo fue enterrado en Greyfriars, lugar cercano a la batalla, en el centro de Inglaterra.

Dice también que para determinar que Ricardo era Ricardo, científicos se sirvieron de adn de algunos descendientes y lo compararron con los restos del rey.

Y dice finalmente también, y así se titula el asunto, que el estudio genético parece mostrar, casi sin dudas, que en algún lado por aquellos años, una mujer real tuvo un hijo de alguien que no era su marido. Cosa que en este caso pone en entredicho nada menos que a 8 reyes de aquel tiempo y el problema podría extenderse al presente, detalle que parece que a los genetistas británicos no los inquieta demasiado, porque las paternidades presuntas de algunos de aquellos nobles tienen algún índice de falsedad ya comprobado.

Como fuere, el descubrimiento alcanza para titular con la posiblemente desastrosa infidelidad de alguna reina, descubierta por casualidad. Y de allí en más el escándalo consabido. Tan político como conyugal, digamos. No se sabe quién exactamente, pero alguna reina fue infiel, y con ello le dio a Inglaterra posiblemente reyes sin derecho al trono, o que reinaron sin derecho.


*   *   *


El asunto de veras serio es Greyfriars. Por lo menos, para mí y en este caso. Porque ese nombre es aquí la cifra de otra infidelidad -la de veras grave- de la que nada se dice.

¿Por qué lo enterraron allí al rey Ricardo? Porque en ese preciso lugar había una abadía de franciscanos desde principios del siglo XIII. Frailes grises o pardos, en razón de su hábito franciscano característico. De eso da cuenta cualquier mapa de Leicester, porque la toponimia los recuerda no una vez, sino muchas.

¿Y por qué no está la abadía y hay allí ahora un estacionamiento? Por uno de los descendientes de aquel Enrique que ganó la batalla en la que murió Ricardo, que fue otro Enrique famoso, el octavo, y por sus leyes de 1538 sobre la expropiación y vacío de los monasterios, éste de los Greyfriars incluído, que tras vacío, fue demolido con cierta saña. 

Y entonces ya no una reina, sino toda o casi toda Inglaterra resultó infiel.

Y fue así que, en nuestros días, en el mismo momento en que los ingleses ponían a la luz los restos de Ricardo, quedaron a la luz dos infidelidades y no una.


Pero las noticias hablan solamente de una.





miércoles, 3 de diciembre de 2014

Lo irreparable


Hace apenas algunos pocos días, viví una de esas pérdidas que a veces llamamos irreparables, y a veces sin medir lo que realmente significa irreparable. Pero es verdad también que a veces las llamamos así no sin razón; porque, tanto en la realidad como en nuestro corazón, hay pérdidas que no pueden reponerse: personas, seres, situaciones, vivencias, cosas que son, por irrepetibles, irrecuperables. Porque hay personas, seres, situaciones, vivencias, cosas que desaparecen y perdemos, y así de pronto se revisten de una ausencia tal que las pone en ningún lugar, las des-realiza y las hace, de algún modo, nada.



*   *   *


No estamos hechos para la nada y la no existencia.

Creo que pasa también eso de algún modo con los recuerdos. Olvidar y darse cuenta de que hemos olvidado personas, seres, situaciones, vivencias, cosas, nos enfrenta de algún modo a la nada. Recordar de pronto lo que hemos olvidado puede darnos alegría, si lo recardado es feliz, pero tiene un sabor agridulce también, porque algo de la nada se cuela en el olvido y se hace patente precisamente cuando aparece el recuerdo y lo hace con una presencia que ha sido recuperada de una nada circunstancial en la que estuvo, una nada subjetiva y circunstancial pero que sentimos como universal y perdurable.  


*   *   *


Qué poco sabemos, qué corta es nuestra mirada cuando miramos la historia. Y nuestra historia personal, especialmente. Porque si acaso medio a oscuras entendemos algo del mundo alrededor y ajeno, nos es más difíicl el entendimiento del propio.

Dicho con justicia, las cosas son lo que son. Y así se nos presentan de un modo claro en su misma realidad, aunque muchas veces con una carga fuertemente simbólica. Y la mayor parte de la veces no entendemos ninguna de ambas cosas: ni lo que pasa ni qué significa lo que pasa. Y así es como se nos escapa habitualmente, con el significado, también el sentido, la dirección, la finalidad.

Tanto de nuestras pérdidas irreparables, como de las presencias que de pronto se presentan.


*   *   *


Apenas un poco después (¿horas después?) de haber vivido eso que a veces nos parece una pérdida irreparable, pasó que algo completamente ajeno al mundo de aquello perdido -pero tan parte de mi vida como lo otro- se presentó de pronto, súbitamente.

Inesperado. ¿Completamente inesperado? Y ahora pienso si acaso no sería posible que, en una sinfonía que no conozco, en una partitura que no sé leer del todo, una cosa y otra tuvieran que ocurrir casi a la vez, quién sabe por qué, pero aparentemente en mi beneficio.

Y entonces, fue así que la pérdida tuvo que convivir con una presencia, disputándose en el corazón el espacio y el tiempo.

Se sabe que toda pérdida (no importa su dimensión o importancia) supone y hasta exige de algún modo un funeral, un duelo. Un dolor. Porque si lo perdido es un bien, siquiera un bien relativo o menor, el dolor es la respuesta, el dolor es una especie de tiempo y espacio de despedida a lo perdido. Y más a lo perdido irreparable.

Pero, ¿es posible el duelo si un hecho feliz, si una presencia feliz inesperada, desvía la mirada del corazón y le ofrece una esperanza tan irreparable como la pérdida? Irreparable esperanza que no necesita repararse porque es entera, y no porque no pueda repararse por irrecuperable.


*   *   *


Como obligados al dolor por la ausencia de algún bien perdido, podríamos no ver la esperanza que viene con la presencia de un bien inesperado.

Y, sin embargo, que no podamos ocultar ni ocultarnos la alegría de una presencia súbita que opaca la pena de una ausencia irreparable, debería sernos suficiente indicio de que nuestra vida -y la historia entera- no es una sucesión de momentos. Y debería ser un indicio de que las cosas no pasan porque sí.


Y hasta un indicio de que irreparable podría tener un significado paradojal y misterioso. 





martes, 2 de diciembre de 2014

Fin del camino



En El Hobbit, Bilbo canta esta canción al volver a la Comarca después de haberse enfrentando al dragón:
Los caminos siguen avanzando,
sobre rocas y bajo árboles,
por cuevas donde el sol no brilla,
por arroyos que el mar no encuentran,
sobre las nieves que el invierno siembra,
y entre las flores alegres de junio,
sobre la hierba y sobre la piedra,
bajo los montes a la luz de la luna.

Los caminos siguen avanzando
bajo las nubes, y las estrellas,
pero los pies que han echado a andar
regresan por fin al hogar lejano.
Los ojos que fuegos y espadas han visto,
y horrores en salones de piedra,
miran por fin las praderas verdes,
colinas y árboles conocidos.

Roads go ever ever on,
Over rock and under tree,
By caves where never sun has shone,
By streams that never find the sea;
Over snow by winter sown,
And through the merry flowers of June,
Over grass and over stone,
And under mountains in the moon.

Roads go ever ever on
Under cloud and under star,
Yet feet that wandering have gone
Turn at last to home afar.
Eyes that fire and sword have seen
And horror in the halls of stone
Look at last on meadows green
And trees and hills they long have known.

Bilbo en The Hobbit, 19

Años después, cuando se va ya viejo y sale de la Comarca por última vez, vuelve a cantar:

El camino sigue y sigue
desde la puerta donde comenzó.
El camino ha ido muy lejos,
y si es posible he de seguirlo
recorriéndolo con pie decidido
hasta llegar a un camino más ancho
donde se encuentran senderos y cursos.
¿Y de ahí adónde iré? No podría decirlo.

The Road goes ever on and on
Down from the door where it began.
Now far ahead the Road has gone,
And I must follow, if I can,
Pursuing it with eager feet,
Until it joins some larger way
Where many paths and errands meet.
And whither then? I cannot say.


Bilbo en The Lord of the Rings, The fellowship of the Ring, I, 1

Tiempo más tarde, saliendo con sus amigos de la Comarca, al iniciar su propio viaje, es Frodo el que canta esta canción, aunque su pie está ahora fatigado y no decidido:

El camino sigue y sigue
desde la puerta donde comenzó.
El camino ha ido muy lejos,
y si es posible he de seguirlo
recorriéndolo con pie fatigado
hasta llegar a un camino más ancho
donde se encuentran senderos y cursos.
¿Y de ahí adónde iré? No podría decirlo.

The Road goes ever on and on
Down from the door where it began.
Now far ahead the Road has gone,
And I must follow, if I can,
Pursuing it with weart feet,
Until it joins some larger way
Where many paths and errands meet.
And whither then? I cannot say.


Frodo en The Lord of the Rings, The fellowship of the Ring, I, 3.

Es Bilbo quien canta por última vez esta canción. Están en Rivendel y los hobbits han vuelto de su terrible aventura:

El camino sigue y sigue
desde la puerta donde comenzó.
El camino ha ido muy lejos,
que otros lo sigan si pueden.
Que ellos emprendan un nuevo viaje,
pero yo al fin con pies fatigados
me volveré a la taberna iluminada,
al encuentro del sueño y el reposo.

The Road goes ever on and on
Out from the door where it began,
Now far ahead the Road has gone,
Let others follow it who can!
Let them a journey new begin,
But I at last with weary feet
Will turn towards the lighted inn,
My evening-rest and sleep to meet.


Bilbo en
The Lord of the Rings, The Return of the King, VI, 6.

Pero Frodo agrega todavia algo más cuando sale de la Comarca rumbo a los Puertos Grises, antes de partir definitivamente (algo así ya había cantado con algunas variantes, al principio de la historia, en otros tiempos y en otro estado de ánimo).

Aún detrás del recodo quizá todavía esperen
un camino nuevo o una puerta secreta;
y aunque a menudo pasé sin detenerme,
al fin llegará un día en que iré caminando
por esos senderos escondidos que corren
al oeste de la Luna, al este del Sol.

Still round the corner there may wait
A new road or a secret gate,
And though I oft have passed them by,
A day will come at last when I
Shall take the hidden paths that run
West of the Moon, East of the Sun.


Frodo en The Lord of the Rings, The Return of the King,  VI,  9.


*   *   *


La canción tiene sus variaciones, se ve y ya se sabe.

Pero el sentido es el mismo, en todo caso, aunque la canción diga que el camino sigue y sigue.



Porque todo camino tiene un final.






viernes, 28 de noviembre de 2014

1914 - 2014: Aniversario del queso y el ron

 

En tiempos como los que corren, es una obviedad recordar 1984, la novela de George Orwell (o Eric Blair, si prefiere llamarlo por su nombre...) Y es claro que esa ya tópica distopía (ay...) está entre otras en una lista de las llamadas pedante y precisamente distopías, que son lecturas frecuentes en estos días, tal vez porque se parecen. Digo que tal vez se parecen las novelas a estos días.

Las hay de toda laya, yendo de las cosas del cielo a las de la tierra (y de las cosas de la tierra, de cuando finalmente le llegue a la tierra el Cielo...)

Y las hay muy serias y coloridas, imaginativas y tensas, proféticas y agudas, en todo el andarivel.

Igual, un servidor recomendaría releer la obra de Orwell. Más allá de los motivos y los paisajes interiores que hayan acuciado al inglés, que tuvo sus motivos y sus intenciones para pintar lo que pintó en el relato que publicó en 1949.

Tal vez sea verdad que Orwell pudo haberse decidido por el título 1984 recordando que en ese año ocurrían los hechos significativamente disparatados que Chesterton relata en El Napoleón de Notting Hill, en otra de esas imaginaciones de futuros grises y agrios, aunque en el caso del inglés gordo tengan un calado simbólico más elaborado que en el del inglés flaco.

Como fuere, una descripción de quién, a quiénes y cómo gobierna en el mundo en ese 1984 es bastante para entender la utilidad que puede tener su lectura. Los extravagantes y terribles Ministerios del Amor, de la Verdad, de la Paz y de la Abundancia, sus verdaderos objetivos más allá de sus nombres seráficos (respectivamente: la tortura y el horror, la falsedad y la mentira, la guerra y las discordias, la pobreza y la hambruna) y la existencia de la disolvente neolengua que postula Orwell para el futuro como un puntal de la desesperación y la confusión, serían también suficientes elementos -más allá de la historia ácida y desesperante de Winston Smith, el protagonista-, para que la obra tuviera algún valor.

Sí.

Claro. No es la única, como dije. Pueden leerse varias. Y todas.

Pero.

No importa cuáles y cuántas lea, mi amigo. Dése usted un atracón, incluso si es de los que quieren alimentar su afán prófetico y hasta quieren desbocar su apetito desordenado de avistamiento de futuros.

Hágame caso: si quiere ver si en el pasado alguien habló en novelas del futuro, y ver si eso que dijo es nuestro presente (y tal vez nuestro futuro, también), lea nomás. 

Pero.

En cualquier caso, lea lo que leyere, lea a la vez La hosteria volante de Chesterton. Y nada de todo aquello lea solamente sin leer esta otra novela.

No es menos futurista. No es menos distópica (ah..., al carajo con las palabritas...)

En The Flying Inn tendrá ocasión de paladear símbolos, advertencias, profecías y disparates con sentido, creo.

Y sobre todo uno (o varios en un trazo): porque en cualquier momento puede pasar -si ya no tiene que estar pasando- que uno se lleve el cartel de una taberna y ande por el mundo con un barril de ron y una horma de queso al hombro, dando de beber y de comer a quienes tanto lo necesitan, siendo para ellos en algo posada y taberna itinerante, lo que es casi casi un oxímoron si se piensa que la posada es el símbolo del estado de término, del puerto, del lugar hacia el cua se va, al cual se llega para ya no ir más allá.

Y cuando haya hecho esto, cuando haya leído esos disparates chestertonianos, todavía le quedará la fascinante tarea de entender lo mejor que pueda qué significa sacarle el cartel a una taberna e ir cargándolo para que la taberna ande por el mundo flameando su insignia y yendo a los hombres, y qué significa tener que cargar por el mundo con un prohibido barril de ron y una interdicta horma de queso, para alimento y regocijo de los hombres, si es que ya no queda otra casa, otra posada adonde puedan expandir los hombres fatigados su descanso y su gozo.

Chesterton escribió esto en 1914, hace 100 años.

Feliz cumpleaños.





jueves, 13 de noviembre de 2014

Milagro difícil




Vladímir Yegórovich Makovsky, artista ruso, realista, pintó en 1887 este óleo al que llamó Milagro en Caná (o algo parecido: Чудо в Кане...), y fue más o menos en tiempos en que ya comenzaba a ser socialista activo. Murió en 1920, con lo que apenas derivó en la revolución bolchevique.

Estuve buscando una pintura sobre las Bodas de Caná porque se me ocurre que es un episodio tan fácil como difícil de mostrar plásticamente. Y, hasta donde veo, efectivamente así es. O por lo menos a un servidor no lo conforma del todo ninguna de las cosas que vio.

No que no haya cosas que ver y algunas interesantes; sin embargo, mientras buscaba, me quedé con este cuadro, provisoriamente, más que nada por el clima: por el fondo, esas gentes bajo ese alero, por esa figura secundaria pero fuerte de la Virgen, como en un confiado segundo plano.

Pero, en éste como en otros que miré, es notable más bien lo que falta que lo que hay. En lo que a mí respecta, basta con leer el pasaje en las Visiones y Revelaciones de Ana Catalina Emmerick para darse cuenta de que el pasaje del evangelio de san Juan (2, 1-11) que relata el asunto es todavía mucho más significativo de lo que uno podría creer (*).

Y quién sabe si de allí tal vez no le venga la dificultad a la hora de pasar al lienzo.

No imagino el modo como el relato de la vidente alemana pudiera hacerse cuadro. Debería tener tantos matices y detalles, debería ser tan dinámico que no creo que pudiera ser solamente un cuadro, salvo que fuera uno en movimiento.

Y después, como si ya no fuera demasiado con lo menos, está lo más: el retrato de Jesús que de ese texto surge.






Y no, mi estimado: no se crea que este comentario es nada más que una apostilla sobre plástica y óleos. Ni tampoco una curiosa búsqueda de curiosidades biblícas (que están o no en la Biblia...)


No.


Lea bien.




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(*) Si me permite sugerir, son los capítulos del X al XII los que cuentan.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Dios y la polis




Hay que considerar también cuántos son los elementos sin los cuales la ciudad no podría existir, ya que las que llamamos partes de la ciudad, deben figurar entre ellos necesariamente. Hay que enumerar, entonces, las actividades propias de una ciudad, pues a partir de ellas quedará clara la cuestión. En primer lugar, debe haber el alimento; después, oficios (pues la vida necesita muchos instrumentos); en tercer lugar, armas (los miembros de una comunidad deben necesariamente tener armas, incluso en su casa, por causa de los que se rebelan, para proteger la autoridad y para defenderse de los que intentan atacar desde fuera); además, cierta abundancia de recursos, para tener con qué cubrir las necesidades propias y las de la guerra; en quinto lugar, pero el primero en importancia, el cuidado de lo divino, que llaman culto; en sexto lugar y el más necesario de todos, un órgano que juzgue sobre lo conveniente y justo entre unos y otros. Tales son pues los servicios que necesita, por así decir, toda ciudad (pues la ciudad no es una agrupación de personas cualquiera, sino, como decimos, autárquica para la vida). Y si ocurre que uno de estos elementos falta, es imposible que esta comunidad sea absolutamente autárquica. Es necesario, entonces, que la ciudad se constituya teniendo en cuenta estas funciones.

El fragmento está en el libro VII de la Política de Aristóteles (8, 1328b, versión de Gredos). Y apareció citado en un trabajo sobre otras cuestiones (trabajo notable por varias razones, hay que decirlo) que leía días pasados.

Parece bastante sencillo el asunto. O parecía. Porque, a la vez, parece claro que Aristóteles -y otros con él, hace milenios- sabían cosas que, andando el tiempo, los hombres hemos olvidado. O ignorado. O combatido, si vamos al caso.

Hay que ver.




martes, 4 de noviembre de 2014

Haciendo huevo (II)




El problema no es la ciencia. Si este hablar rapidito con algunos nombres que parecen científicos es ciencia.

Después de todo, lo primero que una ciencia podría ofrecer es algunas certezas, si es ciencia de veras. Y con las certezas, si lo son, no hay problema.

El problema es la fe. Y más específicamente la fe en esa divinidad inarrugable que querría ser la ciencia, si es ciencia la de la muestra que dejé antes. Y también la fe en extensión obligada a sus sacerdotes: los científicos de esa ciencia.

El problema son las supuestas certezas de esa fe. Y la petulancia de esos sacerdotes.

Desvelar un enigma es el nombre políticamente correcto en ese ámbito con el que se dicen dos cosas opuestas: no hay misterios y conocemos el secreto de los misterios.

El asunto es que hay en esa exposición disparatada de apenas 3 minutos tantos supuestos afirmados como verdades oscuras de una fe luminosa, que no hay modo de avanzar en el razonamiento sin aceptar como ciertas unas proposiciones al menos no probadas, cuando no simplemente caprichosas. Y lo peor es que siendo improbables, se las considera más que posibles: necesarias.

Así desvelo enigmas hasta yo.

Los científicos tienen mala leche la mayor parte de las veces.

Pero la peor mala leche es la de hablar como si estuvieran exentos de la mala leche porque lo que dicen no está sujeto a discusión: no hay intención, hay hechos incontrastables. Y eso mismo en el nombre sacro de la ciencia de la que son sacerdotes. Típicamente circular, claro, porque en cuanto se salieran de ese círculo no podrían explicar lo que pretenden hacernos creer, más que lo que pretenden explicar, porque explicar no explican.

Hay allí tantos condicionales dichos con la petulancia del fanático, con el terror del que sabe que le está faltando algún que otro hecho que ni quisiera pensar. Y mucho menos creer.

Pero debría creer si quiere aprender.

Sí, amigo: creer. Con guardapolvo blanco y todo. Con pizarrones llenos de fórmulas y todo. Con adn y todo.

Sí, creer.
En todo conjunto ordenado de seres vemos que hay dos cosas que concurren a la perfección de la naturaleza: una de ellas, el impulso propio; otra, el que reciben de la naturaleza superior. El agua, por ejemplo, por propio impulso tiende hacia el centro; pero por el impulso que recibe de la luna se mueve alrededor de ese centro con un movimiento de flujo y reflujo. Otro tanto ocurre con las esferas de los planetas: por sí mismas se mueven de occidente a oriente; impulsadas por la primera esfera van de oriente a occidente. Pues bien, la naturaleza racional creada es la única entre todos los seres que dice un orden inmediato a Dios, participando de la perfección divina o en el ser, como los seres inanimados, o también en la vida y el conocimiento de las cosas singulares, como las plantas y los animales. Pero la naturaleza racional, en cuanto conoce la razón universal del bien y del ser, dice un orden inmediato al principio universal del ser. Por lo tanto, la perfección de la naturaleza racional no consiste solamente en lo que le compete por su naturaleza, sino también en lo que recibe por participación sobrenatural de la bondad divina. Por eso hemos dicho en otro lugar (1 q.12 a.1; 1-2 q.3 a.8) que la bienaventuranza última del hombre consiste en la visión sobrenatural de Dios. Pero esa visión sobrenatural no puede conseguirla el hombre si no es tornándose en discípulo que aprende de Dios, su doctor, a tenor de la expresión de San Juan: Todo el que escucha al Padre y aprende su enseñanza, viene a mí (Jn 6,45). Sin embargo, el hombre no se hace partícipe de esa enseñanza de repente, sino de una manera progresiva, según el modo de su naturaleza. De ahí que la fe es necesaria en todo el que aprende, para así llegar a la perfección de la ciencia, como lo atestigua el Filósofo: Es necesario que el discípulo crea. En conclusión, para que el hombre esté en condiciones de llegar a la visión perfecta de la bienaventuranza, debe creer en Dios como el discípulo en el maestro que le enseña.
Eso está en la Suma Teológica (II-II, q. 2, a. 3) y la cita del Filósofo que allí se menciona es de Aristóteles, en sus Refutaciones sofísticas (2, 165b3).


Y no se refiere solamente a la fe. Es decir, a la Fe.

Lea bien. 

Total que tengo para elegir. Por un lado hay un grupín callejero, con voz y traza de nerd, que me pone un huevito debajo de un vasito y mueve los tres vasitos que puso sobre una tablita, rapidito y taimado, para hacerme creer que me acaba de explicar más allá de toda discusión qué es primero: si el huevo o la gallina. Por otra parte, tengo que lo que pasó el quinto día de la creación tal como cuentan los versículos 24 y 25 del capítulo primero del Génesis.

Si le digo la verdad, fe por fe, creer por creer, prefiero una religión que me pida un inicial acto de fe y que después venga anunciando misterios y enormidades, antes que estas artes de prestidigitación que con la excusa autoafirmada de que desvelan (¡basta!: en la pampa se dice develan...) enigmas desde Grecia hasta hoy, me meten el perro, perro que no existe y en el que debo creer, claro...

Y no estoy hablando de la fe que me exigen sin ningún derecho, que después de todo el de la fe (el de la Fe) es un territorio que ellos mismos -los más- desprecian, superados y racionales. Sino que ahora estoy hablando del más próximo territorio de la lógica y de la lógica que hace ciencia, que supuestamente es el territorio que adoran y del que se han apropiado sin tener tampoco allí ningún derecho.

Ah, si al menos no la maltrataran hasta hacerla parecer estúpida...



lunes, 3 de noviembre de 2014

Haciendo huevo


¿Tiene tiempo que le sobre?

El asunto es así: usted, cumpa, se me mira este bonito video y después, si tiene ganas, hablamos de religión.

Tiene que estar atento y, si sabe algo de lógica (me refiero al sentido común de un sujeto medio, alerta, como si viera a un prestidigitador en la calle que trata de sacarle algunos maravedíes con un huevito debajo de alguno de los tres vasitos que mueve con arte y astucia...), digo, si está alerta, verá y oirá cosas maravillosas...

Si quiere ir a la fuente, siga a estos muchachos, de quienes estos nabos dicen que son los que resolvieron un enigma que desvela a la humanidad desde la antigua Grecia...








miércoles, 22 de octubre de 2014

Buey, ángel, puerros y pañales




El quinto día del Heptamerón de Leopoldo Marechal está dedicado a La Poética y esta composición está dividida a su vez en dos partes Biografía del Poeta y Arte Poética.

De esta última parte, que Marechal dedicó a Rafael Squirru en 1964, están tomadas estas estrofas que dejo aquí.

2

La complexión monstruosa del poeta
se afirma en el contraste de su noble mirada:
con el ojo derecho mira en horizontal,
como el buey de paciencia cotidiana
o el hombre de peinado triste y obligatorio;
con el izquierdo mira en vertical,
según la ley del ángel,
hacia la flor abierta de todas las alturas.
Y es así, Rafael, como el aeda,
puesto en aquel dualismo del mirar,
traza la resultante de una y otra visión
y se queda en la oblicua peligrosa del monstruo.
¿Es un buey  en tangencia con el ángel
o un ángel que ha rozado la tangente del buey?
La humanidad, fluctuando en esa duda,
guarda un mutismo casi respetuoso.

3

No obstante, la Experiencia de golpeado esternón
esgrime su verdad en este axioma:
“Todo poeta es una zarza hostil
en el campo de puerros de la Sociología”.
Rafael, cuando el hombre municipal eructa
canciones licenciosas en su baile de un año,
el poeta, cubierto de ceniza,
le vuelve a recordar en sus estrofas
aquel sabor eterno que nos fue prometido.
Y cuando al fin el hombre rasga sus vestiduras
y se arropa en un llanto de ternero,
el aeda lo invita, sin pudor, a la danza
y le ofrece los vinos tintos de su locura.
Por eso los mortales, con buen juicio,
lo prefieren guardado en su ataúd
(tal un roto violín en su estuche de felpa),
o erecto en una estatua que insultan las palomas
cuatro veces al día.

4

Rafael, en el Arte Poética yo entiendo
trazar la biografía de mi alma.
Tempranamente allá en el Sur, ¡oh, días!
el  esplendor terrible de las formas
enamoró mis ojos y despertó en mi lengua
los urgentes afanes de la música.
Si yo aticé la llama de potros exaltados,
antes los admiré como frutas del Verbo.
Y allá en el Sur, cuando pesaban otros
la carne de las cosas,
yo las nombré temblando, y fueron mías.
Pero más tarde puse yo los ojos
en mi propia natura de cantor,
para escrutar su enigma y adivinar sus leyes:
¿Quién era yo, ese niño que alborotaba idiomas
en un silencio duro como la geología?
El Arte que ya escribo es la respuesta.

5

Frente al Verbo admirable
y en su línea, yo soy
un haz de lo posible musical.
Descubrir esta esencia junto a un caballo moro
se parece a encontrar una llave perdida.
La tomo y abro: si en el Verbo soy
una espiga de música posible,
debo guardar fidelidad al Verbo
y proferir en acto lo que calla en potencia.
Es un trabajo ad intra por el cual yo realizo
lo que le corresponde a mi substancia.
Y esa conformidad del portalira
con su naturaleza inalienable
debe ser anterior al canto mismo
y a toda pesadumbre de laureles.
Rafael, cierta noche, junto a un caballo moro,
vi yo a la Metafísica en pañales.

¿Y por qué está esto aquí?

Quién sabe.

Tal vez sean tiempos para aquellos que Marechal llama en su obra el Poeta, hagan versos o no.

Tal vez sean tiempos ahora más que antes en los que es más necesaria la mirada horizontal del Buey, pero también la vertical del Ángel y ambas en una oblicua peligrosa.

Y tal vez haya que mirar más que antes y por un tiempo todavía con la oblicua peligrosa del Monstruo, trazando la resultante de una y otra visión, como dice allí. Y eso porque nadie tiene derecho a ser sólo Buey si no es sólo Buey, como tampoco tiene derecho a ser sólo Ángel si no es sólo Ángel. Y tal vez ahora menos que nunca.

Tal vez el campo de puerros de la Sociología -de la Sociología de cualquier tipo, que las hay de todas clases en toda cosa- todavía tenga que soportar -y haya que hacerle soportar- la zarza hostil del poeta que traspase el cuero duro del Buey horizontal, para que no se apoltrone creyendo que la horizontal nunca acabará, y mantenga a la vez en la altura la presencia del Ángel, que le diga a los hombres que el destino es la altura y más allá de la altura. Y eso para que no se olvide que en la historia de los hombres, en este mundo bajo la luna, no somos ni una ni otra cosa, ni Buey ni Ángel, sola y excluyentemente.

Y tal vez sea necesario que haya todavía de esos Monstruos en la oblicua peligrosa, porque lo que hay adelante no es menos que los pañales de la Metafísica, pero son pañales de algo mucho mayor que la Metafísica.

Y porque la historia no estará en pañales siempre. Y el tiempo no será siempre.

Si nadie más quiere verlo ni quiere decirlo, tendrá que verlo y decirlo alguno que -de este lado del tiempo- en la oblicua peligrosa de la mirada del poeta, sepa que esta tierra del Buey y estos cielos del Ángel pasarán y otros Cielos y otras Tierras que no pasarán ya están en pañales más allá de este tiempo.

Y todo por fidelidad al Verbo.


Y tal vez para eso era finalmente para lo que se necesitaban los poetas.




lunes, 20 de octubre de 2014

Ortodoxia, alegría y vino




Tres textos de Gilbert Keith Chesterton, para repasar lecturas, al menos.

Y eso porque -diluvios más o menos- nunca está sobrando un poco de Ortodoxia, algo de alegría y otro poco de vino.


I

¿Habría sentido el Cristianismo lo que yo sentí -y no pude (ni puedo) expresar-: esa doble necesidad de ser leal al mundo, deseando sin embargo y a la vez su reforma definitiva y raigal? Después recordé que se achacaba al Cristianismo precisamente la pretensión de combinar esas dos cosas que yo intentaba combinar. Se acusaba al Cristianismo de ser demasiado optimista con respecto al universo y demasiado pesimista con respecto al mundo. Al descubrir la coincidencia me quedé estupefacto.

En la controversia moderna ha surgido una imbécil costumbre abusiva de los polemistas contemporáneos, y es aquella que consiste en decir a cada rato que tal y cual creencia puede ser sostenida en una época, pero no en otra. Se nos dice que algún dogma fue creíble en el siglo XII pero ya no puede serlo en el XX. Lo mismo sería decir que cierta filosofía puede ser creída los lunes, pero no puede ser creída los martes. Lo mismo sería decir que cierta teoría cósmica es verosímil a las tres y media, pero ya no lo es a las cuatro y media. Lo que puede creer un hombre depende de su filosofía y no de lo que marca el reloj del siglo. Si un hombre cree en una ley natural inalterable, no puede creer en ningún milagro de ninguna época. Si un hombre cree en una voluntad anterior a la ley, puede creer en cualquier milagro de cualquier época. Supongamos, para ejemplificar el argumento, que nos halláramos frente al caso de una curación taumatúrgica y milagrosa. Un materialista del siglo XII, no la creería más que un materialista del siglo XX. Pero un científico cristiano del siglo XX la creería como un cristiano del siglo XII. Es cuestión simplemente de la teoría que cada hombre profese sobre las cosas. De modo que, frente a toda respuesta histórica, no hay que preguntarse si es la respuesta que corresponde a nuestros tiempos, sino si es la respuesta que corresponde a nuestra pregunta.

(Ortodoxia, Capítulo V, La bandera del mundo)

II

Por consiguiente, en conclusión, ésta es mi razón para aceptar la religión y para no conformarme con extraer de ella unas cuantas dispersas verdades seculares. La acepto porque no meramente me ha dicho esta verdad o aquella sino porque "dice verdades", porque se ha revelado veraz y fidedigna. Todas las demás filosofías dicen cosas que llanamente parecen verdad; sólo esta filosofía ha dicho una y otra vez cosas que no parecen verdad pero son verdad. Único entre los credos, este credo es convincente donde no es atrayente; resultó que tenía razón, como mi padre la tuvo en aquel jardín. Los teósofos, por ejemplo, predicarán una idea evidentemente atrayente, como la reencarnación; pero si esperamos a ver sus resultados lógicos, serán el altanerismo espiritual y la crueldad de casta. Porque si un hombre es pordiosero a causa de sus culpas prenatales, la gente se inclinará a despreciar al mendigo. El Cristianismo, por su parte, predica una idea evidentemente poco atrayente como el pecado original; pero cuando esperamos a ver sus resultados, son simpáticos y fraternales, un trueno de risa y de piedad; porque solamente por el pecado original podemos compadecer al mendigo y desconfiar del rey. Los hombres de ciencia nos ofrecen salud, un beneficio obvio; recién después descubrimos que por salud entendían esclavitud corporal y tedio del espíritu. La ortodoxia nos hace saltar de terror con los abismos del infierno; sólo después nos damos cuenta de que ese salto es un saludable ejercicio atlético altamente benéfico para nuestra salud. Solamente después descubrimos que aquel peligro es la raíz de todo drama y de todo romanticismo. El argumento más vigoroso en pro de la gracia divina es, simplemente, su poca gracia. Cuando se examinan los puntos impopulares del Cristianismo, resulta que son los propios puntales del pueblo. El círculo exterior del Cristianismo es una rígida guardia de abnegaciones éticas y de sacerdotes profesionales; pero detrás de esa muralla inhumana se encontrará la vieja vida humana, bailando como los niños, bebiendo vino como los hombres; porque el Cristianismo es el único cerco de la libertad pagana. En la filosofía moderna todo es al revés: el cerco exterior es atrayente y encantador; y adentro, se retuerce la desesperación.

Y su desesperación es ésta: no cree realmente que haya ningún significado en el universo; de ahí que no pueda esperar hallar en él ningún romanticismo; su novela no tiene trama. Un hombre no puede esperar aventuras en el país de la anarquía. Pero viajando por la tierra de la autoridad, el hombre puede esperar cualquier número de aventuras. No es posible hallar significaciones ni senderos en un matorral de escepticismos; pero cruzando un bosque de doctrinas y designios personales encontrará cada vez más significaciones y cada vez más senderos.

Aquí, cada cosa trae a la cola su historia, como las herramientas y los cuadros de la casa de mi padre; porque también es la casa de mi padre. Termino donde empecé, por el extremo correcto. A lo menos he pasado ya la puerta de toda buena filosofía. He entrado en mi segunda infancia.

Pero este universo cristiano más vasto y más intrépido y poblado de aventuras, tiene un sello final difícil de expresar; no obstante, como conclusión de todo el tema, intentaré expresarlo, siquiera como conclusión.

Todo el verdadero argumento de la religión se encierra en el problema de que si un hombre que ha nacido al revés, que ha nacido de cabeza, puede decir o no cuándo está al derecho y cuándo está al revés.

La principal paradoja del Cristianismo consiste en afirmar que la condición ordinaria de un hombre no es la que parece normal y sensata; que lo normal es una anormalidad. Y ése es todo el secreto del dogma de la Caída.

(Ortodoxia, Capítulo IX, La autoridad y el aventurero)

III
Vino y Agua
La Balada de Noé

El Viejo Noé tenía una granja de avestruces, con aves de gran porte,
comía su huevo con un cucharón, con un balde por soporte,
y la sopa que tomaba era Sopa de Elefante y el pescado una Ballena,
y sin embargo eran pequeños para la bodega que iba en su carena,
y Noé, cuando él se sentaba a comer, decía a su mujer con tino:
"No me importa donde vaya el agua, mientras no se meta en el vino"

El cielo se desplomó en catarata, cegando un precipicio el reverbero,
como si fuera a lavar las estrellas como burbujas por el fregadero,
las gargantas del Infierno se tragaron los siete cielos que bajaban rugiendo,
y Noé guiñó un ojo y dijo: "Me parece que está lloviendo;
el agua sumergió al Matterhorn, como si ser mina fuera su sino:
Pero no me importa donde vaya el agua, mientras no se meta en el vino"

Pero Noé pecó, y nosotros pecamos; nuestras piernas borrachas son testigo;
hasta un abstemio grande y negro se nos envió como castigo,
y no puedes conseguir vino en una capilla, un Eisteddfod, o en la liga prohibicionista,
porque la Maldición del Agua ha vuelto, por la ira de Dios prevista,
y se sirve agua en la mesa del Obispo y en el santuario del Pensador latino:
"Pero no me importa donde vaya el agua, mientras no se meta en el vino."

(Traducción -algo libre pero conservando el espíritu- de Horacio Velasco Suárez)



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El original:
Wine and Water


  Old Noah he had an ostrich farm and fowls on the largest scale,
  He ate his egg with a ladle in an egg-cup big as a pail,
  And the soup he took was Elephant Soup and the fish he took was Whale,
  But they all were small to the cellar he took when he set out to sail,
  And Noah he often said to his wife when he sat down to dine,
  "I don't care where the water goes if it doesn't get into the wine."

  The cataract of the cliff of heaven fell blinding off the brink
  As if it would wash the stars away as suds go down a sink,
  The seven heavens came roaring down for the throats of hell to drink,
  And Noah he cocked his eye and said, "It looks like rain, I think,
  The water has drowned the Matterhorn as deep as a Mendip mine,
  But I don't care where the water goes if it doesn't get into the wine."

  But Noah he sinned, and we have sinned; on tipsy feet we trod,
  Till a great big black teetotaller was sent to us for a rod,
  And you can't get wine at a P.S.A., or chapel, or Eisteddfod,
  For the Curse of Water has come again because of the wrath of God,
  And water is on the Bishop's board and the Higher Thinker's shrine,
  But I don't care where the water goes if it doesn't get into the wine.

(The Flyin Inn, 1914)




jueves, 16 de octubre de 2014

La Roca




En 1934, T.S. Eliot compuso y publicó The Rock, una obra de teatro en verso que se presentó a una especie de concurso. Tenía música y danza, y se estrenó el 28 de mayo de 1934 en el Sadler's Wells Theatre y fue para apoyar a una Fund of the Diocese of London, institución de caridad que se proponía preservar las viejas iglesias de Londres y construir nuevas en zonas marginales. La obra tenía como eje la historia de la Iglesia. A la vez, aparecen allí asuntos teológicos de aquel presente y del futuro que vendría, asuntos que le interesaban al autor y que expuso según sus puntos de vista. Eliot compuso 10 coros para la obra The Rock, que fue su segunda obra teatral, y esos fragmentos de la obra suelen darse por separado con el título de Choruses from "The Rock".

Leía esta mañana unos diarios de la Europa cuando vi que, a propósito de las cosas de este tiempo nuestro en la Iglesia Católica, un lector de un diario italiano citaba un fragmento de los Coros en una carta de lectores (caray: qué cultos son estos analfabetos..., diría Braulio Anzoátegui que decía Chesterton...)

Volví a ver esos textos. Son buenos textos, aunque no sean de lectura fácil, como no lo es en general el autor. Tenía 46 años cuando los escribió.

Dejo aquí tres de esos díez Coros, en una traducción prestada que hube de retocar en esto y aquello, para que se le hiciera tal vez un poco más de justicia lírica a Eliot, hasta donde un servidor podría, que no es tanto.

La cita que me convocó a remirarlos, está tomada del Coro VI.


IV

Hay los que quieren edificar el Templo,
y los que prefieren que el Templo no se edifique.
En los días de Nehemías el profeta
no había excepción a la regla general.
En el palacio de Shusham, en el mes de Nisan,
él servía el vino al rey Artajerjes,
y lloró por la ciudad destruida, Jerusalén,
y el Rey le dió permiso de partir
para que pudiera reconstruir la ciudad.
Así se fue, con unos pocos, a Jerusalén,
y allí, cerca del pozo del dragón, por el portal del estiércol,
por el portal de la fuente, por el pozo del Rey,
Jerusalén estaba asolada, consumida por el fuego:
no había lugar donde pastaran las bestias.
Había enemigos afuera para destruirla,
y espías adentro,
cuando él y sus hombres juntaron sus manos para reconstruir el muro.
Y así edificaron como los hombres deben edificar:
con la espada en una mano y la llana en la otra.


V

Oh Señor, líbrame del hombre de intención excelente y de corazón impuro: pues el corazón es engañoso sobre todas las cosas, y desesperadamente perverso.
Sanballat el Horonita y Tobías el Ammonita y Geshem el Árabe: eran sin dudas hombres de espíritu y celo públicos.
Presérvame del enemigo que tiene algo que ganar y del amigo que tiene algo que perder.
Recordando las palabras de Nehemías el Profeta: "La llana en una mano y la pistola más bien suelta en la canana".
Estos que se sientan en una casa cuyo uso se ha olvidado para qué sirve, son como serpientes que yacen sobre escaleras en ruinas, contentas a la luz del sol.
Y los otros corren como perros, emprendedores, olfateando y ladrando: dicen: "Esta casa en un nido de serpientes, destruyámosla.
Y vamos a acabar con estas abominaciones, las torpezas de los cristianos." Y estos no están justificados, ni los otros,
y escriben inmunerables libros; siendo demasiado vanos y distraídos para el silencio: buscando cada quien antes su propia elevación y evadiendo su vacuidad.
Si la humildad y la pureza no están en el corazón, no están en la casa: y si no están en la casa no están en la Ciudad.
El hombre que ha edificado durante el día querría retornar a su hogar a la caída de la noche: para ser bendecido con el don del silencio, y dormitar antes de dormir.
Pero estamos rodeados por serpientes y perros: por lo tanto, algunos deben trabajar, y otros deben sostener las lanzas.


VI

Es difícil para los que nunca han conocido persecución,
y para los que nunca han conocido un cristiano,
creer en estos cuentos de los Cristianos perseguidos.
Es difícil para aquellos que viven cerca de un Banco
dudar de la seguridad de su dinero.
Es difícil para aquellos que viven cerca de una comisaría
creer en el triunfo de la violencia.
¿Creéis que la Fe ha conquistado el Mundo
y que los leones ya no necesitan guardianes?
¿Necesitáis que se os diga que lo que ha sido, puede seguir siendo aún?
¿Necesitáis que se os diga que aún logros tan modestos
como aquellos de los que se jacta la sociedad bien educada,
difícilmente sobrevivirán a la Fe a la cual deben su sentido?
¡Hombres! Cepillaos los dientes al levantaros y al acostaros; ¡mujeres! abrillantaos las uñas:
sacáis brillo al diente del perro y a las zarpas del gato.
¿Por qué habrían los hombres de amar la Iglesia?
¿Por qué habrían de amar sus leyes?
Ella les habla de la Vida y la Muerte, y de todo lo que ellos querrían olvidar.
Ella es tierna donde ellos serían duros, y dura cuando a ellos les gustaría ser blandos.
Ella les habla del Mal y el Pecado, y otros hechos desagradables.
Ellos tratan de escapar constantemente
de las tinieblas exteriores e interiores
a fuerza de soñar sistemas tan perfectos en los que nadie necesitará ser bueno.
Pero el hombre que es, oscurecerá como una sombra
al hombre que finge ser.
Y el Hijo del Hombre no fue crucificado de una vez por todas,
la sangre de los mártires no fue derramada de una vez por todas,
las vidas de los Santos no fueron entregadas de una vez por todas:
pero el Hijo del Hombre está siempre crucificado
y habrá Mártires y Santos.
Y si la sangre de los Mártires ha de correr por los escalones
primero debemos edificar los escalones;
y si el Templo ha de ser derribado
primero debemos edificar el Templo.





___________________

El texto original:

IV
 

There are those who would build the Temple,
And those who prefer that the Temples should not be built.
In the days of Nehemiah the Prophet
There was no exception to the general rule.
In Shushan the palace, in the month Nisan,
He served the wine to the King Artaxerxes,
And he grieved for the broken city, Jerusalem;
And the King gave him leave to depart
That he might rebuild the city.
So he went, with a few, to Jerusalem,
And there, by the dragon's well, by the dung gate,
By the fountain gate, by the king's pool,
Jerusalem lay waste, consumed with fire;
No place for a beast to pass.
There were enemies without to destroy him.
And spies and self-seekers within,
When he and his men laid their hands to rebuilding the wall.
So they built as men must build
With the sword in one hand and the trowel in the other.

 

V
O Lord, deliver me from the man of excellent intention and
impure heart: for the heart is deceitful above all things, and desperately wicked.
Sanballat the Horonite and Tobiah the Ammonite and Geshem
the Arabian: were doubtless men of public spirit and zeal.
Preserve me from the enemy who has something to gain: and
from the friend who has something to lose.
Remembering the words of Nehemiah the Prophet: "The trowel in hand, and the gun rather loose in the holster."
Those who sit in a house of which the use is forgotten: are like
snakes that lie on mouldering stairs, content in the sunlight.
And the others run about like dogs, full of enterprise, sniffing
and barking: they say, "This house is a nest of serpents, let us destroy it,
And have done with these abominations, the turpitudes of the
Christians." And these are not justified, nor the others.
And they write innumerable books; being too vain and distracted
for silence: seeking every one after his own elevation, and dodging his emptiness.
If humility and purity be not in the heart, they are not in the
home: and if they are not in the home, they are not in the City.
The man who has builded during the day would return to his
hearth at nightfall: to be blessed with the gift of silence, and doze before he sleeps.
But we are encompassed with snakes and dogs: therefore some must labour, and others must hold the spears.


VI


It is hard for those who have never known persecution,
And who have never known a Christian,
To believe these tales of Christian persecution.
It is hard for those who live near a Bank
To doubt the security of their money.
It is hard for those who live near a Police Station
To believe in the triumph of violence.
Do you think that the Faith has conquered the World
And that lions no longer need keepers?
Do you need to be told that whatever has been, can still be?
Do you need to be told that even such modest attainments
As you can boast in the way of polite society
Will hardly survive the Faith to which they owe their significance?
Men! polish your teeth on rising and retiring;
Women! polish your fingernails:
You polish the tooth of the dog and the talon of the cat.
Why should men love the Church? Why should they love her laws?
She tells them of Life and Death, and of all that they would forget.
She is tender where they would be hard, and hard where they like to be soft.
She tells them of Evil and Sin, and other unpleasant facts.
They constantly try to escape
From the darkness outside and within
By dreaming of systems so perfect that no one will need to be good.
But the man that is will shadow
The man that pretends to be.
And the Son of Man was not crucified once for all.
The blood of the martyrs not shed once for all,
The lives of the Saints not given once for all:
But the Son of Man is crucified always
And there shall be Martyrs and Saints.
And if blood of Martyrs is to flow on the steps
We must first build the steps;
And if the Temple is to be cast down
We must first build the Temple.



Nota 1:
Hay un poema de T. S. Eliot del mismo año y con el mismo título, que no desarrolla in extenso los Coros que están en la obra teatral.

Nota 2:
Tal vez no venga mucho al caso. Tal vez. Pero, por extraño que pudiera parecer, en mayo de 2011, en la Catedral de Buenos Aires, el Centro Cultural Charles Péguy -entiendo que estrechamente asociado a Comunione e Liberazione- leyó la obra de Eliot. Podría no parecer tan extraño, tal vez, si se atiende al hecho de que el fundador de Comunión y Liberación, Mons. Luigi Giussani, desarrolló un extenso análisis en una sesión de lectura de la obra y conferencia para estudiantes universitarios en 1982.




jueves, 9 de octubre de 2014

Uno y otro


Entonces estarán dos en el campo: el uno será tomado y el otro será dejado;
dos mujeres molerán en un molino: la una será tomada y la otra será dejada;
(dormirán dos en un lecho: el uno será tomado y el otro será dejado.)


Catena Aurea, San Mateo, 24, 40-41



No solamente no sabemos cuándo
la cosecha que tiene prometida
recogerá su fruto y, cada vida,
en el tiempo feroz que va llegando,
se irá en gavillas o se irá quedando,
sobre una tierra ajada y preterida.

No es tanto el tiempo (aunque lo estoy mirando...):
es la Mano que viene cosechando,
la que todo perdona y nada olvida,
la que a uno toma y a otro va dejando...

A esa Mano tengo el alma asida,
esperando, esperando y esperando...

¿Cuál de los dos seré en esa partida?




martes, 7 de octubre de 2014

Juan y María



Hace unos cuantos años publiqué, en un libro sobre G. K. Chesterton y entre otros textos suyos en antología, un ensayo que siempre me gustó.

El libro anda por allí medio agotado y el ensayo que puse en aquella bio-antología provenía de un libro póstumo de Chesterton, El hombre común.

Hoy, en la conmemoración de Lepanto, dejo como regalo esa boda celeste, si acaso, que no terrestre, que tanto le gustaba a Chesterton.






lunes, 6 de octubre de 2014

¿Por qué no te callas?



Entre otros, hay un monasterio en Monte Athos: Vatopediu o Bατoπαiδíoυ, como prefiera. Es el segundo en importancia de los 20 que hay en la que llaman la Montaña Sagrada.

El nombre griego es una palabra compuesta de arbusto y niño y viene de un episodio que se narra en las tradiciones del monasterio: allá por los fines del siglo IV, un hijo del emperador Teodosio el grande se cayó de un barco y fue rescatado por la Theotokos y llevado sano y salvo a la costa, donde se lo encontró durmiendo junto a un arbusto, no muy lejos del lugar donde estaría más tarde el monasterio. Con el tiempo, los monjes pintan un ícono que homenajea a la Virgen por ese rescate milagroso.

No sabría yo esto si una de mis hermanas no me hubiera traído de Rusia lo que ellos por allí llaman kartiny, esto es, una reproducción de un ícono. El que ilustra la cabeza de esta entrada es precisamente el que me regaló.

Me llamó la atención especialmente la mano de ambos, Madre e Hijo. No soy un experto en iconografía mariana, y menos en la oriental u ortodoxa, pero alguna poca cosa sé y esa pose no la había visto nunca.

La busqué y no tardé mucho en saber que era una de las siete imágenes milagrosas de la Virgen que hay en aquel monasterio que digo. A ésta se la conoce y se la venera como Panagia Paramythia, que es como decir Nuestra Señora de la Consolación o del Consuelo.

Pregunté de dónde venía aquella figura que, en efecto es una versión rusa (probablemente del siglo XVIII) de su original griego. Mi hermana no sabía.

Averiguando por mi cuenta supe entonces que el ícono original, aquel del homenaje al milagro del niño en el arbusto, no tenía cuando fue pintado la posición de las manos que le veía a esta imagen y que me había llamado la atención.


El asunto es que la tradición cuenta que a principios del siglo IX, una mañana, unos piratas acechaban a los monjes, agazapados en las costas y esperando para saquearlos, no bien abrieran las puertas después de rezar Maitines. El superior de los monjes, concluido el oficio, se queda rezando y ve y oye que el ícono se mueve y habla, más precisamente la Virgen, que le advierte, más o menos con palabras similares a éstas: "No abran las puertas hoy, vayan a las murallas y defiéndanse y echen a los piratas que los están esperando para saquearlos..."

El monje ve, entretanto, que el Niño mueve también su brazo y tapa la boca de su Madre, mientras le oye decir: "No los adviertas, Madre, que son un rebaño flojón y pecador. Que bajo la espada de los piratas padezcan un poco la penitencia que merecen..."

Pero el monje ve todavía un movimiento más. La Madre toma la mano del Niño y apartándola apenas (que es lo que se ve en el ícono) repite entonces su advertencia. Lo que salva a los monjes del saqueo, claro.

El milagro se conmemora el 21 de enero y cada viernes a la tarde, antes de la Divina Liturgia, cuando los monjes rezan sus cánones de agradecimiento y súplica ante el ícono, junto al cual hay una lámpara siempre encendida.

Según la tradición, el ícono conserva desde aquella ocasión los cambios en las figuras, y la Virgen y el Niño quedaron en las poses que hoy se ven, y que es lo que precisamente me había llamado la atención.

Pero.

Después de conocer el asunto que está detrás de la imagen muy admirada en el mundo ortodoxo, me llama la atención otra cosa más rara todavía.

No tanto la advertencia de la Virgen a los monjes. No tanto la advertencia severa del Niño a su Madre y el gesto de dura reprimenda a la Madre, tapándole la boca, y a los monjes librándolos a la pena del saqueo por su flojera y sus pecados. Mucho menos que el ícono se mueva y las figuras cambién de posición y gesto. O siquiera que hablen con el monje.

La actitud de la Virgen tras la amonestación del Niño es, creo, lo más sorprendente.

Y siendo los tiempos que son, la oportunidad de este kartiny sobre mi mesa me resulta grandemente extraña y significativa.





viernes, 3 de octubre de 2014

Espejito, espejito





Mire, vea...: encontré en un antiguo manual de "Hágalo Usted mismo" un ejercicio de lo más interesante para días de tormenta como el de hoy, for instance.

Haga lo siguiente: búsquese una cara, cualquiera, la que tenga más mano y más bronca le dé (tiene que ser así para que el ejercicio rinda su fruto espiritual...)

El ejemplo que ilustra estas instrucciones es sólo a título de ilustración y no supone una sugerencia ni excluye en modo alguno caras peores. 

No sea trivial: nada de elegir la cara del Muñeco Gallardo o la de Juan Román Riquelme.

Elija con elegancia y con altura, póngale un precio alto al asunto. Por dos pesos, ni se moleste.

Ahora, ¿ya eligió? Fenómeno..., vayamos a la fase 1.

Mire bien la cara elegida. Con penetración, detenidamente, casi a punto de éxtasis, casi en el punto alfa.

Hágase uno con la cara elegida hasta que ya no sepa quién es usted y quién no es usted. Que todo usted esté en el todo de la cara elegida.

Una vez hecho lo antedicho, repítase con insistencia: "yo soy eso". (Atención: no caiga en la trampa frecuente del subterfugio y la gambeta: hágase cargo absolutamente de todo, sí: d-e t-o-d-o..., ni un gramo menos, ya tenga usted algo que ver con esa cara, ya crea que no tiene nada que ver con ella.)

Cuando crea que la frase ya es parte de su osamenta, pase a la fase 2.

Ya en la fase 2, sin dejar de mirar la cara elegida, incorpore la consigna: "eso es eso porque yo soy yo". Repítala hasta que se forme una masa homogénea. O hasta que usted entienda, lo que sea primero.

Deje reposar el espíritu en esa consigna hasta que crea haber entendido que hay una causalidad de hierro que no lo deja escapar. Puede mirar la cara y matizar con la expresión: "espejito, espejito..."

No se ponga nervioso, aplaque, con respiración rítimica y honda, la ansiedad, la angustia, el asco o cualesquiera otras reacciones resultantes del shock anímico que le produce la contemplación indicada (en la literatura específica se han relatado algunos casos de breve locura súbita y brotes psicóticos pasajeros en espíritus muelles o blandengues...)


Una vez conseguido el entendimiento de la cuestión, no deje de mirarlo con atención y espere las instrucciones de las fases 3 y 4.

Si advierte que no ha entendido, repita los pasos de estas instrucciones para alcanzar los resultados requeridos para las fases 1 y 2.





domingo, 28 de septiembre de 2014

Pelargir, Pelennor, Morannon



Son tres batallas en los últimos días de la Guerra del Anillo y están en la tercera parte de El Señor de los Anillos.

Ocurren el 13, 14-15 y 25 de marzo de 3019 en la Tercera Edad. Dos en tierras de Gondor y la última ante la puerta negra de Mordor.

No me haga caso si no quiere, pero le recomendaría releer esos tres episodios.

Pero no así nomás, no narrativamente.

Hay que poner especial atención a los emblemas: tanto en el marco de las acciones, como marco emblemático, como en los personajes que allí obran, también ellos vistos como emblemas personales.

Así visto, las circunstancias y los personajes resultan typos de unos antitypos que venimos a ser nosostros en nuestras circunstancias, casas más casas menos, precisamente porque el marco y los personajes son emblemáticos y no históricos o ficticios. Y ni siquiera proféticos.

¿No? Quién sabe. ¿Podría saber Tolkien que al dibujar ese imaginario (horribile dictu) estaba dibujando asuntos reales que podían ocurrir realmente tiempo después? Quién sabe.

Como fuere, creo que conviene leerlo con esa clave de lectura (horribile dictu, también) y ver muy especialmente un asunto, que es lo que quiero decir ahora.

En esos tres episodios hay la crema y nata de ambos bandos en acción. Los personajes más significativos están allí, cada cual con su carácter propio, con lo que son y con lo que han llegado a ser; y allí despliegan la naturaleza significativa que Tolkien les ha dado. Y hay que mirar principalmente eso en este ejercicio que propongo. Los personajes como emblemas, pero ya vueltos personas con su talante personal, sus circunstancias, su modos de ver lo que que ocurre, sus temores y consuelos, sus amores u odios, sus incomprensiones o certezas, su fuerza, sus debilidades, sus caídas, sus conversiones, sus fatalismos, sus esperanzas, su comprensión de la última razón de lo que están viviendo o su incomprensión. Y así.

Muy bien.

Si quiere, hágame caso y léalo así.

Pero al leerlo de ese modo haga algo más: elija un personaje.

O mejor dicho, búsquese allí. Vea quién es, sinceramente quién está siendo, vea a quién elige y por qué. No elija quién querría ser, sino quién es.

Quién es hoy usted aquí, de ellos allí y entonces.





viernes, 26 de septiembre de 2014

La pena de sentido


La pena de sentido
es la pena más honda.
Y de todas las penas de sentido,
la pena del oído.

La vista se consuela
repasando, reiluminando sus estampas,
en el sueño y la vela.
El tacto no te sabe,
el gusto no te supo,
el olfato te ignora, flor cerrada.
Pero el oído
entre la orquesta toda alada
busca el hilo sutil de tu sonido.
No importa la palabra, el pensamiento,
el halago, el deshielo de la esfinge.
Lo que busca el oído,
lo que la pena finge
es la miel del acento,
la insinuación del cante
-tu dulcísima isa
disimulada en brisa-
y el violín y la viola de Violante.

El arroyo que fluye,
el bosque que se queja,
y el mar soñando que en tu voz se aleja
y el flautar de la aurora que no huye.
Es la sal, la alegría
mojada en no sé qué melancolía,
la clara certidumbre
de que la luna tañerá su lumbre
mezclando risa en lloro
y plata de teclado en arpa de oro.

Y no puedo, no puedo
corporeizar la más mínima onda
de tu suave orear desvanecido.
Por eso es más que todas honda
entre todas las penas de sentido
la enamorada pena de mi oído.


Está en las Canciones a Violante, de Gerardo Diego, en una edición primera de 1959 que me regalaron.

Para los que saben, no hay ni que decirlo; pero no es la única gema de ese libro, tan breve como intenso.





Algo sobre octubre


Una de las cosas más impresionantes de este mundo bajo la luna es el tiempo. Y no estoy hablando del tiempo de los filósofos, menos del tiempo de los físicos, aunque sé que en una y otra vereda hay enormidades y honduras que también son de paladear y de asombrar.

Tampoco hablo del tiempo del mundo celeste, de lo que entra y sale del tiempo yendo y viniendo del Cielo a los hombres. Es más hondo, inconmensurablemente, sí. Y sin eso no se entiende nada. Sin la eternidad, quiero decir, no hay modo de entender ni el tiempo ni lo que vive en él.

Con todo y eso, está ese tiempo tan físico como interior, tan de todos como propio (imposible de otro modo), siempre en un cruce inevitable entre lo propio y lo de todos, y siempre difícil de desentrañar y de distinguir.


Los meses, los días, los años, las horas. No son seres espirituales (¿no?). Ni siquiera seres vivos.

No tienen intenciones, no tienen propósitos, ni recuerdos, ni olvidos. Ni amores ni alegrías, ni rencores, ni penas. Y al no tenerlos, no podrían darlos.

Son del tiempo. Son tiempo.

Y sin embargo.

Aquí estoy a la vista de las vísperas. Porque allí está octubre. Mi octubre, se entiende.

Con los años, octubre terminó guardando lo dulce y lo agrio en partes iguales. Y no hay modo de volver a él cada año sin la sensación extraña de que las hebras de una cosa y de la otra, así tramadas, también vuelven dulce lo agrio y agrio lo dulce. ¿Eso lo hará octubre?

¿Dónde se enhebran las hebras?

Están en el aire de octubre, se dice el corazón. Imposible, se argumenta a sí mismo. ¿Cómo no lo verían los demás hombres? Entonces sólo está en tu corazón, dice el corazón. Difícil un poco es eso, se replica, porque es octubre, y no otro tiempo, el que se ha guardado esas felicidades y esas congojas y aunque haya por allí de ambas cosas en esto y en aquello, el corazón mira las fechas y los días y hasta las horas. Y el mes, claro. Y las fechas y los días vienen a él con su equipaje.

El corazón mira lo que lleva él mismo, dice el corazón. No sólo, se contesta. Porque está lo que hay en octubre y está él en octubre. Y entonces ríe o se lamenta. Y ambas cosas. Y siempre las mismas cada vez, cada mismo día de cada tiempo igual.

Pero, ¿son siempre las mismas, siempre serán las mismas cosas cada vez? Quién sabe.

Tal vez, sé que eso ocurre, un día lo agrio y amargo descubra un dulzor antiguo que se nos hace nuevo y la inversa, también.

Tal vez llegue otro día, otro mes, otro octubre, y aquello que hablaba un idioma cambie los sonidos y los sentidos y resulte otro y descubramos que el idioma nuevo no era nuevo y que el idioma viejo no era ningún idioma.


Mientras eso no pase, pronto llega octubre.

Mi octubre, se entiende. El agridulce.