lunes, 10 de marzo de 2014

Zurda diestra, siniestra y feliz

 


Cuando se usan las palabras, se olvida uno de que de algún lado vienen y que por muchos lugares han pasado, antes de llegar hasta nosotros. Y no es que se sepa siempre de dónde vienen, sino que por cierto de algún lado vienen. El asunto es de dónde. Y qué barro se les ha pegado en los pies y en sus ropas, a veces hasta hacerlas extrañas y dejarnos algo perplejos...

He allí la palabra zurdo/zurda, por ejemplo. Tanto como siniestro/siniestra, y para el caso izquierdo/izquierda, porque aunque en nada son parientes materialmente, si van juntas en sus significados. Y no sólo están ellas, sino también sus opuestas, claro que sí, y con sus propias peculiaridades. No descubro nada con eso, ya lo sé.

Para empezar bien, dejemos de lado las connotaciones (mayormente políticas y culturales) que las propias lenguas y sus historias le han dado a términos como siniestro/a y diestro/a, porque pueden salirse allí conclusiones difíciles de tragar para unos u otros, antes de que entiendan qué es lo que están tragando. Y digo esto aun admitiendo que la valoración de lo izquierdo y lo derecho tiene una prosapia que se pierde en la noche de los tiempos, no sólo en sentido horizontal y extenso, sino también intenso y vertical. Todo lo cual es cosa misteriosa y por lo mismo, cosa de cuidado.

Pero, quede dicho que esto de ahora es apenas un apunte con dos o tres curiosidades al respecto, nada más. Y nada menos, pero eso de nada menos queda solamente para los más avisados y los menos papanatas, por supuesto.

Veamos.

Dicen por allí que posiblemente nuestra palabra zurdo/a venga de una voz prerromana que algunos quieren que sea pirenaica, y eso en razón de que parece prima hermana de palabras vascas como zurrun (inflexible, obstinado, pesado) o incluso zur (avaro, agarrado). Son los mismos que han notado que en otras lenguas anejas a ambos lados de los Pirineos, del gallego hasta algunas de las parlas de Occitania, hay términos relacionados que, en todos los casos, están asociados a la idea de cosas o personas torpes, por decir lo menos. Y no es de extrañar, tampoco, si se piensa que en vasco la palabra izquierda, esto es ezkerra o mejor aún esku okerra, quiere decir original y precisamente mano equivocada. Y por extensión, también torpeza o deshonestidad.

A la vez, hay que notar que la palabra déxos, griega ella, es la que da origen a la poco usada voz latina dexius y por ella llega dexter, de donde proviene diestro, en alusión doble a lo que atañe a la mano derecha y a lo hábil tanto como a lo honesto.

Pero si andamos en lo diestro tenemos que ir a lo siniestro, por fuerza.

Y allí hay una historia interesante.

No es clara la etimología de la voz sinister en latín. Para unos vendría de sinus, en razón dicen de que era la mano que se escondía en el seno, o por decir mejor entre los pliegues de la toga con que los romanos se vestían y llevaban recogida con esa mano. Para otros, se sigue de senex (viejo y por extensión venerable o digno) (con una terminación -ter, comparativa (que también estaría en dexter): el más digno), lo que, en apariencia y así visto, cambia de signo lo siniestro y lo vuelve feliz.

Pero eso parece que tiene alguna explicación para los buceadores de palabras. Y resulta que la explicación en ese caso dicen que está en los ritos y liturgias de estos dos pueblos mediterráneos, los griegos y los romanos.

Para los griegos lo diestro es noble. Para los romanos, en cambio, lo noble es siniestro, al menos en sus primeras y propias palabras y en sus costumbres de rendir culto a sus dioses.

Ocurre, explican los sabios, que mientras los griegos ofrendaban mirando al norte, los romanos lo hacían mirando al sur. De este modo, el este le quedaba a los griegos a la derecha y a los romanos a la izquierda. Y, en los augurios de unos y de otros, del sol naciente venían los buenos pronósticos y el favor divino; mientras que del poniente venían los augurios nefastos y la cólera de los dioses.

La derecha griega, entonces, y por decirlo así, era feliz. La izquierda romana, a su vez, lo era igualmente.

En estos aspectos, también culturales además de religiosos, la influencia griega fue mayor y alcanzó finalmente también a los romanos que, en consecuencia, cambiaron de mano, al menos en sus usos lingüísticos y en el respectivo imaginario.


Ah,  pero qué lástima...

Estoy viendo en la primera fila, por lo pronto, pero en otras también, allá un poco más atrás, y a izquierda y derecha del auditorio, a una cantidad considerable de papanatos y papanatas que cuchichean, se cambian miradas de contraseña y se relamen con ojos golosos ante lo que creen que son las aprovechables derivaciones partisanas de esta nada más que breve nota curiosa.


Miren, señores, si se van a portar así, me retiro. Y las conclusiones quedarán para cuando haya mejores oídos.



Buenas noches.