sábado, 1 de febrero de 2014

Ser nadie


En dos días se me cruzó tres veces.

"¿Y yo quién soy? yo no soy nadie...", "entonces, yo soy nadie para vos...""yo no soy nadie para decirlo, pero..."

En las tres conversaciones -distintos momentos y lugares y gentes- era simple oyente. Un espectador casi inadvertido, que es un buen puesto de observación. Aunque, a veces... Porque pasa en esos casos que los demás, como están hablando, habitualmente no oyen. Y uno, como no está hablando, en general oye.

En las tres conversaciones los asuntos eran distintos y más o menos graves. Y la frase es frase común. Casi una muletilla, se diría. Una sola vez pareció personal, recién fue allí cuando pareció resonar el nadie. Soy nadie para vos... El asunto quedó un poco aparte y pareció que otra cuestión se superponía por un segundo. Otra conversación anterior, subterránea. Tal vez, nomás, quién sabe.

Se hablaba de política, se hablaba de costumbres, se hablaba de vidas de otros.

Tres asuntos distintos, no en ese orden exactamente.


Ser nadie.

¿Qué será ser nadie?

Descalificarse, siquiera retóricamente; sincera confesión de impericia, de no estar a la altura verdaderamente; sentir el no ser y el no ser para otro.

La vergüenza de haber sido. Y, más: el dolor de ya no ser. Ir cuesta abajo, como dice Le Pera.

¿Qué será exactamente ser nadie?

Curioso que tengamos ese poder. Casi mágico.

Ningunear
le queda chico. Se usa y es verbo feo además de ofensivo, y ofendido. Pero le queda chico lo mismo.

Hacer nadie de alguien. Impresiona.

Veo que parece imprescindible que el devenido nadie de algún modo siga siendo. Si no, es imposible llegar a ser nadie. Poder hacerlo nadie, existencialmente, no se puede si el otro no sigue siendo alguien.

Ser nadie.

Es en relación con los otros, con otro. Difícil respecto de sí mismo. Es -parece que es- sentirse nadie, más que ser. Considerarse nadie, un nadie, un don Nadie, ante algo o alguien, y aun ante uno mismo como si fuera otro. Desde lo más trivial y de circunstancia, hasta lo más hondo. Según el caso.

Pero se usa el verbo ser. No parecer. No sentirse. Ser.

Nadie es polisémico, se entiende. Hasta que, en una de esas, alcanza lo hondo. Y entonces, allí, el verbo ser se vuelve algo más que un modismo, que una costumbre del idioma.

Muy bien.

Pero.

¿Y qué será que alguien nos sea nadie?



Llueve ahora.

Son cosas para mirar al sol. Para pensar con sol.


Otro día.