sábado, 14 de noviembre de 2015

Detrás del fuego: Tres hijos, el Hijo


¿Para qué hablar de lo que ya todos hablan y no dejarán de hablar?

Ejércitos, geopolítica, petróleo, mares, pólvora, arenas, riquezas, poder, historias, historia.

Y fuego. Y sangres. Y sangre.

¿Y para qué hablar una lengua insulsa, sinuosa, melíflua, hueca, que diga de todo sin decir nada?


*   *   *


Hay tres hijos.

Dos son de Abraham, al menos de su carne y su sangre.

Uno de Agar, la egipcia. Otro, de Sara, la esposa.

Ismael cree que es el hijo de Abraham y lo es. Y cree que es el Hijo, y no lo es.

Isaac cree que es el hijo de Abraham y lo es. Y cree que es el Hijo, y no lo es.

Y los hijos de los hijos de Ismael y de Isaac creen que son los hijos de Abraham. Y lo son.

Y creen que son el Hijo, el Único, y no lo son.


Pero hay Uno más.


Los tres son hijos.


Ismael de Agar, Isaac de Sara. Los dos de Abraham.


Y Jesús, hijo de María.

Hijo de Dios.

Hijo de Abraham en otro sentido, por la carne y la sangre, porque es hijo de Isaac y de David porque su madre es hija de David y de Isaac.



Y entonces está la Promesa a Abraham y a su único hijo. Y las profecías sobre su descendencia. Y la herencia de Abraham.

Promesa del Hijo, del Único. La Descendencia. El Heredero.


Resuelva usted ese asunto, si puede.


No hay un hijo, hay tres.

Y no hay tres hijos: hay Uno.


Resuelva usted ese asunto, si puede.


Y no puede el hombre resolver ese asunto, porque no es asunto del hombre.


La historia es asunto de Dios, al principio, durante y al final. Y antes de la historia. Y después.


Las cosas son para el hombre. No de él.

Las cosas son Suyas, no suyas.

La Promesa es para el hombre, no es suya.

Es Suya.

Y la historia es con el hombre. No suya.

Es Suya.


Y la historia Suya es la historia de principio a fin.

Su creación, Su redención y Su final.


Todo para el Hijo, por el Hijo. Con el Hijo.

Para Él la Herencia, porque es la Promesa, la Descendencia.

Porque no son tres: es Uno.

Y es Su Hijo, el Único.


Arregle usted si puede ese asunto.

Y no se puede.

Porque no es cosa de hombres, es cosa con hombres. Pero no del hombre.


*   *  *


Sigamos hablando de ejércitos, de geopolítica, de petróleo, de mares, de pólvora, de arenas, de riquezas, de poder, de historias, de historia.

Y de fuego. Y de sangres. Y de sangre. Y con sangre.


¿Para qué hablar con la voz de los doctores y de los sabios?  Basta.


*   *   *


Si no pueden siquiera decir el Asunto, ¿acaso piensan que podrán resolverlo?


Dijo Chesterton: "Cuando esto termine, sabremos por qué empezó".