miércoles, 18 de mayo de 2016

Papelito




Andaba por Olivos, hace ya un par de semanas, a unas cuadras de la Quinta del presidente.

Mañana frescofría, a eso de las 10. Buscaba un bodegón -que encontré en la Av. Maipú- para tomar un algo caliente, en un tiempo libre de clases.

El papelito estaba en el piso, sobre la vereda. Mide 9x10,5 centímetros y tiene la misma consigna de ambos lados.

Me quedé mirándolo un rato, estudiándolo, antes de ponérmelo en el bolsillo, cuidadosamente, como un arqueólogo levantaría un fósil jurásico.

Sumamente ilustrativo y rico en sugerencias: todo entero el índice de un tratado en exactamente 10 palabras.

Porque cuenta cada palabra, cuenta cada período y estructura, en esta oración compuesta con su subordinada adverbial causal (¿consecutiva?) sin nexo. (¿Prefiere dos construcciones yuxtapuestas? Me da igual... Aunque el valor causal (¿consecutivo?) de la segunda respecto de la primera no se lo quita uno así nomás...)

Lo tengo sobre mi escritorio desde entonces y lo miro cada vez que estoy en la cueva.

El derredor ayuda, claro que sí.

No el de la cueva.

El de la nuestra Argentina bicentenaria. Que, en el tiempo y el espacio, al fin de cuentas, es lo que está alrededor de la cueva y de su mismísimo y seguro servidor.


Como fuere.

Este papelito está preñado de sentido y es una pintura multifacética de nuestros días. Y de nosotros no sólo en estos días

A por él, entonces.

Pero, no ahora. No ahora un servidor, al menos.

Antes, mi estimado, haga lo propio: mirélo con atención y dígame si me equivoco respecto de la mucha leche que puede dar esta vaca orejana.