sábado, 5 de diciembre de 2015

Romancillo de una tarde


Está la tarde en su lecho
echada ya, en su reposo,
y hay un tumulto de aromas
de la sierra, en los aromos
que la reflejan con brillos
de un verde salvaje y oro.
El sol camina y va lento,
y van cansados sus ojos
con la noche a sus espaldas
y el corazón mudo y hosco.
El viento lleva una sangre
que anduvo tiñiendo en rojo
un horizonte de arena 
y las fuentes del arroyo.
Y mientras, pasando, pena
y silba sobre los troncos,
unos pinares sombríos
gimen y silban a coro.
La tarde, que se ha dormido,
sueña un silencio de gozo
sin fin, sin dolor ni heridas,
limpia de gris y de todo,
como una luz que viniera
de un cielo claro y remoto.