sábado, 6 de diciembre de 2014

Infidelidad (II): el esclavo se escapó




La historia de una infidelidad, a veces, tiene que ser dicha con cuidado. Hay que darse cuenta de que no siempre es sencillo entender las razones por las cuales se llega a ella.

Nomás hablar de este asunto en una entrada anterior y nuevas cosas aparecen como a propósito para poder decir algo más al respecto.

Esta vez pasa en el sur de la Francia. Saintes, más precisamente, donde aparecen más esqueletos misteriosos en una necrópolis asociada a un anfiteatro en el que se medían gladiadores con otros tales o con bestias.

Ahora el asunto es que encontraron en estos meses unos esqueletos engrillados que parecen son del sigo I ó II de la era cristiana; lo que es un decir, porque en esos siglos Roma no tenía intenciones de ser cristiana en modo alguno y más bien al contrario.

Los científicos podrían haber sacado algunas conclusiones interesantes a propósito de los cadáveres de gladiadores, criminales o esclavos -más probable, lo primero y después lo tercero-, uncidos con argollas de hierro en sus cuellos, tobillos o muñecas y con algunas heridas en sus huesos como de dentelladas animales.

Por ahora y para el gran público, la cuestión es solamente que el martirio (dicen con entendible liviandad) de estos pobres hombres se extendió por 2.000 años, hasta ahora en que fueron rescatados, donde rescate significa vaya a saberse qué, aunque se entiende que habrán querido decir que, como estuvieron todavía engrillados estos dos mil años, su liberación llegó cuando llegaron los arqueólogos a descubrir su estado, y de ese modo fueron liberados con retroactividad. Creo que, en el mejor de los casos, serán trasladados con cuidado a un museo y serán exhibidos con sus grilletes y todo.

Podrá parecer que voy a forzar el argumento. Pero tal vez podrían haberse preguntado estos arqueólogos por qué ya no es tan fácil que encuentren lo mismo de la misma manera en la Francia de Clodoveo y de allí en más.

Pero creo que a los científicos tales esa pregunta no se les ocurriría.

También ellos son hijos de algunas infidelidades y su condición -tan involuntaria como voluntaria- les impide ver en primer lugar que el cristianismo hizo a Europa y que los esclavos y los gladiadores fueron rescatados de distintos modos y bastante antes de que los arqueólogos los descubrieran hace un año.

Lo que pasó con Francia después de Clodoveo y san Remigio, ya es otra historia. Repleta, eso sí, de más y más infidelidades.

Infidelidades que trajeron algunas esclavitudes mayormente incruentas, aunque no solamente.

También grilletes, aunque no siempre de hierro y hoy por hoy casi nunca de hierro, lo cual ha poblado de esclavos vivos el orbe, eso sí, aparentemente libres.

Y tan libres que solamente reconocen la esclavitud cuando la ven en los trozos de hierro que adornan un esqueleto de 2.000 años.