sábado, 30 de agosto de 2014

Coros vivos, poetas muertos



Vi Los coristas hace poco. Otra vez.

Y me acordé de La sociedad de los poetas muertos. Otra vez.

Dos instituciones opresivas. Un Fond de l'Étangue asilo y depósito de chicos descastados, en una posguerra francesa desangelada y pobre. Una Welton Academy, casa de señoritos y cuna de postdirigentes yanquis en una década del '50 optimista y disoluta. Decadentes ambos, aunque sólo parece que se nota en uno. El otro, parece pobre, nada más.

En ambos, también, directores y rectores estúpidos, caricaturas de lo recto hecho rígido. Escépticos o no, crueles lo mismo.

En ambos, entre todos hay uno distinto.

Para los descastados, un maestro de música que no busca demasiado para sí, pero que se inspira en el entusiasmo de sus niños-despojos y los transforma en un coro, en una armonía que los eleva, los civiliza, los hace mayores, mejores. Y les da una vertebra que terminará haciéndolos personas.

Para los señoritos, carpe diem. Una caricatura de libertad para una caricatura de rectitud. Y un maestro que es más apto para demoler que para levantar una casa interior. De hecho, en la demolición quedan un muerto y varios heridos. ¿Por él? No sé, y en parte sí. Porque el argumento dice que sin él no habría pasado.

La cuestión se me hizo interesante. Y un poco desoladora, no se crea.


Clément Mathieu. El maestro deslucido, pelado, desharrapado, como insulso. Sin glamour. Desaparece como apareció. Un hombre común, diría uno. ¿Usted sabe quién es Gérard Jugnot? ¿No? Me lo imaginaba.

John Keating. El Captain brillante, arrollador, fascinante, adecuadamente décontracté. ¿Usted sabe quién es Robin Williams? ¿Sí? Me lo imaginaba.


Qué puedo hacer.

Con cierta ansiedad partisana, no faltará quien diga -con una pizca de razón, nada más- que Europa no es Hollywood. Aun cuando la de Hollywood sea casi 20 años más vieja que la francesa.

No me alcanza. ¿Qué es hoy Europa?  En cierto sentido, puede hacer Los coristas, sí. ¿Y cuánto se parece Europa a Clément Mathieu? No. No me alcanza, por mucho que uno aprecie sus raíces y desprecie lo esencial del modo yanqui.

El asunto central en ambas películas diría que es el mismo, los personajes son como paralelos, los damnificados-beneficiados (en sus antípodas) son parecidos. Y las propuestas de Mathieu y de Keating son dos formas de contracultura, al fin de cuentas. Claro. Según qué sea cultura y que sea contra.

No sé qué diría usted, mi amigo, pero a mí se me hace que La Sociedad de los poetas muertos es a Los Coristas, lo que un libro sobre Flores de Bach o reiki es al Martín Fierro o a El Señor de los Anillos.