jueves, 7 de abril de 2016

El día que me quieras


Habrá que ver.

El día que me quieras.

Una cosa es que alguna vez me quisiste. Otra, que nunca me hayas querido. Otra, que me quieras ahora.

Pero.

El día que me quieras.

Creo que es una forma rara de decirlo, tan esperanzada como desdichada.

*   *   *

Alfredo Le Pera leyó a Amado Nervo, por cierto que sí. Y seguro lo leyó antes de 1934 y después de 1919.

En 1919, Amado Nervo moría joven de 48 años en Montevideo. La corbeta Uruguay, que sirve de museo naval en nuestro mundano Puerto Madero, llevó sus restos a México, su patria madre, escoltada por otros buques en marítimo cortejo fúnebre: era un poeta laureado en esos días.

En un libro que apareció póstumo en ese mismo año, El arquero divino, Nervo incluyó este poema: El día que me quieras.

El día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.

Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cristalinas
el día que me quieras.

El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.

Cogidas de la mano cual rubias hermanitas,
luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!

Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.

El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa; cada arrebol, miraje
de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.

El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.

Alfredo Le Pera, como digo, lo leyó. Y es claro que le gustó. Siguió la línea argumental del mexicano y le tomó prestada la frase que titula ambas composiciones. Gardel le puso música y en marzo de 1934 (hay quienes dicen en 1935), grabaron la canción en Nueva York, para el sello Victor, con una orquesta local.

Acaricia mi ensueño
el suave murmullo de tu suspirar,
¡como ríe la vida
si tus ojos negros me quieren mirar!
Y si es mío el amparo
de tu risa leve que es como un cantar,
ella aquieta mi herida,
¡todo, todo se olvida..!

El día que me quieras
la rosa que engalana
se vestirá de fiesta
con su mejor color.
Al viento las campanas
dirán que ya eres mía
y locas las fontanas
me contarán tu amor.
La noche que me quieras
desde el azul del cielo,
las estrellas celosas
nos mirarán pasar
y un rayo misterioso
hará nido en tu pelo,
luciérnaga curiosa
que verá...¡que eres mi consuelo..!

(recitado)
El día que me quieras
no habrá más que armonías,
será clara la aurora
y alegre el manantial.
Traerá quieta la brisa
rumor de melodías
y nos darán las fuentes
su canto de cristal.
El día que me quieras
endulzará sus cuerdas
el pájaro cantor,
florecerá la vida,
no existirá el dolor...

La noche que me quieras
desde el azul del cielo,
las estrellas celosas
nos mirarán pasar
y un rayo misterioso
hará nido en tu pelo,
luciérnaga curiosa
que verá... ¡que eres mi consuelo!


Difícil decir cuál me gusta más, o cuál me gusta menos, puestos a comparar y ya que una es hija de la otra.

Da la impresión -tal vez sorprendente- de que el estro de Le Pera es más ágil, pero hay que ver también que median unos líricamente conmovidos e innovadores 20 años entre la madre y la hija.

Con todo y eso, algún día habrá que hacer algún comentario sobre la poesía de Amado Nervo, que tanta influencia lírica tuvo en toda América. No ahora.


Ahora miro y miro la frase.

El día que me quieras.

Y no puedo dejar de verla tan bifronte como terrible, porque mi pobre cabeza no puede dejar de oír en la exaltación ilusionada y feliz, su contracara silenciosa y silenciada: el día que me quieras no es hoy.