martes, 25 de febrero de 2014

El dolor de ya no ser



En la entrada anterior, conté a grandes rasgos un caso de kirchnerismo vivido que conocí. Un kirchnerismo particular, es verdad, y camuflado, y en tal sentido sólo en algo político pero más bien social y económico, aunque en este caso sensibleramente social y económico, lo que también es político y nadie se da cuenta; en fin, un caso no muy distinto al de millones de personas, casas más, casas menos.

Y, a este respecto, hay que admitir cierta eficacia de la propaganda kirchnerista que, más allá de la disciplina que pueda aplicar a sus cuadros, o más allá del convencimiento de éstos, logró disciplinar a gentes como la que digo que, sin ningún motor ni vigor verdaderamente militante o verdaderamente político, habla y se piensa como tal, aunque no lo admita o no lo sepa. Porque, eso sí, se trata de hablar, nomás, se entiende. No lo sé de cierto, pero no creo siquiera que haya salido a la calle ni una vez en estos últimos diez años. Y así con muchos. Y es claro que el kirchnerismo tuvo más votos que gente en la calle defendiéndolo o jugándose la patriada por esa visión de las cosas.

No hace falta, incluso, que la mayoría de estas gentes se haya beneficiado inmediata y directamente con planes, programas o subsidios. Es -fue- determinante el clima de que se puede comprar, de que parece que porque se puede comprar y se progresa de las 30'' a las 43'' de la tele nueva y se distribuye la bonanza y el aire de bienestar porque se puede comprar. Y, por eso mismo, resulta como conclusión, en el humus de estas cabezas y corazones que digo, que se están haciendo las cosas bien. Pero cuidado: bien en todo. No solamente en lo que se puede comprar sino en todo: de la educación al fútbol, de YPF a 678.


Y allí está la cuestión.

No voy a analizar aquí el asunto éste de que se podía comprar, porque no estoy hablando de eso ahora. Pero ése se podía comprar (idénticamente extorsivo como el sonsosnete k de que hay muchos que en estos años ganaron mucha plata...) es más y antes que nada un asunto político y cultural.

Esto que resumo en el se puede comprar anestesió a muchos (para eso en buena medida estaba diseñado). La distribución de la riqueza, que le llamaron, sin entrar en demasiados detalles.

Pero.

El caso es que la distribución de la riqueza era solamente la pata derecha del bípedo. La pata izquierda era la ampliación de derechos, otro slogan.

Y el relato y el modelo no admiten pararse sobre una sola pata. O se lleva las dos patas afirmadas al piso o nada.

Y, como en el caso que conozco, a muchos les pasó que se llevaron el combo, con mayor o menor inocencia, según se sea más o menos perspicaz. Tal vez podrían haber tenido, siquiera deshilachado o inconsistente, algún reparo respecto de todos o de algunos de los derechos ampliados en cuestión. Si lo tenían, como en el caso que conozco, mientras se pudiera comprar fue irrelevante. Cualquier reparo era irrelevante. Y no sólo.

Se da todavía el caso de que una objeción al modelo y al relato en sus más ácidos aspectos sociales y culturales, se contesta con la estatización de YPF o los planes Progresar, Avanzar o Ir pra frenchi, o como se llamen. Una prueba penosa de que se vendía un combo y que, los que compraron, compraron el combo y el manual de uso del combo, que no fue gratis, claro.

Un triunfo del kirchnerismo fue amputarle a muchos el discernimiento y es verdad que usaron todo lo que pudieron para hacerlo y que el trabajo costó millones de maravedíes. Pero es verdad también que algunos fueron a la ablación de buen grado, ofrecieron un órgano valioso a cambio de..., de..., pues, qué le digo: difícil saber qué obtuvieron a cambio. Hay variedades enormes de retribuciones y muchas de ellas son puramente subjetivas. Como haya sido, la amputación se hizo y hoy hay en la Argentina algunos millones de personas con el discernimiento amputado, o, en el mejor de los casos, mutilado a tal punto que resulta inservible.

Y está el peronismo.

Porque el kirchnerismo no podría haber hecho lo que hizo en cabezas y corazones, sin que el peronismo pusiera su aporte, no sólo de multiformes dirigentes y cuadros, ubicuos en cualqueir versión del peronismo. El peronismo aportó buena parte del lenguaje y del imaginario al que apeló el kirchnerismo, empezando por la bandera argentina. Incluso una buena parte de un lenguaje que el kirchnerismo aborrece porque su substancia es progresista y ese lenguaje no lo es. Pero lo usaron igual. Y al peronismo no le importó. Pasó allí algo parecido a lo que logró Stalin en Rusia cuando los alemanes lo invadieron en la segunda guerra: de pronto apareció una Madre Rusia y una patria y un amor al suelo y al pueblo ruso en cuanto ruso y no en cuanto fuerza proletaria de la revolución. Y eso duró lo que duró la invasión, claro. porque no era un matrimonio indisoluble. Apenas era una amante más o menos vistosa.

Sin embargo, esa donación del peronismo tiene su precio y su costo.

De hecho, al peronismo le costó vaciarse de sí, vendió como si dijera la primogenitura por un plato de lentejas.

Aunque... No sé si el peronismo tiene por derecho propio alguna primogenitura en el sentido cultural y político al que me estoy refiriendo. Y no es verdad que no lo sé: sí lo sé. No la tiene. Sólo los peronistas creen que tienen la llave dorada que abre el corazón de la Patria, así con mayúsculas. Sólo ellos creen eso. Es un slogan más. Y se lo prestaron al kirchnerismo un rato largo y el kirchnerismo, en su rediseño del hombre argentino, lo usó a troche y moche. Y el peronismo pretende recuperar esa varita mágica tan rentable ahora que el kirchnerismo da muestras de que andaba a pilas y se le gastaron las pilas. Una especie de sin mí nada podéis hacer profano y hasta espurio.

El peronismo es lo que es. o mejor dicho: ha sido lo que ha sido.

Es un emergente de un tiempo que podría haber significado una revolución en el curso de los tiempos. Los materiales de que está hecho no le pertenecen enteramente y la mayoría son de otros autores, de otras inspiraciones, de otros lugares incluso. Ya sabemos que ese tiempo no dio ninguna revolución y que cualquier expectativa que podría haber habido, no importa de qué calaña, terminó disolviéndose en la olla de la modernidad, cocinada con ingredientes de toda laya.

Como quiera que fuere, lo cierto es que las ideas y las corrientes de ideas y sentimientos sociales se encarnan. Si no se encarnan, flotan, pero no hacen gobierno. Y por cierto que hay gobiernos horrendos y perversos, precisamente por sus encarnaduras, más que por sus ideas, aunque sean ideas abominables y vitandas. Porque puede pasar que ideas malditas fracasen por ser mal llevadas, no por ser malas ideas.

Y tampoco es que flotar no sea importante. Ahí está, por poner un ejemplo cualquiera, el Mayo francés, y todos sus arrabales ideológicos. Nunca gobernó porque perdió la batalla contra los gobiernos, pero flotó y flota todavía hoy y ha hecho desde adentro la cabeza de muchísimos que si gobernaron, incluso de muchísimos que se opusieron a ese movimiento de ideas y que hasta lo combatieron conceptualmente. Pero el caso es que con muchas de sus consignas y talantes se hizo la sociedad que vino después de ellos y de esa masa salieron los gobernantes y los gobernados, en su mayoría. Lo cual rueda a lo mismo: sin hombres no hay política ni gobierno, porque si flota y no encarna...

La carnadura del hombre que le tocó en suerte al peronismo fue primero Perón y después Eva Duarte. Y entonces, no importa cuáles fueran las raíces, los frutos y las flores que haya en el jardín dependen más bien del jardinero.

El kirchnerismo es hijo del peronismo, claro. Pero más exactamente lo es de Perón y de Eva Duarte. No será un hijo muy querido, ya lo dije otras veces. Y el kirchnerismo lo sabe, como lo saben otros antes que él, porque también son padres del kirchnerismo. Sí, no se asombre: en política, como en el mundo del espíritu, hay más padres que dos para cada engendro.

Se insiste en que menemismo y kirchnerismo se explican, en su insólita sucesión contradictoria de peronismo después del peronismo, con este lugar común de que el peronismo es proteico.

Lo proteico del peronsimo (y acaso del propio kirchnerismo, vaya a saber uno...) no es hijo de algunas de sus ideas madre, así como algunas características típicas del peronismo no son hijas de Perón.

Lo proteico del peronismo es producto de un gen de Perón. Y acaso un gen que no existe en otro que no sea él en la vida política argentina.

A mi sabor, estamos muy cerca de ver algo parecido a la disolución del peronismo y eso en ocasión misma de la desarticulación del kirchnerismo, ese hijo que, en alguna medida, y a diferencia de lo que leemos en la mitología griega, se come a su padre.


El peronismo histórico, el que talla en la vida argentina desde 1945, no sufrirá mucho ese cambio. Está en su naturaleza de alguna manera la reencarnación infinita. Lo llaman benévolamente pragmatismo, que significa, en la mayor parte de los casos, indiferencia y apetito desordenado de poder. Por eso un peronismo C puede suceder a un peronismo B que sucedió a un peronismo A... y todo sin que se le caiga una escama a Proteo.

Entre los griegos, Proteo era una deidad marítima. Y era el pastor de animales marítimos, por encargo de Poseidón, supuestamente su padre. El macho de la manada, además.

También podía adivinar el futuro, según dicen. Y era para no tener que hacerlo, y no contestar enigmas con vaticinios, que Proteo cambiaba de forma y se volvía inasible. Sólo quien pudiera vencerlo y someterlo, sin permitirle ya cambiar de forma, recibía el vaticinio.

La substancia proteica del peronismo parece más fuerte que cualquiera de sus otras notas raigales, bajo las cuales muchos se escudan para disimular o no tener que mirar precisamente esa nota proteica genética.

Si en el futuro hay algo del peronismo que pueda servir a la patria, primero habría que someter al peronismo impidiéndole su vorágine de transformaciones contradictorias y voraces.

Que es casi como decir que el peronismo tendrá que enfrentarse al dolor de ya no ser, si quiere ser.

¿Y qué será de la vida de quienes, como millones, viven en una nube amniótica de consignas y de mandatos, como ovejas sin voluntad propia, como ciegos sin mundo más que el que le dicen, sin discernimiento, abrazados al mástil de una bandera que no es la de su patria sino la de su club de fútbol...?

No lo sé.

Pero creo que ellos, como el peronismo, tendrán que dejar de ser lo que son y volverse argentinos -nada más que argentinos- si quieren ser argentinos.