domingo, 22 de mayo de 2016

Papelito (III)




Seguramente habrá quien crea que lo estoy distrayendo con fruslerías, sin ir al punto de una vez.

Y es lo opuesto: trato de ayudar. No sólo eso: es bueno que cada quien se ayude un poco a sí mismo y no espere que todo el trabajo le venga hecho por otro.

Que así cualquiera tiene opiniones: alquilando las más de las veces las ajenas.

*   *   *

Venía leyendo semanas atrás asuntos de Roma, la antigua. Y lo bien que me vino ahora.

Entre otras páginas valiosas, heredé de Aníbal D'Angelo una edición en rústica que hizo Eudeba de Buenos Aires, allá por 1968, de un clásico del ruso Mijail Rostovtzeff. Tengo la 3era. edición, de abril de 1973.

Hay unas obras mayores de este autor, asaz voluminosas, que abarcan todo el mundo antiguo helenoromano.

La que digo ahora es traducción de una edición hecha por los ingleses de Oxford en 1960 y que está emparentada con The social and economic history of the Roman Empire, obra más abarcadora, que también publicaron.

Dejo aquí las señas de una y otra, que pueden ser vistas en formato portátil, lo que permite llevarlas consigo al sitio donde leer más convenga (y esto dicho permitiéndoseme la pedantería algo provinciana de exponer al lector a textos en inglés, nada que no tenga remedio, claro):
La edición inglesa de Rome (Oxford, 1960)
El texto de Roma (Eudeba, 4ta. ed., 1977)
The social and economic history of the Roman Empire (Vol. I - Oxford, 1957; ed. especial, 1998)
The social and economic history of the Roman Empire (Vol. II, Notas - Oxford, 1957 - ed. especial, 1998)

Más de uno sabe de qué tratan estas obras. Por lo mismo, no será un servidor el que le diga a los peritos lo que deben leer y que ya seguramente han leído hace lustros. Tampoco es que sea necesario un programa de lecturas. Es sólo una ubicación general, en todo caso y por si hay quienes se interesen al fin, y eso respecto de Roma. De los orígenes hasta a última crisis, un texto en particular que tiene algún propósito.

Y, por el momento, mi único propósito, estimado lector, es compartir con usted la impresión que causan esas páginas, si uno quiere elucidar qué dirá el papelito sobre el que vengo meditando en estas semanas, por ejemplo.

        No hay que ajustar
        La gente te va a odiar


Notable cosa es ver de un tirón unos cuantos siglos de la historia de la Roma inmensa y especialmente su costado social y económico. Notable ver en ellos de entonces cosas nuestras de ahora, por ejemplo. Notable ver los problemas que afrontaron o crearon. Y el modo como los resolvieron o empeoraron.

Veces innúmeras las que tuvieron los romanos para diseñar y rediseñar políticas sociales, medidas políticas y económicas. Y políticas por económicas y económicas por políticas. Venalidades y genialidades. Astucias y tropiezos. Grandezas y miserias. Y detrás de ellos, otros más antiguos. Distintos, pero lo mismo y así hasta el orto de los tiempos humanos.

Viene subiendo por las venas, entonces, una sensación espantosa y al final sedante de no ser inédito en la huella histórica que dejamos en este valle bajo la luna; y una sensación consoladora de no ser el primer estúpido en el planeta silencioso.

Reconfortante, le diré. Sumamente ilustrativo.

Nadie, creo y visto así, debería arriesgarse a leer un papelito callejero, si antes no tiene a mano las herramientas hermenéuticas.

Y más: nadie debería exponerse a un discurso político sin esas herramientas. Ningún discurso político de los chicos buenos, ningún discurso político de los chicos malos.

Porque tanto los traficantes del odio revolú y la resistencia miliante, como los traficantes de la alegría inmanente y las expectativas pingües, le ocultan a su sencillo auditorio (a veces, su rastrero auditorio) lo que los hombres ya hemos hecho y dicho tantas veces. A veces lo ocultan por ignorantes y, lo que no dicen, no lo dicen porque no saben, sin saber incluso que repiten actos y dichos que desconocen. Y otras, sin siquiera preocuparse por si hay que saberlo, con la suficiencia decadente de un bichozno insolvente de bichoznos venales de bichoznos tarados y así siguiendo...


Por eso.

Permita una sugerencia de su ignaro servidor: échele una miradita al mundo antiguo.

Así, como al pasar, como quien levanta distraídamente un papelito del piso.