sábado, 7 de marzo de 2015

El Verbo, el verbo


Santo Tomás de Aquino murió el 7 de marzo de 1274.

No tengo que elegir ahora una obra, ni una frase. Ni un episodio de su vida.

Pero hace muchos años ando con este texto de la Suma contra Gentes sobre mi escritorio, en mi memoria, en mis trabajos.

Y es el que elijo ahora, 741 años después, para recordarlo.
Nam sicut verbum nostrum in mente conceptum invisibile est, exterius autem voce prolatum sensibile fit; ita verbum Dei secundum generationem aeternam in corde Patris invisibiliter existit, per incarnationem autem nobis sensibile factum est. Unde Verbi Dei incarnatio est sicut vocalis verbi nostri expressio. Expressio autem vocalis verbi nostri fit per spiritum nostrum, per quem vox verbi nostri formatur. Convenienter igitur et per Spiritum Filii Dei eius carnis formatio dicitur facta.

Pues así como nuestro verbo, concebido en la mente, es invisible, pero se hace sensible manifestándolo externamente con la voz, así también el Verbo de Dios existe invisiblemente en el corazón del Padre según la generación eterna, y por la encarnación se hizo sensible para nosotros. De donde la encarnación del Verbo de Dios es como la expresión vocal de nuestro verbo. Ahora bien, la expresión vocal de nuestro verbo se realiza por nuestro espíritu, por el cual se forma la voz de nuestro verbo. Según eso, también se dice convenientemente que la formación de la carne del Hijo de Dios se hizo por el Espíritu.

(Contra Gentes, Libro IV, capítulo XLVI, Quod Christus natus est de Spiritu Sancto, Cristo nació del Espíritu Santo)

Si no me hubiera enseñado otra cosa, santo Tomás me enseñó eso y, a mi entender, allí está todo lo demás, si bien se mira. De la metafísica a la moral, de la teología del Uno y Trino a la lingüística.


Mors et vita in manu linguæ, dice la Vulgata que dice el Libro de los Proverbios (18, 21).  Mors et vita in manibus linguæ cita san Benito en el capítulo 7 de su Regla para los monjes.

Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado, dice el mismo Verbo en el evangelio de san Mateo (12, 37).


Y todo eso es bastante más que una simple recomendación o una severa admonición.