sábado, 17 de junio de 2017

Potro de luna



En ancas de ese potro que domé cada noche
(mi amor sencillo y puro es un potro de luna),
harás erguida y sola tu camino de estrellas.

Hacia el rincón de fresnos que te cierran el paso,
antes del horizonte que sin fin te sostiene,
irá sin rienda el potro de mi amor estrellero.

Pero si acaso el día te encuentra en el camino
y la jornada es triste como un campo sin siembra,
ya no habrá tiento o cerco que detengan la marcha.

Y así como en el cielo se repiten estrellas
cada noche y la próxima vuelven a aparecer;
y en sus ciclos de días la luna, que hace fértil

sementeras y vientres, regresa a arar el cielo,
así será la huella que los cascos amantes
dejarán, de mi potro, en tu piel y en tus ojos.

Pero, si acaso el tiempo sin tiempo en el que vive
mi potro ya domado cada noche de luna,
se vuelve con el tiempo una rueda de azahares

y se perfuma el aire cada vez que me nombras
y vuelve el sol al cielo si acaso me recuerdas,
puede ser que tus pasos se detengan al fin.

Y mientras que un otoño de un año al otro pasa
y cada primavera mejora la anterior,
sentirás el extremo silencioso de un beso

que nunca te fue dado, sin sabor ni nostalgia,
y allí en el corazón, yendo entrañas arriba,
crecerá bien domado otro potro de luna.

Y entonces, cada noche, guerreando con el sueño,
soñarás que tu viaje va hacia el cielo en destino
en ancas de ese potro que obedece tu voz.