viernes, 28 de febrero de 2014

Glosas del amador




Me mandan que te olvide
como si fuera
una cosa tan fácil
que se pudiera

(Copla popular norteña)




De tu valle a mi cerro
un río nos divide.
Quién sabe sea por eso
me mandan que te olvide.

Y es como espina
que se hinca fiera
y así me duele
como si fuera.

Si mandan, que me manden
seguir tu huella grácil
y juro que les cumplo
una cosa tan fácil.

Pero no pidan
el alma entera,
sino una cosa
que se pudiera.






Feliz cumpleaños, Aragorn

Empieza marzo.

Mañana, para ser más preciso.

Es el mes del otoño en el sur. Un otoño que ya empezó por aquí a fines de febrero, no importa lo que diga marzo. En el norte del mundo es el mes de la primavera, se entiende. Y siempre, a los del sur, y más a los del sur que venimos del norte, la cuestión es un signo de algún tipo de desarraigo.

Más allá de todo, hay un hecho significativo en este mes de marzo. No será un hecho significativo para todos, pero lo es para quienes saborean ciertas cosas y las miran interminablemente, seguros de que hablan de ciertos asuntos altos y graves y lo hacen en un lenguaje que no se deja domeñar así nomás.

El caso es que el 1° de marzo -según sabemos- es el día en que nació y murió Aragorn II, Estel, Elessar, Telcontar, Trancos y los demás nombres y títulos que lo nombran y lo señalan.

Fue en el 2931 de la Tercera Edad su nacimiento y en el 120 de la Cuarta su muerte, voluntaria, por cierto, y eso según nos dice Tolkien del modo como Aragorn fue a la muerte. Ese día cumplía 210 años.

Marzo, de este modo, se lleva buena parte de la atención que hay que poner en este personaje.

Pero no sólo en Aragorn solo.

De Arwen y su muerte, nos dice Tolkien que ocurrió cuando no había llegado aún la primavera:
Y allí por fin, cuando caían las hojas de mallorn pero no había llegado aún la primavera, se acostó a descansar en lo alto de Cerin Amroth; y allí estará la tumba verde, hasta que el mundo cambie, y los días de la vida de Arwen se hayan borrado para siempre de la memoria de los hombres que vendrán luego, y la elanor y la niphredil no florezcan más al este del Mar.
Bastante antes, cuando todavía era incierta la suerte de la Tierra Media, durante todo el mes de marzo del 3019 de la Tercera Edad se libraron las batallas decisivas de la Guerra del Anillo. El 25 de marzo es el día de la batalla final, ante las puertas de Sauron; a la vez, es el día de la destrucción del Anillo Único en las Grietas del Destino.

Y el día en el que los católicos celebramos la Anunciación, dicho sea también y en homenaje a Tolkien.

*   *   *

Pero hay otro episodio que ocurrirá en este marzo nuestro de 2014 -el día 19, al parecer-, y que tiene relación con Aragorn, también, y para nada es un asunto trivial.




La casa Bonham’s de Londres subastará ese día, según se dice, una carta de John Tolkien a Rayner Unwin (aquel niño que aconsejó al editor, su padre, que publicara El Hobbit) en la que Tolkien le cuenta, en mayo de 1953, dificultades, peripecias e incidentes referidos a los esfuerzos por terminar finalmente El Señor de los Anillos, que se publicaría apenas un año después.

Tolkien, al parecer, daba vueltas sobre la tercera parte, El retorno del rey, y le mostró el borrador a su amigo William Auden que, después de leerlo, le aconsejó que eliminara la historia de amor entre Aragorn y Arwen porque le parecía “innecesaria y superficial”. Tolkien no lo hizo ni pensaba hacerlo, pues en la carta le dice a Rayner: “Yo todavía lo encuentro conmovedor, es una cruda alegoría de la esperanza. Espero que te guste”.

La carta sale a subasta a unas 8.000 libras, casi 10.000 euros. Hay otras cosas de Tolkien (primeras ediciones, libros firmados por él, dibujos) que también estarán allí al mejor postor.







jueves, 27 de febrero de 2014

Glosas del desengaño





Dejen esa flor bonita
que goce de un buen verano;
ya ha de llegar el invierno
y verá su desengaño.

(Copla popular norteña)





Si van a podar el mundo
de lo que no necesita,
dejen esa flor bonita.

Mientras duren, que disfrute
su aroma y color lozano,
que goce de un buen verano.

Pero, guay, que el tiempo lindo
no es siempre lindo ni eterno:
ya ha de llegar el invierno.

Y si la flor no lo sabe,
no sabrá que va a su daño
y verá su desengaño.





miércoles, 26 de febrero de 2014

Glosas del viento




Yo vide correr al viento
y entonces le pregunté:
-¿dónde estará mi esperanza?
Y el viento vino y se fue.


(Copla popular norteña)




Mire que he visto en la vida...
Vi nacer en su lamento
un aire que llora coplas:
yo vide correr al viento.

Pero por mucho que viera
hay cosas que yo no sé,
y al viento lo vi sabiendo
y entonces le pregunté.

¿A dónde se va la vida
que en esta vida no alcanza
la vida para las penas?
¿Dónde estará mi esperanza?

Y esperé que contestara,
la voz del viento esperé.
Hubo un turbión de silencio
y el viento vino y se fue.






martes, 25 de febrero de 2014

El dolor de ya no ser



En la entrada anterior, conté a grandes rasgos un caso de kirchnerismo vivido que conocí. Un kirchnerismo particular, es verdad, y camuflado, y en tal sentido sólo en algo político pero más bien social y económico, aunque en este caso sensibleramente social y económico, lo que también es político y nadie se da cuenta; en fin, un caso no muy distinto al de millones de personas, casas más, casas menos.

Y, a este respecto, hay que admitir cierta eficacia de la propaganda kirchnerista que, más allá de la disciplina que pueda aplicar a sus cuadros, o más allá del convencimiento de éstos, logró disciplinar a gentes como la que digo que, sin ningún motor ni vigor verdaderamente militante o verdaderamente político, habla y se piensa como tal, aunque no lo admita o no lo sepa. Porque, eso sí, se trata de hablar, nomás, se entiende. No lo sé de cierto, pero no creo siquiera que haya salido a la calle ni una vez en estos últimos diez años. Y así con muchos. Y es claro que el kirchnerismo tuvo más votos que gente en la calle defendiéndolo o jugándose la patriada por esa visión de las cosas.

No hace falta, incluso, que la mayoría de estas gentes se haya beneficiado inmediata y directamente con planes, programas o subsidios. Es -fue- determinante el clima de que se puede comprar, de que parece que porque se puede comprar y se progresa de las 30'' a las 43'' de la tele nueva y se distribuye la bonanza y el aire de bienestar porque se puede comprar. Y, por eso mismo, resulta como conclusión, en el humus de estas cabezas y corazones que digo, que se están haciendo las cosas bien. Pero cuidado: bien en todo. No solamente en lo que se puede comprar sino en todo: de la educación al fútbol, de YPF a 678.


Y allí está la cuestión.

No voy a analizar aquí el asunto éste de que se podía comprar, porque no estoy hablando de eso ahora. Pero ése se podía comprar (idénticamente extorsivo como el sonsosnete k de que hay muchos que en estos años ganaron mucha plata...) es más y antes que nada un asunto político y cultural.

Esto que resumo en el se puede comprar anestesió a muchos (para eso en buena medida estaba diseñado). La distribución de la riqueza, que le llamaron, sin entrar en demasiados detalles.

Pero.

El caso es que la distribución de la riqueza era solamente la pata derecha del bípedo. La pata izquierda era la ampliación de derechos, otro slogan.

Y el relato y el modelo no admiten pararse sobre una sola pata. O se lleva las dos patas afirmadas al piso o nada.

Y, como en el caso que conozco, a muchos les pasó que se llevaron el combo, con mayor o menor inocencia, según se sea más o menos perspicaz. Tal vez podrían haber tenido, siquiera deshilachado o inconsistente, algún reparo respecto de todos o de algunos de los derechos ampliados en cuestión. Si lo tenían, como en el caso que conozco, mientras se pudiera comprar fue irrelevante. Cualquier reparo era irrelevante. Y no sólo.

Se da todavía el caso de que una objeción al modelo y al relato en sus más ácidos aspectos sociales y culturales, se contesta con la estatización de YPF o los planes Progresar, Avanzar o Ir pra frenchi, o como se llamen. Una prueba penosa de que se vendía un combo y que, los que compraron, compraron el combo y el manual de uso del combo, que no fue gratis, claro.

Un triunfo del kirchnerismo fue amputarle a muchos el discernimiento y es verdad que usaron todo lo que pudieron para hacerlo y que el trabajo costó millones de maravedíes. Pero es verdad también que algunos fueron a la ablación de buen grado, ofrecieron un órgano valioso a cambio de..., de..., pues, qué le digo: difícil saber qué obtuvieron a cambio. Hay variedades enormes de retribuciones y muchas de ellas son puramente subjetivas. Como haya sido, la amputación se hizo y hoy hay en la Argentina algunos millones de personas con el discernimiento amputado, o, en el mejor de los casos, mutilado a tal punto que resulta inservible.

Y está el peronismo.

Porque el kirchnerismo no podría haber hecho lo que hizo en cabezas y corazones, sin que el peronismo pusiera su aporte, no sólo de multiformes dirigentes y cuadros, ubicuos en cualqueir versión del peronismo. El peronismo aportó buena parte del lenguaje y del imaginario al que apeló el kirchnerismo, empezando por la bandera argentina. Incluso una buena parte de un lenguaje que el kirchnerismo aborrece porque su substancia es progresista y ese lenguaje no lo es. Pero lo usaron igual. Y al peronismo no le importó. Pasó allí algo parecido a lo que logró Stalin en Rusia cuando los alemanes lo invadieron en la segunda guerra: de pronto apareció una Madre Rusia y una patria y un amor al suelo y al pueblo ruso en cuanto ruso y no en cuanto fuerza proletaria de la revolución. Y eso duró lo que duró la invasión, claro. porque no era un matrimonio indisoluble. Apenas era una amante más o menos vistosa.

Sin embargo, esa donación del peronismo tiene su precio y su costo.

De hecho, al peronismo le costó vaciarse de sí, vendió como si dijera la primogenitura por un plato de lentejas.

Aunque... No sé si el peronismo tiene por derecho propio alguna primogenitura en el sentido cultural y político al que me estoy refiriendo. Y no es verdad que no lo sé: sí lo sé. No la tiene. Sólo los peronistas creen que tienen la llave dorada que abre el corazón de la Patria, así con mayúsculas. Sólo ellos creen eso. Es un slogan más. Y se lo prestaron al kirchnerismo un rato largo y el kirchnerismo, en su rediseño del hombre argentino, lo usó a troche y moche. Y el peronismo pretende recuperar esa varita mágica tan rentable ahora que el kirchnerismo da muestras de que andaba a pilas y se le gastaron las pilas. Una especie de sin mí nada podéis hacer profano y hasta espurio.

El peronismo es lo que es. o mejor dicho: ha sido lo que ha sido.

Es un emergente de un tiempo que podría haber significado una revolución en el curso de los tiempos. Los materiales de que está hecho no le pertenecen enteramente y la mayoría son de otros autores, de otras inspiraciones, de otros lugares incluso. Ya sabemos que ese tiempo no dio ninguna revolución y que cualquier expectativa que podría haber habido, no importa de qué calaña, terminó disolviéndose en la olla de la modernidad, cocinada con ingredientes de toda laya.

Como quiera que fuere, lo cierto es que las ideas y las corrientes de ideas y sentimientos sociales se encarnan. Si no se encarnan, flotan, pero no hacen gobierno. Y por cierto que hay gobiernos horrendos y perversos, precisamente por sus encarnaduras, más que por sus ideas, aunque sean ideas abominables y vitandas. Porque puede pasar que ideas malditas fracasen por ser mal llevadas, no por ser malas ideas.

Y tampoco es que flotar no sea importante. Ahí está, por poner un ejemplo cualquiera, el Mayo francés, y todos sus arrabales ideológicos. Nunca gobernó porque perdió la batalla contra los gobiernos, pero flotó y flota todavía hoy y ha hecho desde adentro la cabeza de muchísimos que si gobernaron, incluso de muchísimos que se opusieron a ese movimiento de ideas y que hasta lo combatieron conceptualmente. Pero el caso es que con muchas de sus consignas y talantes se hizo la sociedad que vino después de ellos y de esa masa salieron los gobernantes y los gobernados, en su mayoría. Lo cual rueda a lo mismo: sin hombres no hay política ni gobierno, porque si flota y no encarna...

La carnadura del hombre que le tocó en suerte al peronismo fue primero Perón y después Eva Duarte. Y entonces, no importa cuáles fueran las raíces, los frutos y las flores que haya en el jardín dependen más bien del jardinero.

El kirchnerismo es hijo del peronismo, claro. Pero más exactamente lo es de Perón y de Eva Duarte. No será un hijo muy querido, ya lo dije otras veces. Y el kirchnerismo lo sabe, como lo saben otros antes que él, porque también son padres del kirchnerismo. Sí, no se asombre: en política, como en el mundo del espíritu, hay más padres que dos para cada engendro.

Se insiste en que menemismo y kirchnerismo se explican, en su insólita sucesión contradictoria de peronismo después del peronismo, con este lugar común de que el peronismo es proteico.

Lo proteico del peronsimo (y acaso del propio kirchnerismo, vaya a saber uno...) no es hijo de algunas de sus ideas madre, así como algunas características típicas del peronismo no son hijas de Perón.

Lo proteico del peronismo es producto de un gen de Perón. Y acaso un gen que no existe en otro que no sea él en la vida política argentina.

A mi sabor, estamos muy cerca de ver algo parecido a la disolución del peronismo y eso en ocasión misma de la desarticulación del kirchnerismo, ese hijo que, en alguna medida, y a diferencia de lo que leemos en la mitología griega, se come a su padre.


El peronismo histórico, el que talla en la vida argentina desde 1945, no sufrirá mucho ese cambio. Está en su naturaleza de alguna manera la reencarnación infinita. Lo llaman benévolamente pragmatismo, que significa, en la mayor parte de los casos, indiferencia y apetito desordenado de poder. Por eso un peronismo C puede suceder a un peronismo B que sucedió a un peronismo A... y todo sin que se le caiga una escama a Proteo.

Entre los griegos, Proteo era una deidad marítima. Y era el pastor de animales marítimos, por encargo de Poseidón, supuestamente su padre. El macho de la manada, además.

También podía adivinar el futuro, según dicen. Y era para no tener que hacerlo, y no contestar enigmas con vaticinios, que Proteo cambiaba de forma y se volvía inasible. Sólo quien pudiera vencerlo y someterlo, sin permitirle ya cambiar de forma, recibía el vaticinio.

La substancia proteica del peronismo parece más fuerte que cualquiera de sus otras notas raigales, bajo las cuales muchos se escudan para disimular o no tener que mirar precisamente esa nota proteica genética.

Si en el futuro hay algo del peronismo que pueda servir a la patria, primero habría que someter al peronismo impidiéndole su vorágine de transformaciones contradictorias y voraces.

Que es casi como decir que el peronismo tendrá que enfrentarse al dolor de ya no ser, si quiere ser.

¿Y qué será de la vida de quienes, como millones, viven en una nube amniótica de consignas y de mandatos, como ovejas sin voluntad propia, como ciegos sin mundo más que el que le dicen, sin discernimiento, abrazados al mástil de una bandera que no es la de su patria sino la de su club de fútbol...?

No lo sé.

Pero creo que ellos, como el peronismo, tendrán que dejar de ser lo que son y volverse argentinos -nada más que argentinos- si quieren ser argentinos.





lunes, 24 de febrero de 2014

Glosas del molino




Molino viejo
no muele más.
Agua que corre
no vuelve atrás.

(Copla popular norteña)




No tengo el aspa
que el viento mueve,
ni techo tengo
pa' cuando llueve.
Pasó la vida,
y aunque no cejo,
igual me nombran
molino viejo.

Sé que ha pasado
el tiempo mío,
mientras lo veo
pasar al río.
Sé que la piedra 
de tiempo atrás,
gastada y rota,
no muele más.

Y el río pasa,
lo oigo sonar,
y en los jumiales
quiere cantar. 
Si acaso huellas,
que el tiempo borre,
porque él es río, 
agua que corre.

Por más que pidan
y me reclamen,
anda crujiendo
mi maderamen.
Yo era molino,
ya no soy más:
que el tiempo es río,
no vuelve atrás.



domingo, 23 de febrero de 2014

La vergüenza de haber sido

Hace una punta de años que conozco a una persona de la que, recién cuando apareció el kirchnerismo (más precisamente Cristina Fernández), me enteré de que se consideraba un peronista más y casi casi de la primera hora. No que lo fuera antes o que no supiera distinguir. Pero era como si se le hubiera despertado una palabra (peronismo) -dormida, latente o tal vez inexistente- y le fuera cómoda para definir su posición política inédita, es decir su adhesión al kirchnerismo.

Lo cierto es que, a la vez, mientras se resistía a que se la catalogara como k insistía en decirse peronista. Nunca entendí bien por qué hacía eso, y de hecho me parece que sigue haciéndolo. Y sigo sin tener una buena explicación para eso. En las trifulcas o conversaciones, según el caso y más bien lo primero, he visto y oído cómo ponía en juego todas las trazas ideológicas y conceptuales del kirchnerismo, también su dialéctica y su modo de manipular la realidad y los argumentos, también las muecas de la militancia k y las líneas del relato k y el modo k de defender lo k. Pero. No admitía que se le dijera k. Todo era en nombre del peronismo. Por otra parte, Perón, en sus discursos (no, no eran conversaciones realmente...), era más bien un nombre (a veces saboreado, a veces escupido) y la mayor parte de las veces a Eva Perón había que recordársela, para que no olvidara que no hay peronismo sin Evita, entre los peronistas, claro. Y entre los no peronistas, claro, también. Cuando aparecieron los billetes con la imagen, creo recordar un discurso de oportunidad. Un discurso k, por supuesto. No peronista.

Con el paso del tiempo, y a medida que fue haciéndose más evidente que al kirchnerismo se le caían las cosas de las manos y que mostraba un cierto temblor (de miedo, de nervios o senil), fue como sacándose a jirones la piel k, pero más bien al modo k, porque el caso es que por debajo del reseco entusiasmo que apenas le quedaba no le apareció ningún renuevo de la piel peronista, y sólo aparecía una especie de lábil nostalgia de la que creía había sido la gloria k. En nombre del peronismo, por cierto.

Misterios de los entresijos políticos en la cabeza y el cuore de la gente, que pueden ser más difíciles de desentrañar que los psíquicos. Para mí, por lo menos.

He visto el fenómeno repetirse en otros a lo largo de estos años. Pero siempre hay un caso emblemático y paradigmático. Y a mí me tocó ver y oír ése que cuento. Sin entenderlo del todo, es verdad.




Hasta que esta mañana, mire por dónde, leí en Perfil un larguísimo reportaje que Jorge Fontevecchia -mire por dónde...- le hace a Horacio González y a Beatriz Sarlo, como secuela de una última carta abierta del grupo que se llama igual y que trasluce un batifondo regular en las filas k.

Fontevecchia no se resiste y moja el pan en el tuco ajeno, pero eso no es lo interesante de este asunto, aunque bien que hace parte de él, sí señor...

Leyendo y releyendo las interminables parrafadas del reportaje a los que JF considera los dos intelectuales más destacadas del kirchnerismo y del anti kirchnerismo, me di cuenta, en primer lugar, de que más bien estamos fritos. Y por eso mismo.

No me considero un sujeto culto, pero no soy analfabeto. A González lo leí con enorme esfuerzo, habla un idioma que no estoy seguro de que exista, pero se ve que él sí. Sarlo, creo, hace que lo entiende. Es claro que en sus primeros pasos nadie le advirtió al sujeto que no es elegante complicar. Tampoco nadie le debe haber dicho en primero o segundo grado de la primaria que una persona no puede pensar bien si tiene ese empacho de palabras en el marote. Y ya después debe habérsele hecho vicio. También está el hecho de que de tanto repetirle los amigos que es un genio, no puede desmerecer.

Si uno lee el reportaje, cosa improbable (ya lo sé), va a tener que enfrentarse a eso con mucho coraje. Pero si logra pasar las más de doce hercúleas pruebas de soportar la hinchazón de espíritu y gola que tiene este pobre hombre, entonces le quedará cierto recreo. Y el recreo no es que sea dulce, pero algún provecho tiene para quien se ocupa de estos asuntos. Porque con una inocencia de rata por tirante, González desnuda no solamente la desazón por el desamor que percibe hacia el kirchnerismo en su hora más desabrida, sino que repite como si quisiera dar lástima las gastadas líneas del relato k.

Y lo logra, porque la verdad es que da lástima. Sobre todo por dos o tres momentos en que el actor, turbado y atosigado por su misma verba, se olvida de los argumentos y de los párrafos del relato.

Por decirlo con sus propias y penosas palabras: "..lamento que mi memoria flaquee justo en el punto en que podría acercarme más a tener éxito en esta discusión…"

Punto para Sarlo. Triste punto, pero punto al fin.

Y después está Sarlo, más bicha, con los deberes más prolijos, como son las chicas en el cole..., más rápida, como mejor informada, más oportuna. Sí. Claro.

Pero no está en desacuerdo con González. Lo trata de mamarracho. Y al kirchnerismo, claro. Y a ambos por la misma razón: porque no hicieron bien lo que decían que iban a hacer y porque no hicieron bien lo malo que tenían que hacer. Unos inútiles. Pomposamente soberbios en esta versión, pero al final unos inútiles.

Y el peronismo (y todas sus máscaras) mezclado entre las sábanas de esta orgía de dos ancianos enardecidos con sus propias ideas de la política, en sus delirios de gabinete y de autores que hay que leer para ser un intelectual progresista y de izquierda. El peronismo esquivo y nominal del nominalísimo González y el peronismo que por definición escuece la piel gorila de Sarlo, una más o menos ilustrada y sofisticada gramsciana de la UBA.

González que quiere darle vida a los fragmentos de un otrora poder omnímodo k, lloriqueando como un esclavo se humilla ante su amo para que le dé de comer y no lo cague a latigazos.

Sarlo que quiere ver al kirchnerismo como a sus plantas rendido un león, bien que un león peor que herbívoro: inútil, goloso y rapiñero.

Y los dos jugueteando con jergas como para no desmentir al perro que corre abajo del sulky de los patrones, el bueno de Fontevecchia. Porque no hay que olvidar que estas dos lumbreras están pensando el país. Que hubo, que hay y que habrá. Si dejan algo.

Hasta lo perspicaz y más o menos sensato que pueda haber dicho alguno de ellos, se viene abajo pútridamente porque se nota tan transparente que es una estrategia discursiva para afirmar la fláccida piel de Cristina omnipotente o para delinear un programa de oposición no a las ideas sino a las manos torpes que las ejecutan.

Y el peronismo, claro. Otra vez. Siempre. En grado de paraguas o de pesadilla. Como una especie de Falstaff tragicómico e inasible, como una especie de vampiro omnipresente y multiforme, un rato bella, otro rato bestia, todo a su turno y a veces a la vez. Para ambos, para González y para Sarlo.

Y eso es el oficialismo. Y eso es la oposición.

Listo.

Después de un rato largo y de una tanda y otra más de mate y de ocuparse un poco del jardín y otro poco de no hacer nada, entendí.

Ya sé ahora que el kirchnerismo es mala cosa porque a González no se le entiende cuando habla, aunque se entiende lo que quiere decir. Y ahora sé que lo que Sarlo representa es una mala cosa porque a Sarlo se le entiende perfectamente cuando habla pero no se entiende por qué lo dice.

Pero además y por añadidura oportuna entendí un poco más aquel caso emblemático del principio.

Es verdad que hay que ser progre y zurdo. Un poco o bastante, al menos.

Pero, entiendo que si además yo fuera un poco inteligente aunque no muy honesto pensando y hablando, también me daría vergüenza decir así nomás que soy kirchnerista. Y más me daría desde que la mala calidad del kirchnerismo se nota más. Y creo que también me pondría -antes, durante y un poco después...- debajo de la capa mágica del peronismo (cualquier significado de esta palabra, vale), que, mal que mal, parece que es el agua bendita del kirchnerismo y que es quien le limpia los pecados casi hasta hacérselos desaparecer. Ahora o cuando ya no estén. Pero casi, claro.

Qué sé yo.

Un día no muy lejano nos levantaremos y encontraremos que la Argentina tiene más González y Sarlos que lo que suponíamos o nos hubiéramos animado a sospechar. González y Sarlos capitalistas y de derecha y González y Sarlos revolucionarios y de izquierda.

Y hasta González y Sarlos de ese tipo de peronista que decía al principio, que no sé si es tan pobre gente como a uno le gustaría que fuera.

Y hasta González y Sarlos de especies menores y minoritarias.

Y todos pensando el país, así, como ellos. 


Y entonces habrá que concluir que, si eso es lo que hay, si eso es lo que quedó, realmente estamos fritos.








domingo, 16 de febrero de 2014

Politica prima di tutto

En apenas unos pocos días, se lo oí a Hebe de Bonafini, hablando de fútbol (cada cancha es una trinchera, camarada...), y a Julián Álvarez (que no sé quién es, pero existe...), hablando de lo que los jueces deberían hacer, no bien se sentó en su sillón del Consejo de la Magistratura, como representante de La Cámpora.

Bonafini aprovechó el ascenso y caída del fallido lavado de cara (¿las cosas se lavan con mugre?, qué cosa rara...) de Fútbol para todos, para recordar que el gobierno hace política con eso y no espectáculo ni fútbol. Es un comité más, es una boca de expendio más del comisariado político. A ver si te enteras, chaval...

Mire usté... Si no lo decía ella, no me hubiera dado cuenta. Chambón que es uno...

Pero de esto ya se habló aquí en su momento, cuando la histeria estaba como en el huevo, diría.

Lo mismo corre para lo del niño Álvarez. Porque parece traslúcido que hay que reformar la justicia para que los jueces se pongan en caja (es decir, en este caso, ni se metan con la caja...), y eso porque es claro que, para empezar, es un golpe judicial palpar los bolsillos de los funcionarios, políticos y aledaños, cuando chorean.

Y poner a todos los patitos en fila y pegarles un reglazo en las patitas si se mueven es política, a ver si te avispas, gilipollas...

Así que: todo es antes que nada política.


Politique d'abord, mes amis, politique d'abord...

Ah... Y después se rasgan los taparrabos con Charles Maurras. Pero porque era facho, se entiende.

Porque lo mismo que dice Maurras, y es un escupitajo del infierno (porque es facho, no porque esté bien o mal lo que dice), lo dice cualquier pelafustán o cualquier vaca sagrada del otro lado y es un acto valiente de militancia.

Son tan tiernos en su hipocresía, tan comestibles en su estupidez, tan bonitos en su mala leche, qué le puedo decir...

¿No me cree?

Listo.

Ya que está, si quiere, lea esta obra maestra del manual del animal políticamente correcto.

Pero si va a leer, lea con detenimiento y unción. No lea así nomás. Despacio, saboreando, dejando drenar la imago mundi. Con parsimonia y ritmo. Sin impaciencia ni exasperación.

Y después hablamos.

O no.




jueves, 13 de febrero de 2014

Dolor de Job y felicidad de Dios

Uno de los libros que mayores consuelos trae a los ignorantes y mayores problemas trae a los sabios es, creo que sin dudas, el Libro de Job. Y probablemente esto sea así, entre otras muchas desinteligencias, por razones rengas: la petulancia del ignorante que cree entender el sufrimiento de Job, porque él también sufre, o la tontera de los sabios que creen que aquí se trata de ganar fama fácil desentrañando los asuntos de Job (y sus amigos) y escudriñando los avatares y vericuetos del dolor humano, que no alcanzan a explicar, más que con voluntarismos o pseudomisticismos.

Sobre el Libro de Job hay un capítulo sabroso en San Agustín y nosotros, del P. L. Castellani (es el capítulo IX) y un prólogo conocido de G. K. Chesterton a este libro del Antiguo Testamento que se publicó en 1907 y después en una recopilación de prólogos, en 1916 (G. K. C. as M. C.), que en la Argentina apareció en 1950, en una edición de Emecé.

Castellani trata esto en El dolor: la naturaleza del mal, que es el capítulo que digo, y también en parte en la Parábola del Fuerte Armado, que está en Las parábolas de Cristo. Pertinentemente, también Dostoievsky y la Leyenda del Gran Inquisidor están entreverados en sus páginas a propósito de estas cuestiones

Chesterton y Castellani parecen coincidir en un punto principal de este asunto. Porque entiendo que ambos postulan que el Libro de Job, en su unicidad y peculiaridad única, es la expresión de lo que Dios tiene para decir acerca del mal y en consecuencia del dolor. Y si eso dicen como creo, tienen razón. Habitualmente oigo decir que es Job el emblema de este libro y en realidad es Dios.

La idea central de una gran parte del Antiguo Testamento puede ser llamada la de la soledad de Dios. Dios no es solamente el personaje principal del Antiguo Testamento, sino que es el único.

Esto, dicho allí por Chesterton acerca del Antiguo Testamento, creo que se aplica de modo especialísimo al Libro de Job, al que nos hemos acostumbrado a ver al modo humano, en sus personajes y peripecias humanas, como si fuera sin más una especie de biografía de un personaje desgraciado y un recuento de las calamidades que extraña y como arteramente se abaten sobre él. Igual respecto de los demás humanos que hacen pendant con su figura doliente y que en un sentido u otro son parte de sus penurias o el eco desdichado que aumenta y acendra sus desdichas.

Como si el Libro de Job fuera la historia de Job y de sus amigos, puesta allí para que podamos identificarnos con el inocente héroe sufriente y aborrecer a los amigos pavos e impertinentes y así quedarnos tranquilos porque el misterio del mal y del dolor ha sido develado. Y eso es todo.

Y no lo es. Hay allí una historia de Job y de sus amigos, eso sí. Pero ése no es el asunto del libro.

De qué se trata el Libro de Job aparece algo más claro tal vez cuando finalmente Dios interviene.
Dios humilla y consuela a la vez a Job desplegando ante él la pompa infinita del Universo; y después el otro Coso que es otro Universo, no "enorme como el mundo", que dice Baudelaire, sino más grande que el mundo, el Príncipe de este mundo. Dios hace ver a Job que al lado del Universo y en frente de Satán, Job es un grano de arena, un gusano, una nada, ¿qué será al lado de Dios? Pero que Dios creó esos dos mundos y lo creó a él y lo puede crear de nuevo si quiere: de modo que el mal y Satanás, que para Job son invencibles, para Dios son una canción, un silbido, un juego.
Yo sé que mi Redentor vive,
y me resucitará el último día
del polvo de la tierra,
y me revestirá de mi piel
rodándola por todo alrededor,
y en mi carne veré a Dios.
Yo mismo lo he de ver y no otro,
mis ojos mismos y no los de otro.
Y esta esperanza, está en mi vientre, en mi útero,
en el fondo de mí mismo...
Esto lo había dicho Job antes de hablar Dios, pero lo había dicho como una "esperanza" -como una preñez, dice el texto hebreo- casi como una conjetura -porque la resurrección es un milagro absoluto, y el hombre no lo puede saber con saber humano, no lo puede concebir siquiera, y por eso dijo antes el profeta leproso:
¿Quién me dará que esto sea escrito,
que mis palabras sean aradas
en un pergamino,
en una plancha de plomo,
con un escalpelo
o con un cincel de hierro,
en un granito,
para que no se vayan y pierdan?
Y entonces se levanta Dios y se lo escribe en el plomo, en el granito, en las montañas, en las nubes y en las estrellas. Eso que te parece tan difícil, para mí es un juego. ¡Yo hice todo esto con una palabra! ¿Crees que voy a aniquilar a aquél a quien amo? Yo no hice la muerte, ni odio a nada de lo que hice. El mismo Satán es una bestia -son dos bestias, Behemoth significa bestia en hebreo y está en plural- son unas bestias con las cuales yo juego. Yo las puedo pescar. "Yo le prenderé un anzuelo en las narices - y en la garganta le pasaré un ancla" -dice Dios a Job.

¿Qué ancla? El ancla es la cruz: aquello con lo cual Satán creyó triunfar -se le volvió anzuelo. "Ego mors ero tua, Inferne" - Yo seré tu muerte, oh Infierno. Y la carnada que pondré en el anzuelo será nada menos que la carne de mi propio Hijo, el Inocente. Satán ya está agarrado en el anzuelo como un salmón: un poco de tiempo más, y ya no podrá moverse será encadenado para siempre.

Esto dice Castellani en ese capítulo de San Agustín y nosotros. Y lo titula bien: El dolor: la naturaleza del mal. Porque de eso trata el Libro de Job y la explicación acerca de la naturaleza del mal y su secuela el dolor la da Dios mismo, que es en realidad el protagonista de ese libro, por más que aparezca al final. Para hacer esto, y explicarle el mal a Job y el dolor consecuente, Dios decide explicarle el bien y la felicidad, y la felicidad del Creador, en primer lugar, por haber creado. Y la felicidad -y la finalidad- del rescate de lo que ha creado y no quiere perder, para el cual rescate ha ofrecido a su propio Hijo.

Dios hará que el hombre vea las cosas aunque sea sobre el fondo oscuro de lo inexistente. Hará que Job vea un universo sorprendente, aun cuando solamente lo consiga haciéndole ver un universo incomprensible. Con el objeto de asombrar al hombre, Dios se hace momentáneamente blasfemo; hasta se diría que es ateo durante un instante.

(...)

Job hace una interrogación y Dios le responde con una exclamación. En vez de mostrarle que el mundo tiene explicación, le repite que es mucho más extraño de todo lo que él pudo pensar...

Dice esto Chesterton en su Prólogo y ha dicho allí mismo un poco antes:
Este es el primer hecho que se refiere a la hermosa inspiración por medio de la cual Dios se hace presente al fin, no para resolver problemas, sino para plantearlos. El otro hecho importante es, como el precedente, el que hace que todo el Libro de Job sea religioso y no simplemente filosófico; otra gran sorpresa es que Job se siente súbitamente satisfecho con que se le presente algo que para él es impenetrable. Los expresados enigmas de Jehová parecen oscuros y más desolados que los enigmas de Job; y sin embargo, Job estaba desconsolado antes de que hablara Jehová, y se siente consolado después de oírlo...
*   *   *

Es probable que a los cristianos, especialmente a los cristianos, nos pase algo parecido y necesitemos leer el Libro de Job más atentamente hasta que veamos de qué se trata, de Quién se trata y para qué fue proclamado. Y es muy probable que, mientras el Libro de Job signifique para nosotros cierto regodeo en el retrato naturalista de los chancros de Job y en la enumeración complacida de las estolideces de sus consoladores amigos, jamás lo hayamos leído verdaderamente.

Y es casi seguro que el Libro de Job ha sido escrito para todo tiempo, pero más seguro es que sea imprescindible para los tiempos en que el hombre no pueda recordar, no solamente qué dice Dios acerca del mal, el dolor y la nada, sino qué dice Dios acerca de un asunto que le interesa mucho más: la creación, el Bien y la Gloria. 




lunes, 10 de febrero de 2014

Llueve




Llueve un silencio gris en la ventana.
Llueve un amor ceniza pero que arde.
Llueve sobre el valiente y el cobarde.
Llueve la muerte próxima y lejana.
Llueve sin disimulo y sin alarde.
Llueve un aura de luz que el cielo mana.
Llueve un misterio de agua tibia, arcana.
Llueve y es noche y es mañana y tarde.
Llueve y el tiempo rueda detenido.
Llueve y parece que el dolor no es cierto.
Llueve y no hay aves, gozos ni tristezas.
Llueve la soledad de las certezas.
Llueve esperanzas sobre lo perdido.
Llueve y se anima lo que estaba muerto.




miércoles, 5 de febrero de 2014

Helena y el fin

–Empieza la disgregación –dijo Constantino después de comer–. Mientras estaba Diocleciano hubo cohesión, pero ahora habrá jaleos en todas partes. Tienes que venir al territorio de mi padre.

–Hijo mío, ¿quién se va a preocupar de una mujer como yo, que vive tranquilamente una vida privada?

–No entiendes de política moderna, mamá. Actualmente no hay vidas privadas. Eres mi madre, y eso le bastará a Galeno.

–Y tú eres tribuno en el ejército de Galeno. Deberías estar con tus hombres, no galopando a través de los Balcanes y dejando rengos a muchos buenos caballos.

–No tenía otra elección. Cuando los historiadores se ocupen de mí dirán que si quiero vivir debo decidirme a gobernar.

–¡Ah, la historia! Viviendo aquí sola año tras año he leído bastante. Manténte apartado de la historia, Constantino. Quédate y ve lo que he hecho, las talas, los drenajes y las plantaciones. Eso es mejor que la historia. Si me voy, todo se echará a perder.

–Mamá, todo el imperio se va a echar a perder. Hace ya un siglo que no nos sostenemos más que con baladronadas y suerte. La gente parece pensar que el imperio es eterno, se queda en casa, lee a Virgilio y supone que todo va a seguir como antes sin ningún esfuerzo de nadie. En la frontera he visto toda una provincia echada a perder en una temporada. Últimamente me ha obsesionado una visión de lo que podría ocurrir un día si dejáramos de luchar: un mundo polvoriento, con todos los canales de Africa y Mesopotamia secos y los acueductos de Europa cortados, una línea de arcos rotos aquí y allí en un mundo muerto dividido entre mil jefes bárbaros disputando unos con otros.

–Y tú vas ahora a juntar las fuerzas bajo el divino Maximiano –dijo Helena–. ¿Eso va a salvar al mundo?

–Divino –replicó Constantino–. ¿Supones que hay alguien que cree realmente que Maximiano es un dios? ¿Hay alguien que crea en alguno de los dioses, ni siquiera en Augusto o Apolo?

–¡Tantos dioses! –dijo Helena, contagiándose del estado de ánimo de su hijo–. ¡Cada día más! Nadie puede creer en todos ellos.

–¿Sabes lo que mantiene la cohesión del mundo? No son los dioses, ni la ley, ni el ejército. Un nombre, nada más. La rancia y vieja superstición de la santidad del nombre de Roma, una ficción ya anticuada en doscientos años.

–No me gusta oírte hablar así, Constantino.

–Claro que no. Da gracias a Dios de que todavía hay millones de personas anticuadas como tú que se sienten un poco incómodas cuando se menciona a Roma. Eso es lo que mantiene la cohesión en el mundo, ese sentimiento levemente incómodo. Nadie siente eso sobre Milán o Nicomedia aunque políticamente son ahora ciudades importantes. Esa es la santidad... ¡Si pudiéramos conseguir que Roma volviera a ser santa!... En vez de eso tenemos a los cristianos. Debías haber visto algunas de las pruebas que salieron a relucir en los procesos de Nicomedia. ¿Sabes cómo llaman ellos a Roma? ‘Madre de prostitutas.’ Lo he visto en sus libros.

–Pero estoy segura de que ya han sido aplastados.

–Es demasiado tarde. Están en todas partes. El ejército y la burocracia están podridos de cristianos. No se les puede dispersar como dispersó Tito a los judíos. Son un estado completo dentro del Estado, con sus propias leyes y sus propios funcionarios. Mi padre no ha intentado ni siquiera aplicar el edicto en su territorio. He oído que media corte está mezclada con ellos. Tienen sus lugares santos en la propia Roma: las tumbas de sus primeros dirigentes. Tienen su propio emperador, o algo parecido, que en este momento vive en Roma y da órdenes. Son el problema más grande en todo el imperio.

Constantino se quedó callado y se estiró con un gesto de cansado.

–¿Vendrás con nosotros mañana, mamá?

–Mañana no. No puedo dejar tan bruscamente a esta gente. Esperan más que eso de mí. Yo no me he criado en una corte como la tuya, hijo mío. Además, dudo de que me recibieran bien en la corte de tu padre. Vete por delante y encuéntrame algún sitio en el norte. Ya te seguiré.

Y Helena añadió después:

–Estos cristianos... ¿no será que ven en Roma, a su manera, una ciudad santa?

–Mamá, ya te lo he dicho. Sus libros...

–¡Bah, los libros! –replicó Helena.

El diálogo está al final del capítulo V de la novela Helena, de Evelyn Waugh.

Estamos al filo de los siglos III y IV. Constantino viene huyendo del Oriente del imperio romano y va hacia el Occidente, en el que gobierna su padre. Todavía no es emperador.

Helena ya era Helena, por lo que se ve.

Vive cerca de la costa dálmata, en los Balcanes, levantando y haciendo prosperar un campo que piensa que debería ser la morada de su hijo, después de una vida militar exitosa. Y no lo será. Ni la suya de ella.

Tal vez, con esta conversación verosímil empezó todo.

Al menos todo lo que empezó con Constantino. Y con Helena, su madre, sobre todo.

Allí empezó, probablemente.

El asunto es cuál es el fin de lo que empezó allí.

Se me hace que Constantino y su madre, Helena, no tenían la misma idea respecto del fin.

Pero, tal vez sea cosa mía.




martes, 4 de febrero de 2014

La copla que te canté




La copla que te canté
ya vuela de rama en rama
y trina por la mañana.
Y yo que no sé por qué.

La copla que aquí te canto
no llega hasta copla: es trino
o flor o dolor o silbo.
Y yo que no sé hasta cuándo.

La copla que cantaré
no habrá de trinarte nunca.
Será copla y será tuya.
Pero quién serás, no sé.




lunes, 3 de febrero de 2014

Triste de mar



Ha pure un suo nido il mio cuore
sospeso nel buio,una voce;
sta pure in ascolto, la notte.

Rifugio di uccelli notturni
Acque e terre
Salvatore Quasimodo



Como ese mar de acero que hiende la mañana,
como este mar que veo,
como la voz de sal que vaga en la escollera,
y azota la tristeza como el frío del mar,
como un pálido fuego...

Así quiebra la noche las voces de los hombres.

Así se anida el llanto en las manos del mundo.

Como un vago temor,
como un recuerdo vago de un día que no pasa,
como la pena tibia de un vago desengaño.

¿Qué sombra en este mar gime tormentas?
¿Qué tormentas de mar son estas voces?

Estas aves nocturnas,
aves de añil y grises como lágrimas,
siembran en esta playa un consuelo de arena,
como arena de tiempo...

Tú estás en otra parte.
Y eres esa otra parte de este mar en penumbra.

Eres la noche sola.

Un cielo sin estrellas ni luna. Un mar de noche.





domingo, 2 de febrero de 2014

Perfume de mujer

Lo primero que hay que saber es que no tengo ninguna técnica para el jardín y a esta altura no creo que vaya a tenerla ya.

O sí: dejar crecer. No cortar nada, salvo el pasto o la obligada poda de ramas.

Lo demás, crece a su antojo. O no tanto, porque a veces pasa -en el jardín, en la vida...- que hay ciertas anarquías que son posibles como fruto del diseño, de una decisión del jardinero.

Nunca corté algo que tuviera alguna posibilidad o algún misterio. Se distinguen los yuyos, mayormente. Pero aun algunos de ellos tienen donaire y alcanzan la gracia en la altura, eso que no se ve cuando son una brizna de nada.

Y así pasa. Vienen altas las plantas y dan su fronda o su flor. O algo. Y se ganan su derecho a empujones de belleza o de rareza de buen ver.

O de perfume.

Y es el caso.


El año pasado, en una mata de margaritas amarillas que hay casi a la mitad del jardín, apareció un dama bastante misteriosa. La margarita de marras, como es sabido, es abundosa y casi prepotente. Serán sus genes. Dan rápidamente el color y el amarillo y el verde fresco son siempre un manchón alegre. Hay un asunto con el amarillo y yo, y viene de larga data. Más que gustarme, en el jardín y en casi todo, más bien lo perdono. Diría que lo entiendo -entiendo su papel en el concierto de las cosas- pero no me es muy afín.

La abundosa, además, cumple con la función social de impedir en algo el paso a una alberca, cosa que, habiendo niños cerca, siempre es un recaudo que tranquiliza un poco.

Pero hay que tenerla a raya. No darle su lugar, porque no conoce límites, sino asignárselo según la voluntad del ojo del amo.

Y así fue el año pasado. Le estaba disciplinando la vida a la margarita cuando vi que se le había entreverado una planta desconocida. Hojas largas, como punta de lanza, carnosas, tallo de trepadora. Todavía era joven, pero ya se le veía la traza de tener tanto o más vigor que su anfitriona. Y eso porque la nueva dama ya se iba trenzando en el ramaje leñoso de la margarita. No fue fácil podar a ésta esquivando a aquella, dejándola seguir su derrota.

Cuando llegó diciembre, en una de las podas rituales, ya se veía que la nueva competía en volumen con su huésped, pero era todavía solamente largos tallos y hojas firmes. Nada más. Allí fue el momento de tomar la decisión de ver hasta dónde llegaba y la desenredé casi en toda la longitud de sus hilos fibrosos. Tampoco fácil.

Lo demás fue apoyarla siquiera, casi como al descuido, encima de la mata amarilla. Quién sabe qué haría ella. Yo, no haría nada hasta que ella no moviera sus piezas.

Llegó enero y la dama dio su flor. Blanca. Firme. Pero incipiente todavía, pequeña. Así y todo, empezaba a adivinarse un aroma. Muy femenino, con vetas de jazmín.

El conjunto empezaba a tener su propio carácter y no lucía nada mal. Lucía bien. Y empezaba a ser evidente que la dama aportaba su perfume -y las graciosas pintas blancas de sus flores- como si pagara con ello el alquiler a la margarita.

No había mucho tiempo entonces, porque había viajes que hacer. Pero, ya de nuevo en el pago, en estos días, cada vez que pasaba por la vereda que va de la cueva a la casa y vuelta, la dama trataba de llamarme la atención. Sutilmente. Ni falta que hacía. El entrevero se había armado de tal modo que la mata era ahora todo un remolino de colores y aromas, sin competencia. Y pasaba cada vez, y cada vez llamaba ella, sobre todo ella. Y atendía yo.

Hace como una semana que vengo pensando en el asunto. Y sigo. Hay materia. De toda suerte.


Claro que, y para empezar por algo, está el trigo y la cizaña. Claro. Porque la abundosa y la aromada cada quien tiene lo suyo. Pero cuál será quién. Se han criado tan abrazadas ya que no es fácil ir a por una, sin que la otra reclame sus fueros. Y por las dudas, y por ahora, di por trigo a ambas, aunque podría ser cizaña una de ambas. Se verá. Y ése es solamente uno de los asuntos. Porque el perfume no es cosa de esquivar. Y está el jardín alrededor y los frutos de ella, si los llega a dar.

Ha tiempo que venía buscando los documentos de la dama, su casta. Quién es exactamente.

Hay en el pueblo quien sabe la mar de estos asuntos y la vez que le pregunté, me dijo un nombre que no retuve entonces, pero la describió sin titubear con gran acierto.

Y lo que son las cosas: mientras escribo esto me llega noticia de que efectivamente la dama se hace llamar Tasi. Su nombre científico -siempre los miro con un poco de desconfianza- es Araujia sericifera. No voy a ponerla aquí pero hay mucha literatura para hablar de esta dama que describió un portugués Araujo, allá por el siglo XVIII en América, y de allí su nombre. Unos dicen que es remedio y que cría mariposas porque a las orugas les sabe bien la hoja. Otros, que es venenosa. Otros que es buena para el caucho. Otros, que es invasiva y termina matando a lo que acompaña. Hay lugares en los que la aprecian por su fruto comestible. Hay lugares en los que está prohibido tener una. Qué puedo decir: dejemos eso para los que mejor saben lo que saben de estas cosas.

En lo que toca a un servidor, cada vez que paso junto a la mata, no puedo dejar de mirar lo que he hecho. Lo que han hecho ellas, cuando se las deja hacer.

Veré qué le dejo hacer a la dama. Que para eso, después de todo, soy sus jardinero, mal que bien, con técnica o sin.


Mientras, yo seguiré en mis trece.

Y ella, perfumando.




sábado, 1 de febrero de 2014

Ser nadie


En dos días se me cruzó tres veces.

"¿Y yo quién soy? yo no soy nadie...", "entonces, yo soy nadie para vos...""yo no soy nadie para decirlo, pero..."

En las tres conversaciones -distintos momentos y lugares y gentes- era simple oyente. Un espectador casi inadvertido, que es un buen puesto de observación. Aunque, a veces... Porque pasa en esos casos que los demás, como están hablando, habitualmente no oyen. Y uno, como no está hablando, en general oye.

En las tres conversaciones los asuntos eran distintos y más o menos graves. Y la frase es frase común. Casi una muletilla, se diría. Una sola vez pareció personal, recién fue allí cuando pareció resonar el nadie. Soy nadie para vos... El asunto quedó un poco aparte y pareció que otra cuestión se superponía por un segundo. Otra conversación anterior, subterránea. Tal vez, nomás, quién sabe.

Se hablaba de política, se hablaba de costumbres, se hablaba de vidas de otros.

Tres asuntos distintos, no en ese orden exactamente.


Ser nadie.

¿Qué será ser nadie?

Descalificarse, siquiera retóricamente; sincera confesión de impericia, de no estar a la altura verdaderamente; sentir el no ser y el no ser para otro.

La vergüenza de haber sido. Y, más: el dolor de ya no ser. Ir cuesta abajo, como dice Le Pera.

¿Qué será exactamente ser nadie?

Curioso que tengamos ese poder. Casi mágico.

Ningunear
le queda chico. Se usa y es verbo feo además de ofensivo, y ofendido. Pero le queda chico lo mismo.

Hacer nadie de alguien. Impresiona.

Veo que parece imprescindible que el devenido nadie de algún modo siga siendo. Si no, es imposible llegar a ser nadie. Poder hacerlo nadie, existencialmente, no se puede si el otro no sigue siendo alguien.

Ser nadie.

Es en relación con los otros, con otro. Difícil respecto de sí mismo. Es -parece que es- sentirse nadie, más que ser. Considerarse nadie, un nadie, un don Nadie, ante algo o alguien, y aun ante uno mismo como si fuera otro. Desde lo más trivial y de circunstancia, hasta lo más hondo. Según el caso.

Pero se usa el verbo ser. No parecer. No sentirse. Ser.

Nadie es polisémico, se entiende. Hasta que, en una de esas, alcanza lo hondo. Y entonces, allí, el verbo ser se vuelve algo más que un modismo, que una costumbre del idioma.

Muy bien.

Pero.

¿Y qué será que alguien nos sea nadie?



Llueve ahora.

Son cosas para mirar al sol. Para pensar con sol.


Otro día.




Todavía




Llevo en el anca tibia de esta noche
un silencio cansado y mal dormido.
Y es un moro estrellero el cielo arriba,
ciego sin luz; como el olvido oscuro.
Un campo quieto, mudo y titilante,
va como un perro fiel, siempre a mi lado,
y respira su hierba mansa y dulce
que lastima con vahos de nostalgia.
El camino se alarga, el paso es corto;
el tiempo ya no cuenta, ya no hay tiempo.
Apenas hay un donde; no sé el cuando.
Todavía no llego y todavía
no llega la mañana y todavía
todo es camino. Y todo es todavía.