miércoles, 31 de diciembre de 2014

Inocentes


Trajo una lluvia fresca la mañana
y es el llanto de un día de Inocentes
que libra a unos jazmines penitentes,
florecidos de cielo en mi ventana.
Son coronas de luz, gloria temprana,
que a la tierra fecundan: son vertientes
de aquella sangre de los Inocentes
que por mi bien hace milenios mana.
Mientras la lluvia finamente llora
ese dolor feliz y esos martirios,
un misterio florece en lo profundo.
Jazmines tiernos andan como cirios
que aquella sangre enciende a toda hora
y que iluminan el dolor del mundo.




lunes, 22 de diciembre de 2014

El Dios en la caverna


Unas páginas de El hombre eterno, de G. K. Chesterton.  

El Dios en la caverna. Es el capítulo 1 de la segunda parte.



Y es el caso en estos días que las cuatro palabras son importantes: hombre, eterno, Dios y caverna.









domingo, 14 de diciembre de 2014

Sorete


La historia es conflicto. La historia, en la Biblia, surge de la desobediencia, del pecado. Desobedecer a Dios es poner la responsabilidad de hacer la historia en los hombres. Aunque asimismo la historia los hace a ellos. Porque –vaya si lo sabemos– la historia también la hacen los otros. Y acaso, como hoy, ya no la haga nadie pues nadie puede controlarla. De aquí los aromas apocalípticos que recorren el planeta. Nunca, antes, estuvieron tan presentes. Nunca, antes, tantos locos –desde los halcones del complejo-militar industrial norteamericano hasta los fundamentalistas del Islam, o los imprevisibles de Rusia, Pakistán, India o la derecha israelí– estuvieron en posesión y poseídos por tan destructivos elementos diseñados para la hecatombe, la devastación, por la técnica de modernidad informática.


Es un texto de José Pablo Feinmann y más precisamente el final de su nota de contratapa en Página 12 de este domingo, que lleva el mentiroso título de Reflexiones sobre la historia.

Mentiroso, digo, porque en realidad el artículo está movido por un hecho personal: un tipo en la calle -así lo cuenta por allí perdido, para disimular- se le acercó y le preguntó si él era Feinmann; cuando el interpelado dijo que sí, el tipo le dijo: "Usted... es un sorete kirchnerista". Se dio media vuelta y se fue.

Feinmann, entiendo que herido profundamente en su vanidad sin fondo, elabora estas reflexiones (subterfugios, diría) y va del revisionismo histórico a Heidegger, de sus autocitas librescas hasta sus autocitas mediáticas, escribe libros de innecesarios y gruesos volúmenes, da reportajes, se justifica, da rodeos, busca en los arcones de sus lecturas para exhibir lo que le sirva para atenuar la redondez del apelativo sorete kirchnerista, donde kirchnerista es tan necesariamente evitable como sorete, a su gusto. Aunque lo de sorete sea ilevantable a los ojos de su furia narcisista.

Pero, ahora a mi gusto, lo cierto es que el innominado (y en la nota escarnecido y humillado viandante) apeló a una definición académica, ética, teológica, y escatológica. Y artística, en el mejor sentido de la palabra.

Y así lo definió: "usted... es un sorete kirchnerista"

Dice también Feinmann, con espuma en las comisuras:
Pero me resultaba arduo comprender qué concepto político encerraba la fórmula: sorete kirchnerista. ¿Por qué le resultaba tan sencillo definirme como kirchnerista? ¿Me había leído? No lo imaginaba leyendo alguno de esos libros gordos que, más de uno, tanto me reprocha. ¿Por qué algo tan complejo para mí era tan fácil para él? Había dicho: usted es. Nunca, he dedicado mi vida a la filosofía y la literatura (y pienso seguir haciéndolo largamente), me resultó sencillo el problema del ser. Y, en general, no me gusta ser algo sino estar abierto a mis infinitas posibilidades y ser lo que vaya eligiendo ser. Una roca es. Una montaña es. El universo (que, aunque esté en expansión, no lo sabe) es. Acaso esa buena persona me había hecho un favor. Por fin sabía qué era. Un sorete. Pero no cualquier sorete, sino uno kirchnerista.

*   *   *

Una sola nota le haría al esfuerzo artístico del anónimo definidor. Y de paso al definido.

Lo de kirchnerista puede ser circunstancialmente necesario. Pero es nada más que una marca de época. Un indicador de que alguien es de un tiempo determinado.

Un sorete de esta hora, de estos días, digamos.

Pero con lo de sorete alcanza, entiendo yo.

Porque sorete no está asociado a kirchnerista necesariamente. Es anterior, es contemporáneo y es posterior.

No es una categoría cerrada.

Y hay algo más. Está el verbo por excelencia: "usted...es...", y no indica nada esencial. No podría. Nada es por naturaleza completamente un sorete, en términos ónticos es así.

Hay algo de devenir, hay un in fieri, hay un llegar a ser.

De modo que el definidor anónimo dijo, en realidad: "usted... ha llegado a ser un sorete kirchnerista."

Y tampoco allí lo de kirchnerista es algo más que un accidente, por gordo y denso que sea el accidente.


*   *   *


Tal vez a estas horas, imagino con algo de mala leche, Feinmann estará leyendo su propia nota, y releyéndola satisfecho de haber puesto las cosas en sus sitio y haber aplastado al gusano que se le atrevió y de paso haber bajado línea para asuntos variados y de paso haber mostrado, en 360 grados, su enjundia y erudición y por qué no hasta su grandeza magnánima: cuando un reptil se arrastra, el águila está volando en alturas inalcanzables para los reptantes...


*   *   *


En fin.

Lo dicho: un sorete.




miércoles, 10 de diciembre de 2014

A Garcilaso, en la torre de Muey


Don Carlos no ha dormido, cavilando,
y un sueño de bombardas, catapultas,
y de torres de asalto, lo desvela.

Don Garcilaso de la Vega mira,
a su lado, con ojos de leopardo,
un valle quieto, un alba que amanece
sobre Provenza trovadora en llamas.

Galatea se fue, Elisa ha muerto.

Una niebla de amor anda en el campo
subiendo de los claros, frescos ríos,
y acechando las armas y la piedra
de la Torre de Muey, tan defendida.

Don Carlos tiene a Muey sobre la mesa,
como una torre más. Y traza planes
y mueve, sobre arena, sus ejércitos.
Y quiere la victoria que lo esquiva.

Y Garcilaso mira los collados.

Ve pastores amantes, doloridos,
callando desventuras y ternezas
mientras vagan su sombra por la aurora,
ausentes sus pastoras de su lado.

Los pastores dejaron sus morrales
y sus cayados. Buscan armaduras
y espadas, picas, lanzas, sus escudos,
olvidados del canto y de pacer.

Galatea se fue. Elisa ha muerto.

Y rompe un vendaval: Es Garcilaso.
Brillan las armas. Él, asalta mudo,
fiero en la mano, el corazón transido,
trepando al cielo gris de las almenas
que, como amada, esperan al amado.

Como una amada, Muey se le ha rendido.
Como un amado, Garcilaso ha muerto.
Con el acero le entregó su sangre.
Como una amada, Muey la ha recibido.

Galatea no está. Elisa ha muerto.

Lo Muey ya cae. Y Garcilaso sueña
que en la tercera rueda, mano a mano,
otros valles floridos y sombríos
le muestran a la amada para siempre
ante sus ojos fieros de leopardo
que ahora la ven, sin miedo de perderla.





lunes, 8 de diciembre de 2014

Tandil


Yo vi tu nombre en flor entre retamas
y fue el nombre de un mundo inaugurado.
Y fue un día feliz, serrano, quieto,
que sembraste en mis huesos y en mis ojos.
El aire, que me aroma la memoria,
se parece en lo suave a serranías
que laten en tu nombre y en la altura,
un silencio de piedra tersa y clara.
Voy cada noche por la yerbabuena
que tus lomas exhalan mientras duermes
y en vigilia te miro y te cortejo.
Y ya sin tiempo entonces soy tu nombre,
con una antigüedad que está en mi sangre
y quedará mientras tu nombre exista.




domingo, 7 de diciembre de 2014

Florencia del poeta


Volver a Florencia.

Decirlo es una cosa y lograrlo es otra.

Dante, por ejemplo, es un buen ejemplo.

Jamás volvió y pocas cosas quiso tanto como volver y ser recibido por ella como el poeta de Florencia.

¿Dante, el de Florencia? ¿La Florencia de Dante?

Tal vez, cierta justicia inmanente y poética hizo que Florencia fuera notable por Dante, al final, y no Dante por haber sido de Florencia, como él mismo anheló toda su vida.


*   *   *


Hace unos meses, un grupo entusiasta pidió la exposición de un trabajo sobre la Commedia de Dante Alighieri, asunto que excede a un servidor en cualquier caso.

En cualquier caso, también, el resultado queda aquí para quien sea gustoso de leerlo.











Danza tu voz


Y vi nacer tu voz y te veía
como un ave de luz bajo la sombra
de la noche, que en vilo nos tenía.

Y vi nacer tu voz y vi que había,
en el ángel lucido que te nombra,
manantiales de amor y mi alegría.

Danza tu voz ahora y la mañana,
en arabescos tibios y sutiles,
se mece en tu donaire de pavana.

Danza tu voz y una dulzura arcana
en acordes soleados y gentiles,
me deja tu perfume de manzana.





sábado, 6 de diciembre de 2014

Infidelidad (II): el esclavo se escapó




La historia de una infidelidad, a veces, tiene que ser dicha con cuidado. Hay que darse cuenta de que no siempre es sencillo entender las razones por las cuales se llega a ella.

Nomás hablar de este asunto en una entrada anterior y nuevas cosas aparecen como a propósito para poder decir algo más al respecto.

Esta vez pasa en el sur de la Francia. Saintes, más precisamente, donde aparecen más esqueletos misteriosos en una necrópolis asociada a un anfiteatro en el que se medían gladiadores con otros tales o con bestias.

Ahora el asunto es que encontraron en estos meses unos esqueletos engrillados que parecen son del sigo I ó II de la era cristiana; lo que es un decir, porque en esos siglos Roma no tenía intenciones de ser cristiana en modo alguno y más bien al contrario.

Los científicos podrían haber sacado algunas conclusiones interesantes a propósito de los cadáveres de gladiadores, criminales o esclavos -más probable, lo primero y después lo tercero-, uncidos con argollas de hierro en sus cuellos, tobillos o muñecas y con algunas heridas en sus huesos como de dentelladas animales.

Por ahora y para el gran público, la cuestión es solamente que el martirio (dicen con entendible liviandad) de estos pobres hombres se extendió por 2.000 años, hasta ahora en que fueron rescatados, donde rescate significa vaya a saberse qué, aunque se entiende que habrán querido decir que, como estuvieron todavía engrillados estos dos mil años, su liberación llegó cuando llegaron los arqueólogos a descubrir su estado, y de ese modo fueron liberados con retroactividad. Creo que, en el mejor de los casos, serán trasladados con cuidado a un museo y serán exhibidos con sus grilletes y todo.

Podrá parecer que voy a forzar el argumento. Pero tal vez podrían haberse preguntado estos arqueólogos por qué ya no es tan fácil que encuentren lo mismo de la misma manera en la Francia de Clodoveo y de allí en más.

Pero creo que a los científicos tales esa pregunta no se les ocurriría.

También ellos son hijos de algunas infidelidades y su condición -tan involuntaria como voluntaria- les impide ver en primer lugar que el cristianismo hizo a Europa y que los esclavos y los gladiadores fueron rescatados de distintos modos y bastante antes de que los arqueólogos los descubrieran hace un año.

Lo que pasó con Francia después de Clodoveo y san Remigio, ya es otra historia. Repleta, eso sí, de más y más infidelidades.

Infidelidades que trajeron algunas esclavitudes mayormente incruentas, aunque no solamente.

También grilletes, aunque no siempre de hierro y hoy por hoy casi nunca de hierro, lo cual ha poblado de esclavos vivos el orbe, eso sí, aparentemente libres.

Y tan libres que solamente reconocen la esclavitud cuando la ven en los trozos de hierro que adornan un esqueleto de 2.000 años.






viernes, 5 de diciembre de 2014

Tu voz de cielo


El cielo de una voz hace que el cielo
vuelva a ser aire azul enamorado
y deja el tiempo todo sin pasado
y sin futuro, en un presente en vuelo.
El cielo de una voz que te ha cantado
una vez y otra vez el ritornello
del beso y de la flor y del pañuelo,
hace del aire un cielo perfumado.
Eso puede una voz. Eso nos hace
cuando a su luz el aire se enternece
y el cielo es como un niño cuando nace.
Eso hace una voz, nos estremece.
Nos libra de la noche y amanece
mientras la voz de cielo nos abrace.




El sol y el ángel


Miraba el sol al ángel que lucía
como un rayo de plata enamorado
del aire, que de amor se le rendía.

Y el sol de fuego, en fuego ya abrasado,
vio que su ardor apenas parecía
un silencio de luz desalentado.



jueves, 4 de diciembre de 2014

Infidelidad



Una historia de infidelidad traerá siempre consigo algún escándalo. Es inevitable. Por conmovedora que sea la historia, y no sólo para los amantes.

No hay modo de hablar del asunto sin que haya alguna o mucha indignación y es razonable que sea así. Algo de lo que está en juego lo justifica. Como es verdad que la curiosidad se acicatea con los secretos que acompañan a las infidelidades. Como es cierto que no se sacan ventajas las infidelidades de los varones y de las mujeres.

Hay infidelidades, es verdad, que significan más que otras. Pero no hay modo de escudarse en eso para que unas u otras se beneficien con la irrelevancia o con la importancia.

Hay infidelidades memorables, también es verdad. Y hay nombres de toda suerte en todo ámbito  implicados en el asunto milenario de la infidelidad.


*   *   *


Una noticia de ayer que viene de Inglaterra nos habla de dos infidelidades. Una grave y otra no tanto. De la grave no se habla, de la no tan grave, sí.

Se dice que unos restos encontrados al excavar en un estacionamiento en el centro de Leicester y que se suponía podían ser los del shakespereanamente terrible Ricardo III (1452-1485), son efectivamente los suyos de él.

Con más de 10 heridas espantosas, dicen, Ricardo murió en la batalla de Bosworth, la que libró contra Enrique, y en la que la dinastía de las dos rosas perdió la corona a manos de los Tudor.

Dice al pasar la noticia que tras la muerte, Ricardo fue enterrado en Greyfriars, lugar cercano a la batalla, en el centro de Inglaterra.

Dice también que para determinar que Ricardo era Ricardo, científicos se sirvieron de adn de algunos descendientes y lo compararron con los restos del rey.

Y dice finalmente también, y así se titula el asunto, que el estudio genético parece mostrar, casi sin dudas, que en algún lado por aquellos años, una mujer real tuvo un hijo de alguien que no era su marido. Cosa que en este caso pone en entredicho nada menos que a 8 reyes de aquel tiempo y el problema podría extenderse al presente, detalle que parece que a los genetistas británicos no los inquieta demasiado, porque las paternidades presuntas de algunos de aquellos nobles tienen algún índice de falsedad ya comprobado.

Como fuere, el descubrimiento alcanza para titular con la posiblemente desastrosa infidelidad de alguna reina, descubierta por casualidad. Y de allí en más el escándalo consabido. Tan político como conyugal, digamos. No se sabe quién exactamente, pero alguna reina fue infiel, y con ello le dio a Inglaterra posiblemente reyes sin derecho al trono, o que reinaron sin derecho.


*   *   *


El asunto de veras serio es Greyfriars. Por lo menos, para mí y en este caso. Porque ese nombre es aquí la cifra de otra infidelidad -la de veras grave- de la que nada se dice.

¿Por qué lo enterraron allí al rey Ricardo? Porque en ese preciso lugar había una abadía de franciscanos desde principios del siglo XIII. Frailes grises o pardos, en razón de su hábito franciscano característico. De eso da cuenta cualquier mapa de Leicester, porque la toponimia los recuerda no una vez, sino muchas.

¿Y por qué no está la abadía y hay allí ahora un estacionamiento? Por uno de los descendientes de aquel Enrique que ganó la batalla en la que murió Ricardo, que fue otro Enrique famoso, el octavo, y por sus leyes de 1538 sobre la expropiación y vacío de los monasterios, éste de los Greyfriars incluído, que tras vacío, fue demolido con cierta saña. 

Y entonces ya no una reina, sino toda o casi toda Inglaterra resultó infiel.

Y fue así que, en nuestros días, en el mismo momento en que los ingleses ponían a la luz los restos de Ricardo, quedaron a la luz dos infidelidades y no una.


Pero las noticias hablan solamente de una.





miércoles, 3 de diciembre de 2014

Lo irreparable


Hace apenas algunos pocos días, viví una de esas pérdidas que a veces llamamos irreparables, y a veces sin medir lo que realmente significa irreparable. Pero es verdad también que a veces las llamamos así no sin razón; porque, tanto en la realidad como en nuestro corazón, hay pérdidas que no pueden reponerse: personas, seres, situaciones, vivencias, cosas que son, por irrepetibles, irrecuperables. Porque hay personas, seres, situaciones, vivencias, cosas que desaparecen y perdemos, y así de pronto se revisten de una ausencia tal que las pone en ningún lugar, las des-realiza y las hace, de algún modo, nada.



*   *   *


No estamos hechos para la nada y la no existencia.

Creo que pasa también eso de algún modo con los recuerdos. Olvidar y darse cuenta de que hemos olvidado personas, seres, situaciones, vivencias, cosas, nos enfrenta de algún modo a la nada. Recordar de pronto lo que hemos olvidado puede darnos alegría, si lo recardado es feliz, pero tiene un sabor agridulce también, porque algo de la nada se cuela en el olvido y se hace patente precisamente cuando aparece el recuerdo y lo hace con una presencia que ha sido recuperada de una nada circunstancial en la que estuvo, una nada subjetiva y circunstancial pero que sentimos como universal y perdurable.  


*   *   *


Qué poco sabemos, qué corta es nuestra mirada cuando miramos la historia. Y nuestra historia personal, especialmente. Porque si acaso medio a oscuras entendemos algo del mundo alrededor y ajeno, nos es más difíicl el entendimiento del propio.

Dicho con justicia, las cosas son lo que son. Y así se nos presentan de un modo claro en su misma realidad, aunque muchas veces con una carga fuertemente simbólica. Y la mayor parte de la veces no entendemos ninguna de ambas cosas: ni lo que pasa ni qué significa lo que pasa. Y así es como se nos escapa habitualmente, con el significado, también el sentido, la dirección, la finalidad.

Tanto de nuestras pérdidas irreparables, como de las presencias que de pronto se presentan.


*   *   *


Apenas un poco después (¿horas después?) de haber vivido eso que a veces nos parece una pérdida irreparable, pasó que algo completamente ajeno al mundo de aquello perdido -pero tan parte de mi vida como lo otro- se presentó de pronto, súbitamente.

Inesperado. ¿Completamente inesperado? Y ahora pienso si acaso no sería posible que, en una sinfonía que no conozco, en una partitura que no sé leer del todo, una cosa y otra tuvieran que ocurrir casi a la vez, quién sabe por qué, pero aparentemente en mi beneficio.

Y entonces, fue así que la pérdida tuvo que convivir con una presencia, disputándose en el corazón el espacio y el tiempo.

Se sabe que toda pérdida (no importa su dimensión o importancia) supone y hasta exige de algún modo un funeral, un duelo. Un dolor. Porque si lo perdido es un bien, siquiera un bien relativo o menor, el dolor es la respuesta, el dolor es una especie de tiempo y espacio de despedida a lo perdido. Y más a lo perdido irreparable.

Pero, ¿es posible el duelo si un hecho feliz, si una presencia feliz inesperada, desvía la mirada del corazón y le ofrece una esperanza tan irreparable como la pérdida? Irreparable esperanza que no necesita repararse porque es entera, y no porque no pueda repararse por irrecuperable.


*   *   *


Como obligados al dolor por la ausencia de algún bien perdido, podríamos no ver la esperanza que viene con la presencia de un bien inesperado.

Y, sin embargo, que no podamos ocultar ni ocultarnos la alegría de una presencia súbita que opaca la pena de una ausencia irreparable, debería sernos suficiente indicio de que nuestra vida -y la historia entera- no es una sucesión de momentos. Y debería ser un indicio de que las cosas no pasan porque sí.


Y hasta un indicio de que irreparable podría tener un significado paradojal y misterioso. 





martes, 2 de diciembre de 2014

Fin del camino



En El Hobbit, Bilbo canta esta canción al volver a la Comarca después de haberse enfrentando al dragón:
Los caminos siguen avanzando,
sobre rocas y bajo árboles,
por cuevas donde el sol no brilla,
por arroyos que el mar no encuentran,
sobre las nieves que el invierno siembra,
y entre las flores alegres de junio,
sobre la hierba y sobre la piedra,
bajo los montes a la luz de la luna.

Los caminos siguen avanzando
bajo las nubes, y las estrellas,
pero los pies que han echado a andar
regresan por fin al hogar lejano.
Los ojos que fuegos y espadas han visto,
y horrores en salones de piedra,
miran por fin las praderas verdes,
colinas y árboles conocidos.

Roads go ever ever on,
Over rock and under tree,
By caves where never sun has shone,
By streams that never find the sea;
Over snow by winter sown,
And through the merry flowers of June,
Over grass and over stone,
And under mountains in the moon.

Roads go ever ever on
Under cloud and under star,
Yet feet that wandering have gone
Turn at last to home afar.
Eyes that fire and sword have seen
And horror in the halls of stone
Look at last on meadows green
And trees and hills they long have known.

Bilbo en The Hobbit, 19

Años después, cuando se va ya viejo y sale de la Comarca por última vez, vuelve a cantar:

El camino sigue y sigue
desde la puerta donde comenzó.
El camino ha ido muy lejos,
y si es posible he de seguirlo
recorriéndolo con pie decidido
hasta llegar a un camino más ancho
donde se encuentran senderos y cursos.
¿Y de ahí adónde iré? No podría decirlo.

The Road goes ever on and on
Down from the door where it began.
Now far ahead the Road has gone,
And I must follow, if I can,
Pursuing it with eager feet,
Until it joins some larger way
Where many paths and errands meet.
And whither then? I cannot say.


Bilbo en The Lord of the Rings, The fellowship of the Ring, I, 1

Tiempo más tarde, saliendo con sus amigos de la Comarca, al iniciar su propio viaje, es Frodo el que canta esta canción, aunque su pie está ahora fatigado y no decidido:

El camino sigue y sigue
desde la puerta donde comenzó.
El camino ha ido muy lejos,
y si es posible he de seguirlo
recorriéndolo con pie fatigado
hasta llegar a un camino más ancho
donde se encuentran senderos y cursos.
¿Y de ahí adónde iré? No podría decirlo.

The Road goes ever on and on
Down from the door where it began.
Now far ahead the Road has gone,
And I must follow, if I can,
Pursuing it with weart feet,
Until it joins some larger way
Where many paths and errands meet.
And whither then? I cannot say.


Frodo en The Lord of the Rings, The fellowship of the Ring, I, 3.

Es Bilbo quien canta por última vez esta canción. Están en Rivendel y los hobbits han vuelto de su terrible aventura:

El camino sigue y sigue
desde la puerta donde comenzó.
El camino ha ido muy lejos,
que otros lo sigan si pueden.
Que ellos emprendan un nuevo viaje,
pero yo al fin con pies fatigados
me volveré a la taberna iluminada,
al encuentro del sueño y el reposo.

The Road goes ever on and on
Out from the door where it began,
Now far ahead the Road has gone,
Let others follow it who can!
Let them a journey new begin,
But I at last with weary feet
Will turn towards the lighted inn,
My evening-rest and sleep to meet.


Bilbo en
The Lord of the Rings, The Return of the King, VI, 6.

Pero Frodo agrega todavia algo más cuando sale de la Comarca rumbo a los Puertos Grises, antes de partir definitivamente (algo así ya había cantado con algunas variantes, al principio de la historia, en otros tiempos y en otro estado de ánimo).

Aún detrás del recodo quizá todavía esperen
un camino nuevo o una puerta secreta;
y aunque a menudo pasé sin detenerme,
al fin llegará un día en que iré caminando
por esos senderos escondidos que corren
al oeste de la Luna, al este del Sol.

Still round the corner there may wait
A new road or a secret gate,
And though I oft have passed them by,
A day will come at last when I
Shall take the hidden paths that run
West of the Moon, East of the Sun.


Frodo en The Lord of the Rings, The Return of the King,  VI,  9.


*   *   *


La canción tiene sus variaciones, se ve y ya se sabe.

Pero el sentido es el mismo, en todo caso, aunque la canción diga que el camino sigue y sigue.



Porque todo camino tiene un final.